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Vigésimoprimera y última etapa de la Vuelta Ciclista a España

Vigésimoprimera y última etapa de la Vuelta Ciclista a España / EFE/Manu Bruque

Javier García Rodríguez

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Yo que nunca pasé de una BH de paseo color azul oscuro, soy en cambio un gran aficionado al ciclismo televisado. Ciclista pasivo, como los fumadores de terraza. Nunca he salido ni a diez metros de mi casa para ver a los esforzados de la ruta preparándose o a la serpiente multicolor por nacionales con arcén, trochas, caleyas o puertos de montaña, pero las pocas veces que me lo permiten mis ocupaciones veo los últimos minutos de las etapas en modo transmedia. Se celebra La Vuelta de 2023 al tiempo que comienza la nueva temporada editorial, en los albores septembrinos. He seguido a los holandeses y belgas rotundos, a los daneses incansables, a los italianos atrevidos, a los franceses reculantes, a los españoles secundarios. Y a un americano del norte que venía de gregario y se ha convertido en escarabajo, papel reservado hasta ahora para los escaladores colombianos.

Curioso deporte este de la bici, tan técnico como imprevisible, tan planificado como anárquico. Con una solidaridad poco vista en otros deportes. Y, en otros momentos, con la sospecha constante sobre EPO y otras sustancias dopantes. Nada que ver con el sufrido y calculado ajedrez, donde el individualismo es el rey y el engaño es una falacia. Pero Magnus Carlsen acusó a Hans Niemann de que hacer trampas “con unas bolas vibradoras” controladas por un tercero: no ha podido demostrarse que el vibrato fuera real. Sí era real el vibrato y el chorro de voz y el genio de María Jiménez, que cantaba poemas de García Calvo y se acabó. No era gregaria de nadie la Jiménez. 

Quizá no sea tan malo ser gregario de lujo. Siempre estás ahí pero no te hacen mucho caso. No se espera de ti nada genial. Vas a tu rollo. Echas una mano si te necesitan. Sigues con tus cosas. Tiras un rato del pelotón. Bajas a por bidones. Te apartas un poco para el avituallamiento. Dejas que otros se jueguen la general. Nada te turba, nada te espanta. Pedaleas recordando esa letra flamenca: “El tiempo se come al tiempo, / lo bueno y malo se alternan. / Serrana, a vivir por hoy / y lo que viniere venga”. Quizá en algún momento, como a Sepp Kuss, el destino, la casualidad, la suerte, la preparación, te lleven a una victoria, a subir al pódium. Mientras tanto, todo se trata de tener la libertad. Para decir lo que toca decir. India Martínez, que los indies son los peores, que esos sí que son fachas. Para hacer. Elon Musk tiene un hijo y le pone de nombre Techno Mechanicus. O tirar, como yo, por la calle del medio (no me lo tengan en cuenta: a veces las noticias no son buenas), o mejor por la “Verea de Enmedio” del Sacromonte granaíno. Y encontrar un poema pintado en la cal de las paredes: “Tengo la Alhambra enfrente y solo te miro a ti”.