Cultura en cuarentena

“Vivía mi ‘Cinema Paradiso’ y ahora vivo mis ‘lunes al sol’”

Víctor Baldoví Yuste, que trabajó durante más de 20 años en el hoy cerrado cine Comèdia de Barcelona, vive "en un limbo" sin paro ni erte tras haber pedido una excedencia laboral en 2019 y no haber podido regresar por la pandemia

Víctor Baldoví Yuste, en la puerta del cine Comèdia de Barcelona

Víctor Baldoví Yuste, en la puerta del cine Comèdia de Barcelona / Ricard Cugat

Julián García

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Durante más de 20 años, Víctor Baldoví Yuste (Barcelona, 1977) hizo todos los trabajos imaginables en el cine Comèdia. Fue proyeccionista, taquillero, cortador de entradas, acomodador, bombonero y empleado de mantenimiento. “El Comèdia ha sido mi casa, mi vida, durante todo este tiempo”, evoca Baldoví a las puertas del histórico cine barcelonés, situado en una de las esquinas de paseo de Gràcia con Gran Via, cerrado hoy a cal y canto después de que la cadena que lo gestiona, Yelmo, decidiera bajar temporalmente la persiana de la inmensa mayoría de sus salas de España por falta de público y de grandes estrenos.

Baldoví observa la preciosa fachada del edificio con aflicción, pues lleva tiempo sin poder trabajar en el cine. “Pero no he sido despedido. Tampoco estoy en el paro, ni me he acogido a un erte. Estoy, sencillamente, en un limbo”, relata. En junio de 2019, solicitó una excedencia de un año para terminar de escribir un libro en el que llevaba tiempo empantanado y, cuando quiso volver, los estragos de la pandemia impidieron su regreso. “Hay compañeros míos de erte que tienen preferencia a la hora de volver cuando la situación, algún día, logre normalizarse. Y, en fin, lo asumo, no me queda otra, pero muchos días me pregunto qué va a ser de mi vida. ¿Qué haré mañana? ¿Y la semana que viene? He estado toda mi vida trabajando en el Comèdia, no he hecho otra cosa, mi vida es esto y… ¿ahora qué hago?”, se pregunta Baldoví, un tipo tan entusiasta del cine como de la literatura, a la que se dedica, sin demasiada suerte, desde hace años. 

Proyecciones en 35 milímetros

“No me arrepiento de haber pedido la excedencia, pero realmente elegí un momento pésimo”, dice Baldoví con risa amarga. “Yo vivía mi propio ‘Cinema paradiso’ y ahora estoy viviendo mis ‘Lunes al sol'…". Se acuerda como si fuera hoy mismo de aquel día de verano de 1997 en el que entró a trabajar en el Comèdia, poco tiempo después de que el viejo Palau Marcet, construido entre 1887 y 1890 por el arquitecto Tiberi Sabater como residencia personal del empresario y político Frederic Marcet, fuera reconvertido en multisalas. Baldoví empezó como portero y, al poco tiempo, fue propuesto como proyeccionista. “Eso era el trabajo ideal. Aprendí en una semana cómo funcionaban las máquinas. Era mágico trabajar con los proyectores de 35 milímetros. Montar la película, enfocarla bien, controlar el sonido… Era un sueño hecho trabajo”. Se diría que aún siente los dedos manchados de la plata del celuloide, del fotograma. “Es que llevo el cine, el viejo cine, en la sangre. Desde niño, gracias a mi padre, que nos inculcó su pasión, que era aún mayor que la mía”.

El Palau Marcet de Barcelona, convierto posteriormente en el cine Comèdia.

El Palau Marcet de Barcelona, convierto posteriormente en el cine Comèdia. / El Periódico

El cine Comèdia, en los años 60.

El cine Comèdia, en los años 60. / El Periódico

Todo empezó a cambiar en 2005 con la digitalización de los proyectores. “Era inevitable, pero sentí que las máquinas empezaban a tomar el control de todo”, bromea. Hasta 2017, el Comèdia contó con proyectores de 35 milímetros. “Fuimos de los últimos resistentes en Barcelona”. Cuando el cine de la familia Padró, inmerso en una crisis espantosa, fue adquirido (“y salvado”) por la cadena Yelmo, Baldoví logró comprar uno de esos proyectores con los que había trabajado durante años. “Lo tengo en casa como una de las joyas de mi vida”.

Mientras encuentra trabajo, Baldoví piensa el modo de dar forma a un libro de recuerdos y anécdotas de esos 20 años en el Comèdia. “Da para mucho, porque ese cine es historia en sí mismo. ¿Sabes que hay un fantasma, o más de uno, que reside en su interior? Es un espacio en el que vivió gente cuando era palacio, que ha sufrido la guerra civil, que ha sido un teatro, que ha sido cine clásico… Hay muchas, digamos, ‘impregnaciones’ en sus rincones, en sus muchas habitaciones y zonas ciegas”, explica Baldoví, abnegado, como decíamos, tanto del cine como de la escritura. Hasta ahora, y a la espera de un golpe de suerte, se ha autoeditado sus libros: uno de ciencia ficción y viajes en el tiempo; otro sobre la segunda guerra mundial; un tercero sobre la actividad de los colegios que abrieron para el 1-O; y, el cuarto, un drama histórico ambientado en la pandemia de gripe de 1918, titulado ‘Cuando ya no esté’. “La gente que lo ha leído dice que es muy bueno, pero si no te lo publica una editorial no hay mucho que hacer. Tengo mucho por explicar, pero no he tenido oportunidades para que la gente me pueda escuchar”, lamenta Baldoví. “Tengo dos pasiones y no las puedo vivir. Me está costando…”. 

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