CRÍTICA DE LIBROS

'A casa teníem un himne', de Maria Climent: de filiaciones y secretos familiares

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maria climent foto (1)

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Valèria Gaillard

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No era fácil para la joven escritora Maria Climent (Amposta, 1985) ocupar un nuevo espacio en la mesa de las novedades literarias. Con su debut 'Gina', hace tres años, esta autora de las Terres de l'Ebre, traductora de formación, consiguió un gran éxito de público y crítica. Entre sus numerosas bondades, la protagonista de 'Gina' —alter ego de Climent— sufría una enfermedad grave, cuestión que se trataba con humor y relativismo sano. Efectivamente no era fácil, pero 'A casa teníem un himne' (L'Altra Editorial), demuestra que Maria Climent ha irrumpido en las letras catalanas para quedarse. En 'A casa teníem un himne' encontramos una historia mejor construida, aunque, como en la anterior novela, también apela a la credulidad del lector por contener aspectos inverosímiles, como la mudez voluntaria de uno de los personajes. El relato avanza alternando tres voces —la de dos hermanas y su madre—, pero la auténtica protagonista es Marga, la menor. Se trata de una anti-heroína en la línea de 'Gina', una mujer en la treintena, espontánea y de buen corazón, sin ambición alguna, atascada en el pasado por un amor de adolescencia que no pasó de platónico. La novela está ambientada en la actualidad y transita entre Barcelona, Arnes, en la Terra Alta, y la Toscana, y parte de un suceso que lleva a la hermana mayor, Remei, a ir con su hermana a Italia, donde vive la madre desde la muerte prematura del marido. Este viaje es el inicio de otro interior que cambiará sus vidas.

Climent retrata esta constelación familiar marcada por el secreto —«estoy segura de que en todas las casas hay porquería que esconder bajo la alfombrilla de la entrada»—, derrochando un humor y una ternura que liman de nuevo la gravedad de la trama. Estamos ante un relato en clave femenina donde se cristalizan las tensiones entre mujeres de diferentes generaciones que deben lidiar con las circunstancias adversas que les ha tocado vivir, incluso si parece que la vida les sonríe, como en el caso de la perfecta Remei, no es más que apariencia. Si en 'Gina' aparecía un personaje clave, el de la psicóloga amiga de la protagonista, aquí tenemos el de la vecina italiana, Roberta, mujer generosa y directa que conecta con Marga. Esta se parece a su padre y esto marca una frontera invisible con su madre y su hermana: es una incomprendida. De hecho, el tema de las filiaciones es uno de los puntales de la obra, que también reflexiona sobre el peso de la educación: "¿Quién tiene el coraje de hacer lo contrario de lo que le han enseñado?", se pregunta Marga. 

En este juego de espejos a tres bandas que nos permite contemplar el mismo suceso desde diferentes perspectivas (que se alarga al final), podemos seguir la evolución de Marga, Remei y Erne, cada una con su conflicto particular, pero que, gracias a la complicidad que tejen entre ellas, terminan por transformar. Esta complicidad se pone de manifiesto en la comunicación no verbal que gastan entre ellas, y este es un aspecto notorio del libro: Climent hace hablar a sus personajes «con el lenguaje del silencio». Es el lenguaje corporal, gestos y actos de reserva que están más llenos de sentido que las palabras. Por otro lado, la escritora perfila las personalidades de las tres mujeres a través de su habla y supera el maniqueísmo aparente —la hermana perfecta (Remei), la oveja negra (Marga)— cuestionándose por los valores que conducen a la felicidad. Sin embargo, lo mejor del libro es el juego de la lengua —un dialectalismo fluido que va del tortosino marcado de la madre, al diluido de las dos hermanas, sobre todo la mayor, que lleva más tiempo viviendo en Barcelona—, así como la capacidad de la autora para esbozar escenas de la vida cotidiana con una mirada risueña al tiempo que profunda que dejan al lector con una media sonrisa en la boca.

'A casa teníem un himne'

Autora:

Maria Climent

Editorial:

L' Altra

208 páginas. 20 euros