La caja de resonancia
El fin de la era de los cantautores
El concierto de Serrat no fue solo el último de su carrera: también representó el adiós al Palau Sant Jordi de la generación de la ‘nova cançó’. En el pasado, otras tres voces de esa escena histórica llenaron el local: Raimon, Lluís Llach y Maria del Mar Bonet. Pero, como dijo el trovador del Poble Sec, no debemos sucumbir a la tentación de la nostalgia. La canción ha cambiado, y el mundo, más todavía.
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
Estos días se ha dicho todo, o casi, de Serrat, y no vamos a insistir ahora en la glosa del artista, pero sí que hay un detalle simbólico que nos ha pasado por alto. Y es que el recital del viernes no fue solo el último del trovador del Poble Sec, sino, todo lo apunta, el último que la generación de la ‘nova cançó’ oficiaba en ese gran escenario.
En el ambiente se percibían vestigios del enraizado rito ciudadano, de cuando el cantautor era una figura central en nuestro imaginario. Un apunte personal: cuando, en 1997, me fue (felizmente) asignado en este diario el seguimiento de los cantautores, enseguida advertí que no era considerada una escena menor, y que, para el director, Antonio Franco, era tan importantes las visitas de Bruce Springsteen como los recitales de Raimon.
La canción de autor había pasado en los 80 su travesía del desierto (más para unos que para otros), y en los 90, las figuras más sólidas se vieron consagradas como titanes cívicos y culturales, prestos a dar la réplica poética al relativismo de la posmodernidad. El primer Sant Jordi de la ‘nova cançó’ fue el de Raimon el día de Sant Jordi de 1993 (los 30 años de ‘Al vent’), seguido unos meses después por sendas escenificaciones de ‘Un pont de mar blava’, de Lluís Llach (quien volvería a la sala en 2002, con Josep Carreras, y en el inesperado ‘revival’ de hace un año). La única mujer del gremio situada a ese nivel, Maria del Mar Bonet, tuvo ahí su noche de tiros largos en 1997. Uno de sus invitados en escena fue Serrat, que ya había llenado el local un año atrás, y dos veces, para homenajear, precisamente, a la ‘nova cançó’ con ‘Banda sonora d’un temps, d’un país’, y que volvería a ella en 2003, en el 25º aniversario de EL PERIÓDICO.
Así que el Sant Jordi se convirtió en el gran templo para esos cantautores que confluían con el nervio central del país, y que ahora se van bajando de las tablas. Hoy, de la ‘nova cançó’, solo Bonet y Pi de la Serra siguen ahí, infatigables. ¿Y el relevo? Claro que hay trovadores valiosos de nueva planta, es el mundo el que ha cambiado, y la canción de autor no puede jugar el rol de 1969, ni siquiera el de 1993 o 2003.
La sensibilidad lírica, la observación crítica sociopolítica… Todo eso se expresa hoy de infinitos modos más allá de la estética secular de la voz y la guitarra. Lo dijo Serrat estos días: nada de nostalgia. Ni de pensar que la mejor época de la historia de la música fue, qué casualidad, cuando tú eras joven (entrañable versión a la carta del “cualquier tiempo pasado fue mejor").
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