El libro de la semana

Crítica de 'Tokio Redux': cierre impecable a la trilogía tokiota de David Peace

El escritor inglés publica su saga tras diez años de documentación y escritura

David Peace

David Peace / MAITE CRUZ

Marta Marne

Marta Marne

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El 5 de julio de 1949 desaparece el presidente de los ferrocarriles nacionales, Sadanori Shimoyama. Sus costumbres nos dicen que debería haber llegado a su oficina en Tokio a las nueve de la mañana. Pero las alarmas saltan cuando a la una de la tarde sigue en paradero desconocido. En parte porque Shimoyama había estado recibiendo amenazas debido a unos drásticos recortes en la compañía ferroviaria que habían dejado sin trabajo a 30.000 personas. Horas más tarde, poco después de medianoche, su cuerpo desmembrado aparece en las vías de la línea Jôban. A día de hoy todavía se desconoce si Shimoyama fue asesinado o decidió acabar con su vida de forma voluntaria.

Este suceso real es el punto de partida de ‘Tokio Redux’, pero aquellos que conozcan un poco la trayectoria de Peace ya sospecharán que hay mucho más detrás. Tanto, como una novela estructurada en tres tiempos. El primero en 1949 con el caso Shimoyama. El segundo, con la búsqueda a contrarreloj de un escritor desaparecido en el Japón de los Juegos Olímpicos, en 1964. Y el tercero, protagonizado por un traductor que trabajó para el contraespionaje americano y que transcurre en 1988, en los últimos días de vida del emperador Hirohito.

Novela autónoma

Con ‘Tokio Redux’ se cierra la Trilogía de Tokio de David Peace. La pregunta ineludible es si puede leerse de forma independiente o es necesario rescatar ‘Tokio, año cero’ y ‘Ciudad ocupada’, las dos primeras entregas. La respuesta es que no solo es posible abordarla de manera aislada, sino que es una de las obras más accesibles para introducirse en la prosa del genio de Yorkshire.

Si en ‘Tokio, año cero’ nos deslumbraba por las onomatopeyas constantes, tan repetitivas que resonaban en tu cabeza durante horas, en ‘Tokio Redux’ su estilo está mucho más depurado y resulta menos obsesivo. Páginas de diálogos impecables sin una sola acotación, alternancia entre tercera y segunda persona y, por encima de todo, un empleo del lenguaje riguroso y milimétrico. Las reiteraciones se convierten en estribillos aportando una musicalidad al texto que sobrecoge. En este punto se vuelve indispensable destacar el virtuosismo del traductor Ignacio Gómez Calvo que logra transformar la esencia del escritor británico al castellano.

Analizando la trayectoria de Peace es inevitable pensar que estaba destinado a convertirse en un autor de literatura de género japonés. A lo largo de su carrera siempre ha dejado claro que la intriga es solo un vehículo. Estamos ante un creador cuyo máximo empeño reside en desgranar el momento histórico y social en el que ambienta sus novelas, desde los años 70 con la Tetralogía de Yorkshire hasta las huelgas mineras de ‘GB84’. Al más puro estilo nipón, Peace no apunta con el dedo, no juzga ni dictamina; tan solo expone. Debido a ello, que esta novela sea una magnífica puerta para conocer su prosa no implica que nos lo sirva todo en bandeja. De otro modo no estaríamos frente a la última obra maestra de uno de los mejores escritores actuales.