Crítica de libros

Crítica de 'Et vaig donar els ulls i vas mirar les tenebres', de Irene Solà: la voz de las mujeres feas y al margen

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BARCELONA 08/05/2023 Icult. Irene Solà, publica una nueva novela, 'Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres', tras su celebrada Canto jo i la muntanya balla. En la editorial Anagrama. FOTO de ZOWY VOETEN

BARCELONA 08/05/2023 Icult. Irene Solà, publica una nueva novela, 'Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres', tras su celebrada Canto jo i la muntanya balla. En la editorial Anagrama. FOTO de ZOWY VOETEN / ZOWY VOETEN

Valèria Gaillard

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No es exagerado decir que la nueva novela de la poeta Irene Solà (Malla, 1990) es una de las novedades literarias más esperadas y que, sabiamente, ha salido después de la marabunta editorial de Sant Jordi. Si en la anterior 'Canto jo i la muntanya balla' —todo un fenómeno literario que tradujo a 26 lenguas y dio pie a una adaptación teatral—la autora ambientaba la acción en Camprodon y Prats de Molló, ahora, en 'Et vaig donar els ulls i vas mirar les tenebres' (Anagrama) explora las Guillerías, una zona boscosa, hábitat de lobos, maquis y del mismo demonio, que ofrece un pasto fértil a lo que debe ocultarse.

La cuestión del territorio es importante porque Solà lo aborda desde la perspectiva histórica, pero no aquella hecha de fechas y nombres, sino fijándose en las creencias que marcan el día a día de la población rural, y relativizando el tiempo cronológico, como si en realidad el tiempo no pasara y se mantuviera inmóvil. En un siglo XXI occidental más que secularizado y positivista, la novela, que se alimentan de la exuberancia de una cosmovisión atravesada por la lucha entre el Bien y el Mal, Dios y el Demonio, resulta sorprendente y original.

Reconocemos el gusto de Solà por las narraciones de leyenda y las historias ancestrales con una dimensión telúrica a flor de página. De hecho, la misma autora explica en una nota final cómo ha recurrido a una amplia documentación, por ejemplo, el libro 'Folklore del Lluçanès', de Josep M. Vilarmau i Cabanes, o 'Montseny. Històries i llegendes', de Xavier Roviró i Alemany. También a recetarios antiguos, como el famoso 'Llibre de Sent Soví'. Esto marca una prosa oral, rica en onomatopeyas y salpicada de un vocabulario arcaico que contribuye a crear una atmósfera propicia para la emergencia de este imaginario exuberante que casi se puede morder.

Por otro lado, Solà despliega una cadena de personajes femeninos hasta la actualidad cuyos destinos se ven sometidos a la autoridad masculina, bestial y salvaje. Mujeres, algunas, igual de ardientes que una gata en celo. Mujeres que se quedan embarazadas y paren y se ayudan entre ellas, formando una fuerza colectiva, invisible pero efectiva. Varias generaciones se solapan y conviven alrededor del Mas Clavell a partir del momento en que la fea Joana realiza un pacto con el diablo para encontrar marido: el heredero del 'mas'. A partir de ahí la progenie se verá —o no— condenada, así como el mismo marido que se convierte en bandolero. De hecho, encontramos la reivindicación feminista que Solà realizó en 'Canto jo...' de figuras como las brujas —aquí más bien mujeres feas y al margen—a quienes ha querido dar voz en el relato.

En un estilo más barroco que en la anterior novela, más lírico y sonoro, Solà ha aguzado su fuerza expresiva para describir torturas, partos y descensos al infierno que parecen escenas alucinógenas, puesto que están narradas desde la subjetividad, a pesar de tratarse de una voz narrativa en tercera persona. El lector desciende por este torrente narrativo sin saber muy bien a veces en qué época transita, pero se siente atrapado en ese mundo tal hostil. En medio de esta humanidad sometida ciegamente a la naturaleza —la verdadera fuerza— sobrevive como un rayo de luz la complicidad entre mujeres, unidas alrededor de su único poder: la preparación de los alimentos. Uno de los éxitos de la novela es el hecho que Solà ha sido capaz de crear, pues, un universo mágico que recuerda tanto las pinturas medievales escatológicas, como el de la maldad-necedad plasmado a la perfección en el 'Aquelarre' de las pinturas negras de Goya.

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