Escritor británico

Ian McEwan publica su novela 'Lecciones': "Si tus padres hubieran hecho el amor cinco segundos más tarde serías otro"

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Ian McEwan, en Barcelona, en el 2013.

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Elena Hevia

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Hay muchas novedades en la última novela de Ian McEwan (Aldershot, Reino Unido, 1948), uno de esos raros escritores que concitan a la vez el favor de los lectores y de la crítica. Muy muy lejos queda aquella etiqueta de McAcabro que le acompañó en sus primeras incursiones en la ficción y hace también bastante tiempo que se ha convertido en uno de los novelistas británicos más clásicos. 'Lecciones' (Anagrama, en castellano y catalán) es una de sus obras más extensas pero sobre todo es en la que incluído más material autobiográfico, hasta el punto de que se puede confundir buena parte de lo que le sucede a su protagonista, Roland Baines, pianista de jazz y periodista en la setentena, con la vida del propio McEwan. Es decir, de aquel hijo de militar que vivió en Libia hasta los 11 años, se formó en un estricto internado donde fue infeliz, quedó con la custodia de sus hijos tras una conflictiva separación y al llegar a la cincuentena descubrió que su madre había dado en adopción a un hermano desconocido, David, porque este había sido engendrado con su amante y luego segundo marido (y padre del escritor) mientras ella estaba todavía casada con el primero que fallecería en el desembarco de Normandía. 

“Me han preguntado muchas veces cuándo escribiría mis memorias, y en cierta manera son estas -explica McEwan desde su residencia campestre a dos horas de Londres vía zoom- porque buena parte de mi vida familiar está ahí. Mi madre puso un anuncio en el periódico diciendo que hacía una cesión total de un bebé de seis meses y lo entregó a la familia que le respondió en una estación de ferrocarril. Es una historia de guerra, muchos bebés nacieron entonces en circunstancias extrañas y descubrieron su verdaderas historias años más tarde. Mi novela va de cómo los acontecimientos históricos, especialmente las guerras, marcan nuestras vidas desplegando un abanico de alegrías y de sombras. Esto está ocurriendo ahora mismo en Ucrania, el conflicto ha alterado las vidas de muchos niños. A diferencia de un obra de no ficción, la novela me permite entrar en los sentimientos más íntimos”. 

Consejo difícil

Al igual que su protagonista, McEwan se encontró en plena pandemia en una reclusión mucho más acentuada que la que suele aplicarse habitualmente cuando escribe sus novelas. No tenía que viajar, hacer promoción o acudir a festivales literarios. Se abandonó a la escritura durante diez horas los siete días de la semana y se puso a evocar hechos importantes de su vida que le proporcionaron lecciones frente a pérdidas o momentos de satisfacción. El resultado es una novela que funciona a modo de balance, de recorrido vital. “Si a los 75 años constatas que has aprendido algo corres el riesgo a la hora de escribirlo de caer en el cliché y a ningún joven le va a servir nada de lo que yo diga al respecto. Así que mi única manera abordar eso es hacer el relato de una vida y es lo que he hecho. Esta novela es el único consejo que puedo dar”.  

Hay dos momentos fundamentales en la novela, ambos protagonizados por mujeres que no actúan como tradicionalmente se espera de ellas. Es el caso de una profesora de piano de 25 años que abusa de Baynes siendo apenas un adolescente de 14 y el de su primera esposa, una alemana que toma la decisión implacable al abandonar a su marido y a su hijo de seis meses para seguir sin ataduras una vocación literaria que la lleva a ser una de las más consideradas autoras de su país. Estos dos traumas fundacionales llevan al personaje a evocar su vida a través de momentos históricos que le marcaron, desde la crisis de Suez, el principio del fin del imperialismo británico que McEwan vivió con inquietud en Libia a sus 8 años, hasta el Brexit, la pandemia o el asalto al Capitolio. Imposible no pensar en el propio McEwan haciendo balance de una vida marcada por el peso de los años, planteándose cuestiones importantes. Y sin embargo matiza responsabilidades: “Me he preguntado hasta qué punto hemos decidido nuestras propias opciones en la vida, hasta qué punto ha intervenido el azar. Si tus padres hubieran hecho el amor cinco segundos más tarde serías otro. Uno no acaba de escoger a sus amigos ni en la sociedad en la que creces”. Además, añade, “la memoria es un instrumento fantástico pero también es engañoso. En los últimos tiempos he observado cómo momentos de mi infancia surgen con una viveza que no conocía cuando tenía 30 años y a veces soy incapaz de acordarme de cosas que ocurrieron tres años atrás”. En todos esos claroscuros, pueden profundizar mejor las ficciones. 

El deseo de los hombres

En algunas de las novelas más celebradas del autor, ‘El placer del viajero’, ‘Expiación’ o ‘Chesil Beach’, un momento de fuerte deseo erótico marca el destino de sus personajes. En 'Lecciones' vuelve a ocurrir y eso le lleva al autor a reflexionar sobre la desconfianza que acompaña en estos últimos años al asunto del deseo masculino en el debate público. “Hace dos o tres años, un joven novelista me dijo que ya no se atrevía a escribir sobre eso y y me sentí horrorizado porque es un tema importante. Philip Roth me aconsejó que escribiera como si mis padres hubieran muerto, que no me preocupara por incomodarles y seguí su consejo. Pero también he hablado mucho con Martin Amis sobre el deseo masculino en la creación literaria y convinimos en que no se trataba de hablar de conquista o de dominación, sino de experiencias mutuas, del momento culminante de nuestra vida adulta”. Y ya que el fallecido autor y amigo se cuela en la conversación, McEwan evoca su pérdida y cómo esta ha afectado al 'dream team' de los Barnes, Rushdie o Ishiguro. “James Fenton, que forma parte de nuestra generación y es muy gracioso se preguntó quién sería el próximo de nosotros. Y eso nos produjo un escalofrío porque una parte de nuestra vida se fue con él. Creo que tuvimos una gran época, pero es cierto que nuestro hábitat era totalmente masculino y nadie lo cuestionaba. Así que ahora nos vamos desvaneciendo, vamos dejando lugar a otros y a otras y eso está bien. Necesitamos otras narrativas y otras voces”.