Crítica de 'Trolls 3: Todos juntos': amistad, locura y purpurina

Es imposible no rendirse a la locura de 'Trolls 3', incluso si has tenido que ver repetidas veces, en el cine y en la tele, las dos entregas anteriores. La tercera parte de esta franquicia especialmente destinada al público infantil hereda los puntos fuertes de sus antecesoras: personajes carismáticos, un universo personal, excesivo de mil maneras distintas y teñido de colores imposibles, y una banda sonora llena de hits (por otro lado, uno de los grandes trucos del cine infantil de los últimos años) capaz de mantener despierto hasta al adulto más exhausto. Pero, por difícil que parezca, todavía es más loca que las anteriores entregas. Y es loca para bien.

Más preocupada por la aventura y la diversión que por la moraleja (que también está, y vendría a ser algo así como “no te preocupes, tienes derecho a equivocarte”), 'Trolls 3' propone una estampida de 'set pieces' que celebran el exceso y lo imprevisible. Son divertidas y entrañables y están llenas de color, de luz, de brillo. Sus directores se permiten alguna fuga medio abstracta, como los fragmentos en otro tipo de animación, y el humor a costa de las 'boy bands' quizá solo funcione con el público adulto. Pero, pese a eso, 'Trolls 3' nunca pierde de vista ni a sus personajes ni la evidencia de que se trata de una fiesta infantil por todo lo alto, llena de color, purpurina, temazos y amigos que acaban haciendo las cosas bien.