Periféricos y consumibles
25 años de 'La broma infinita', de David Foster Wallace
El escritor escribió como vivió: en el exceso
Javier García Rodríguez
Escritor y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Oviedo
David Foster Wallace fue, en alguna etapa de su vida, obsesivo-compulsivo (con la escritura, con las mujeres, con la vida, con la muerte), genial (lo creyó de sí mismo, algunas veces), alcohólico, hiperhidrósico, drogadicto a varias bandas, profesor, novio, esposo, tenista, instructor de tenis, superdotado, ansioso-depresivo, fóbico, posesivo, violento, filósofo, novelista, enfermo mental, solitario, fumador, competitivo, exagerado, dependiente, misógino, guarda nocturno, inseguro, popular, religioso, insatisfecho, suicida, corruptor de menores (en estrictos términos legales: reconoció haberse acostado con menores), posmoderno, metaficcional, autoirónico… e unibus pluram / e pluribus unum.
Escribió una novela obsesivo-compulsiva (con la escritura, con las mujeres, con la vida, con la muerte), genial (la creó desde sí mismo, algunas veces), alcohólica, hiperhidrósica, drogadicta a varias bandas, profesoral, novia, esposa, tenista, instructora de tenis, superdotada, ansioso-depresiva, fóbica, posesiva, violenta, filósofa, novelista, enferma mental, solitaria, fumadora, competitiva, exagerada, dependiente, misógina, guarda nocturna, insegura, popular, religiosa, insatisfecha, suicida, corruptora de menores, posmoderna, metaficcional, autoirónica… e unibus pluram / e pluribus unum.
Y entonces el ruido y la furia, bailar brevemente la conga en un crucero, hablar de langostas, entrevistar a hombres repulsivos, vivir al borde de la extinción, conocer a la niña del pelo raro, el destino, el tiempo, el lenguaje. Todo al borde de la extinción. Su escritura se hizo carne y habitó entre nosotros. Convivió con lo de antes, lo amó, lo interiorizó, lo dinamitó y armó un zafarrancho en torno al decir y al mundo. Vivió insatisfecho con la vida y consigo mismo. Fue infeliz y provocó infelicidad en muchos de los que le quisieron. También en muchas. Se hizo con un lugar la literatura a fuerza de renegar de la literatura. Escribió como vivió: en el exceso. Su vida estaba llena de notas a pie de página que sufrían una metástasis de sentido que escapaba a todo control. Como él mismo, por lo que parece. Veinticinco años después de la publicación de La broma infinita, nuestra vida es una nota al pie que remite a otra nota al pie y así sucesivamente, una red de redes, una plataforma de plataformas de televisión, una ficción de ficciones de la que no podemos apartar la vista, un partido de tenis que no hemos aprendido a ganar. Pero estamos matriculados desde el doce de septiembre en la Enfield Tennis Academy para seguir progresando en el deporte este que nos ha tocado jugar, para seguir aprendiendo a ser incandescentes.
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