CRÓNICA

Editors, el pospunk de una generación en Razzmatazz

El grupo de Birmingham sacó pecho con el repaso a sus 'hits' y canciones significativas de 'The black gold tour'

Tom Smith, en el concierto de Editors en Razzmatazz

Tom Smith, en el concierto de Editors en Razzmatazz / periodico

Jordi Bianciotto

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Admitámoslo: los libros de historia de la música popular del futuro (si es que alguien los escribe) no reservarán a Editors ni la mitad del espacio que destinarán a Joy Division, New Order, Depeche Mode o The Cure, ni siquiera del que ocuparán Echo & The Bunnymen, Ultravox o Gang of Four. Lo cual no impide que podamos disfrutar de su oscuridad y de su drama, y que sus canciones motiven en particular a una generación para la que aquella saga de inventores puede pillar un poco lejos. Seguidores que jalearon este martes en Razzmatazz al grupo de Birmingham como uno de los referentes de sus vidas.

El motivo de la gira, la antología de éxitos, invitaba a la efervescencia y a evaluar las distintas edades de su obra. Empezando por la estética fría y musculosa, de nervio pos-punk y majestuosidad vocal seca a lo Ian Curtis, que Editors abrazaron sobre todo en sus dos primeros álbumes, cuando contaban con la guitarra de Chris Urbanowicz (sentida baja en el 2012). De ahí salieron cortando el aire los números de bienvenida, con ‘And end has a start’ y ‘Bullets’ (su primer ‘single’, del 2005) como rutilantes cortafuegos. Luces azuladas y blancas, creando un ambiente con reminiscencias expresionistas berlinesas, y un Tom Smith de garganta profunda que inyectó más textura sónica al conjunto rascando furiosamente las seis cuerdas.

Colorismo y mística

Los sintetizadores se hicieron notar más a partir de ‘Magazine’, tema de su último disco, ‘Violence’ (2018), que abrió un tramo centrado en su etapa evolucionada, con la corpulencia de ‘Magazine’ y las atmósferas de ‘Sugar’. Editors un poco más coloristas, de rictus menos rígido, reafirmados en dos de las tres piezas inéditas de su reciente antología ‘Black gold’: ‘Upside down’, peligrosamente pop, y ‘Frankenstein’, maquinal y aparatosa. Caminos más abiertos, pero de desigual recorrido, en los que el grupo lleva años haciendo incursiones.

El punto de inflexión lo puso ‘Papillon’, vibrante pese a su molde, y a su ‘riff’ de teclados, rematadamente Depeche. ‘Single’ procedente de su álbum menos citado de la noche, el tercero, ‘In this light and on this evening’ (2009), que trajo la algarabía en Razzmatazz, en contraste con el recogimiento místico de ‘No sound but the wind’, que Smith defendió a solas con la guitarra acústica.

Volviendo al principio

Después de todo, aunque la obra moderna de Editors tenga un aspecto más accesible y resulte objetivamente más amena, su gente les sigue queriendo en su versión purista. Ese pos-pos-punk de aura severa, percibido como una apuesta sin concesiones, es el registro que ha establecido los vínculos más fuertes. Así que el repertorio, sujeto a un orden que no tenía nada de casual, volvió a los dos primeros álbumes (sobre todo, al que marcó su debut, ‘The black room’) para encauzar el tramo final con garantías.

Encendió la mecha ‘All sparks’, con su halo filo-gótico, y las guitarras retomaron el poder en ‘Blood’ y ‘Fingers in the factories’, buenas canciones construidas a partir de contrastadas inspiraciones. El ritmo marcial de ‘You are fading’ cerró el ‘set’ central y la distante emotividad de ‘Distance’ mostró otro perfil, más insinuante, de aquellos primerizos Editors, que se despidieron con la arrolladora ‘Munich’ y esa otra vieja favorita llamada ‘Smokers outside the hospital doors’. También para un grupo como este, forjado en el presente siglo, hay ya lugar para la nostalgia y para ese síndrome que Manos de Topo resumieron tan bien en el título de su segundo disco: ‘El primero era mejor’.