Opinión | PERIFÉRICOS Y CONSUMIBLES

Javier García Rodríguez

Javier García Rodríguez

Escritor y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Oviedo

Coger el tono por los cuernos

Regresa septiembre y vuelve la literatura a su ser y su nada: novedades, lanzamientos, hipérboles, ‘reentrés’...

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Una joven observa una caja con libros ‘libres’ en Ámsterdam

Una joven observa una caja con libros ‘libres’ en Ámsterdam / Javier García Rodríguez

En donde yo vivo, lugar muy principesco con tendencias dinamiteras, las únicas olas que existen son las de la mar Cantábrica, porque olas de calor no hay desde que andaban por aquí nuestros abuelos neandertales de la cueva del Sidrón. No he sufrido, ni de lejos, estrés térmico, síntomas centinelas, desfallecimientos o hiperhidrosis wallaceana. No he tenido que usar aire acondicionado –una extravagancia por estas latitudes– ni enchufar el ventilador, que por aquí es un objeto de lujo, ni abrir las ventanas para conciliar el sueño.

Por el contrario, he leído este mes de agosto sin que las temperaturas y los sofocos se hayan interpuesto entre mis retinas y mis rutinas (es el diminutivo de rutas más acá de Pajares), y sin que todos mis caminos conduzcan a Roma o ni siquiera a Santiago. He peregrinado de la ficción narrativa al ensayo, del diario al poema, del estudio académico a la receta culinaria siempre con el mismo calzado y con mochila ligera.

Como aventuras adúlteras

Lo que he leído queda entre esos libros y yo. Como un secreto. Porque las lecturas de agosto son las aventuras adúlteras, los rolletes de aquel Rodríguez del verano desarrollista, los líos de la pandilla en el hotel con todo incluido, las escapadas de la mosquita muerta al spa de la sierra, el desorden de los estrictos. Lo que pasa en agosto se queda en agosto. La huella que dejan las hojas de los libros de agosto nunca sabe uno si será caduca o perenne.

Parece ser que, según la 'Vogue', este agosto tocaba hacerse foto con 'La broma infinita': «el libro de los años 90 que todo el mundo parece estar leyendo este verano»

Parece ser que, según la 'Vogue', este agosto tocaba hacerse foto con 'La broma infinita' («el libro de los años 90 que todo el mundo parece estar leyendo este verano») tanto si eras escritora y filósofa como si eras cantante despechá. Llevar 'LBI' a la playa o a la piscina es labor más de culturista que de cultureta. Cargar con ella es el CrossFit® de la actividad lectora en el agosto incandenzente, como llevar una lámpara que produce luz artificial. 'LBI' en agosto es el bronceador de los intelectuales, la máquina de rayos para garantizarte el moreno hasta el mes de Avril (Incandenza) incluso en Quebec. 

Ahora regresa septiembre y vuelve la literatura a su ser y su nada. Las novedades, los lanzamientos, las hipérboles (dice un periodista que Arturo Pérez Reverte es «el mejor novelista de nuestro tiempo»), las 'reentrés'. Y todos reentramos tratando de coger el tono por los cuernos. Y yo el primero. Disculpen si al principio se trastabilla uno con la sintaxis y no termina de decir lo que quiere decir. Llegarán los libros del otoño, muchos ya con sus hojas muertas. Las recomendaciones, los premios, las sorpresas. Dejaremos los sofocos, los sudores. Lo que pasa en agosto se queda en agosto. Pero esta vez no será así. Lo de este agosto no ha sido una broma. Parece que todavía quedan por ahí unos cuantos neandertales.