Crisis política continua
Joan Tapia

Joan Tapia

Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

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“No era necesario"

La decisión de Sánchez ha dado un respiro al PSOE, pero el gran problema de la democracia española -la polarización y la extrema crispación- van a seguir vivos

Pedro Sánchez, el pasado miércoles en el Congreso.

Pedro Sánchez, el pasado miércoles en el Congreso. / DAVID CASTRO

El anuncio de la posible dimisión de Pedro Sánchez ha conmocionado a la sociedad. Más allá de la política. Bastantes sábados compro en un mercado municipal de Barcelona y desde las elecciones catalanas de 2021 nunca me habían preguntado nada de política. Pero el sábado, en tres de los cinco puestos a los que fui, me interrogaron con preocupación sobre lo que sucedería el lunes. Y me bastaron unos minutos viendo la madrileña calle de Ferraz, llena de militantes cantando la Internacional, para comprobar la gran emocionalidad del momento.

El PNV es un buen termómetro porque hoy -Ibarretxe pasó- es un partido racional de clases medias y como su gran prioridad es Euskadi no es sectario en la política española. Ayer vi un momento en TVE a Aitor Esteban, su portavoz en Madrid, diciendo con aire algo molesto: “Hemos asistido a un hecho insólito… No era necesario”. Tiene razón, cinco días de suspense y… objetivamente estamos igual. Muchos votantes -y cargos- socialistas han dado un suspiro de satisfacción. En la derecha creen que todo ha sido otro indigno montaje de Sánchez. Y, griteríos aparte, los apoyos de fondo no se moverán.

Era difícil creer que Sánchez, que presume de resiliente y tiene su ADN, fuera a dimitir. Un político que ha luchado a muerte para volver a ser presidente -pactando la amnistía con Puigdemont pese a haber quedado segundo en las elecciones- no podía dejar de calcular que en las derechas (no solo las políticas) habría quienes recurrirían al “acoso y derribo”. Que duelan los ataques a su esposa es muy natural, pero a Felipe González le acusaron -a él- de ser la X del GAL y aguantó. Al menos en público. Entonces, ¿operación de supervivencia para no dar las explicaciones lógicas, como afirma Feijóo? Quizás, pero parece cierto que lo de Begoña Gómez le “tocó” muy personalmente. Por eso el “arrebato” de su carta.

¿Operación de supervivencia? ¿Arrebato emocional? Da igual. Los apoyos políticos no van a cambiar y los ataques seguirán: hay comisiones de investigación en el Senado y las instrucciones judiciales son lentas y con muchas filtraciones. ¿Qué pensar? Lo dijo Aitor Esteban: “No era necesario”. Pero quizás Sánchez se sienta reconfortado por el cierre de filas socialista, incluso el del siempre disconforme García-Page. 

Sánchez sigue, pero sabe que ahora genera aún más emocionalidad que antes. Quizás por eso prometió que no estamos ante “un punto y seguido” sino “un punto y aparte”. ¿Presentará moción de confianza con un programa de “regeneración democrática”? Veremos, pero su camino sigue siendo muy estrecho. Y tiene la mayoría que tiene. Sin ella está perdido. Y las reacciones que pidieron ayer Yolanda Díaz (o el más inteligente Íñigo Errejón) son ensoñaciones. 

Iniciativas que alteraran el marco europeo y el equilibrio de las empresas no pasarían. Primero, porque serían peligrosas para la economía y el empleo, un flotador del Gobierno. Segundo, porque el PNV y Junts no las votarían. Atención a Sánchez-Llibre, presidente del Foment y que fue un político clave de CiU, que apoyó a Felipe, Aznar, Rajoy e incluso Zapatero. Como el PNV. Sánchez debe ser, pues muy cauto ante la huida hacia delante porque “lo que no puede ser, no puede ser y además, es imposible”. Al menos, con este parlamento que le ha investido.

El gran problema de España es que la democracia ni se regenera, ni incluso funciona, si el PSOE y el PP no se reconocen el uno al otro. Sánchez quiere seguir, vale, pero no puede argumentar, aunque fuera cierto, que no lo es, que Feijóo es la ultraderecha. Y Feijóo, desconcertado porque ya se veía presidente tras su victoria en las municipales, cree que si no liquida pronto a Sánchez, puede ser víctima de alguien de su propio partido. Y tampoco debe decir que Sánchez tiene “tics autoritarios” como Franco. 

Quizás la democracia exija -aparte de que el Consejo del Poder Judicial se renueve cuando toca- que Sánchez y Feijóo sean conscientes de que la derecha (y la izquierda) también existen. Que cuentan y que ni pueden ni deben ningunearse. Pero eso, hoy por hoy, también parece imposible. Preparémonos, pues, para unos próximos meses en los que la polarización y la crispación no solo no van a bajar, sino que pueden subir aún más. 

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