Entrevista

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La autora del fenómeno ‘Canto jo i la muntanya balla’ publica ‘Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres’

Irene Solà, este lunes en la sede de la editorial Anagrama.

Irene Solà, este lunes en la sede de la editorial Anagrama. / ZOWY VOETEN

Anna Abella

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Un pacto con el demonio marca a una saga de mujeres. Están muertas, pero siguen habitando la misma casa aislada, Mas Clavell, en una montaña de las Guilleries (Osona), riendo, cocinando, viendo cómo las aún vivas miran hoy el móvil o están en el lecho de muerte y, sobre todo, recordando cuando vivían rodeadas de lobos, bandoleros o maquis. Es ‘Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres’ (Anagrama), la nueva novela de Irene Solà (Malla, Osona, 1990), que llega este miércoles a librerías.

La autora de ‘Els dics’ (Premio Documenta 2017) vio en 2019 cómo las voces polifónicas de ‘Canto jo i la muntanya balla’ (Premi Llibres Anagrama y European Union Prize for Literature) se convertían en un fenómeno que sumaba más de 100.000 ejemplares vendidos en catalán y casi 50.000 en castellano, se traducía a 26 idiomas y engendraba versión teatral y sinfónica. Suelta una carcajada ante la primera pregunta: ¿Cree en fantasmas?

Mientras escribía, supe que estas mujeres debían ser fantasmas y que la voz narrativa debía situarla en el lado de los muertos. Y que la novela pasaría entre las cuatro paredes de esta casa y durante un solo día, y que en la casa convivirían los vivos y los muertos. Los fantasmas tienen una presencia muy fuerte porque es una novela que reflexiona sobre la memoria y el olvido. Y el fantasma es la gran figura del recuerdo. 

Pero, ¿cree en fantasmas?

A nivel literario, sí. Me funcionan. A nivel personal, me gusta que me expliquen historias de fantasmas. Yo creo en las historias. En lo que podemos contar con ellas. Y en lo que nos podemos llegar a creer a través de ellas. Este libro va de que podemos creernos lo increíble, de imaginar lo inimaginable, va de todo lo que cabe en las historias, explora el imaginario, lo irreal, la ficción, la magia. Y de ahí, una de las premisas, el pacto con el demonio.     

Joana vende su alma al diablo a cambio de un hombre con el que casarse. ¿Pactaría con el diablo? 

No. Es algo muy tramposo, no sabes cómo puede acabar. A Joana le convenía. A mí, el pacto con el demonio me interesa porque forma parte de nuestro imaginario y por cómo desde el folclore y las leyendas construimos la figura del diablo. El pacto es esta premisa mágica que conecta mi propio pacto con el lector, de alguien que explica una historia que otro recibe, un pacto según el cual uno apagará los sensores de incredulidad durante un rato y se creerá lo que el otro explique. 

Hay escenas que recuerdan al Infierno del Bosco.

He leído a distintas personas, a menudo místicos, que describen su propio descenso al Infierno. Pero acumulo imágenes de todo tipo tras conocer a expertos, tras pisar el territorio, de infinitas horas de vídeos de Youtube… Para mí el proceso de investigación va muy ligado al de escritura, que es un proceso de aprendizaje y exploración largo y profundo.  

El libro habla del placer de los cuerpos, pero también de violencia y tortura. Y está lleno de olores y malos olores, gustos, texturas… A mí me pesa más eso que la muerte

Las mujeres se aíslan en la casa, pero al mismo tiempo son libres. ¿Contradictorio?

El libro hay constantes dualidades. Por ejemplo, nunca sabes si algo es una suerte o una desgracia. ¿Es una suerte ver cómo morirá la gente, como le pasa a Bernadeta? ¿Es una suerte no oler, como le pasa a Àngela? El libro reflexiona sobre la subjetividad de las historias, de las narrativas familiares, y de la historia en mayúsculas, sobre quién ha decidido quién forma parte de ella o quién es o no relevante. Está protagonizada por aquellas mujeres que no protagonizan ni la mayoría de historias en minúscula ni la mayoría de acontecimientos históricos en mayúscula. Son mujeres fuera del canon, viejas, feas, abyectas, muertas, que nos explican la historia desde su perspectiva. La mayoría de hombres deciden irse de la casa y no vuelven. Ellas, en vez de irse a vivir aventuras, a la guerra, a ver mundo, se quedan y acaban siendo las señoras de la casa, donde crean un espacio de libertad, de irreverencia, humor y risas. Planteo otras dualidades: entre la luz y la oscuridad, el día y la noche, la vida y la muerte.

La muerte es omnipresente. 

Hay muerte, pero también hay mucha vida. Van juntas. Y es un libro muy corpóreo. Hay descripciones de preparación de comidas, de trampas para lobos. Y muchos partos. Y habla del placer de los cuerpos, pero también de violencia y tortura de los cuerpos. Y está lleno de olores y malos olores, gustos, texturas… A mí me pesa más eso que la muerte.

La novela explora el imaginario, lo irreal, la ficción, la magia. Y de ahí, una de las premisas, el pacto con el demonio

La novela empieza con Bernadeta, ya anciana, en la cama en que morirá. ¿Teme a la muerte?

No tengo una respuesta clara. Ahora, mientras hablamos, puedo decir que no. Hablé con una doctora experta en paliativos, de la que aprendí diferentes maneras de enfocar procesos de final de vida. Me interesa cómo cada uno vive la vida y la muerte de forma subjetiva y diferente.   

El título, ‘Te di los ojos y miraste las tinieblas’. ¿Por qué nos atraen tanto las tinieblas? 

Depende de lo que entendamos por tinieblas y de qué ideas preconcebidas tengamos de ellas. Juego con esto. Entre las capas de sentido del título está la de poner en entredicho que las tinieblas sean algo malo, negativo y que da miedo. Aquí, las tinieblas acaban siendo espacios de libertad, de posibilidades, de magia, de placer. Hay quien dice que el título da miedo y quien dice que le da ganas de ir hacia las tinieblas. He mirado a la oscuridad, en sentido literal, para describir con el lenguaje su corporeidad, y en sentido metafórico, eligiendo escribir lo que quiero con total libertad. 

Irene Solà, este lunes en la sede de la editorial Anagrama.

Irene Solà, este lunes en la sede de la editorial Anagrama. / ZOWY VOETEN

Los hombres también arrastran la maldición, como el bandolero Clavell, torturado, ejecutado y descuartizado, que es un guiño a uno real, Serrallonga. Pero no es el único.  

Las Guilleries es tierra de esconderse. Las mujeres se esconden y quedan al margen de la historia. Pero otros personajes eligen esconderse también: el mismo demonio, desertores, maquis, los carlistas y los que se esconden de los carlistas, los últimos lobos, una hechicera... y los bandoleros: Clavell ha infligido mucha violencia y también ternura. El lector ha visto sus luces y sombras, por eso su final, muy violento, impresiona. Y Serrallonga muestra cómo se construye una leyenda, cómo se transforma un hecho desde el momento en que es narrado. 

Las mujeres que aquí explican historias están fuera del canon, son viejas, feas, abyectas, y están muertas

¿Está perdiendo la sociedad la memoria?

No sé si yo puedo hablar por toda la sociedad. El libro se sorprende de lo poco que sabemos de nuestra propia historia familiar. Más allá de los abuelos todo se difumina muy rápido, el carácter de las personas... Vivimos en lugares y pasamos por calles de las que desconocemos la mayoría de cosas que han pasado en ellas. Me interesa reflexionar sobre qué recordamos y qué decidimos olvidar individual y colectivamente. Y sobre cómo transformamos el recuerdo y lo convertimos a veces en lo que nos conviene.  

En la novela hay maquis, desertores de la Guerra Civil, alusiones a los campos nazis y del exilio en Francia… No olvida la memoria histórica.

Me interesan las historias y reflexionar sobre la historia y quién la ha escrito. Bernadeta intenta explicar a las mujeres que han perdido la guerra lo que ella sabe que ha sido de sus seres queridos. No entiendo a los que dicen que es necesario olvidar. Queda mucho por entender y por explicar.  

¿Diría que la novela tiene trazos de realismo mágico?

Me interesa muchísimo lo que se hace desde Latinoamérica y los autores que llevaban esta etiqueta, que tenía que ver con un momento, un lugar y un contexto que no es el mío. Pero no usaría esa etiqueta para lo que yo hago. 

La define su forma de utilizar y jugar con el lenguaje. 

Me imagino la voz narrativa como una presencia fantasmagórica más que se pasea por esta casa y se acerca a los personajes. Durante la investigación, con las recetas, los procesos judiciales por bandolerismo… este lenguaje va apareciendo de manera muy orgánica desde la perspectiva de las mujeres muertas, que nacieron muchos años antes y para las que un móvil es un espejito mágico.