CRÓNICA

Pablo Guerrero, pureza poética en Barnasants

El cantautor extremeño destiló su arte de la canción en el Auditori Barradas en un recital con poca nostalgia, asentado en el repertorio de sus últimos álbumes aunque sin olvidarse del himno 'A cántaros'

Pablo Guerrero, en su concierto en Barnasants

Pablo Guerrero, en su concierto en Barnasants / periodico

Jordi Bianciotto

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A media voz ha anunciado Pablo Guerrero su retirada y sin aspavientos se presentó este domingo en el Auditori Barradas en el que será, por tanto, una de sus últimas actuaciones en Catalunya, si bien esperamos tenerle de vuelta después de que, el próximo otoño, publique su disco de despedida. Recital de finos contrastes, en que el que brindó su voz reseca a un cancionero con señales de inocencia y de inquietud.

Porque el trovador de Esparragosa de Lares (Badajoz), afincado en Madrid desde hace más de 50 años, no ha vivido nunca de los logros pasados y prefiere cantar nuevos versos antes que acogerse a los que sabe que le garantizan el aplauso. Así fue en su nueva cita en Barnasants, donde basó el repertorio en sus álbumes de este siglo, con énfasis en el más reciente, ‘Mundos de estar por casa’ (2017), del que ofreció cinco canciones. La primera, la acogedora ‘Casas de puertas abiertas’, con su apelación a una “antigua memoria” que “nos dejó sus sabores” y su disposición a los imprevistos que nos reserven los astros.

Vestigios de jota extremeña

Guerrero desplegó un lenguaje sutilmente impresionista en el que tiene bastante que ver su cómplice Luis Mendo, cuya guitarra eléctrica dialogó la de Juan Ferrari atendiendo al toque justo, la discreta filigrana seguida a lo lejos por la trompeta de Santi Vallejo (también a los teclados y el cajón) y sostenida por el contrabajo de Christian Pérez. Atmósferas más bien ingrávidas, aunque algunas piezas se asentaran en materiales terrenales: ‘Laberinto’, psicológica y enraizada en un género popular (“la jotica de mi pueblo, que me ha dado muchas alegrías”), o ‘Rosa de arena’, con indicios de latinidad.

Canción destilada y de una mística cercana, creando un aura de pureza poética a su alrededor, con esa clase de texturas insinuadas y limpias que en su día le acercaron a un grupo pop tan especial como los Esclarecidos de Cristina Lliso. Guerrero de hospitalario verbo árido, releyendo con emoción un par de viejas cartas de juventud (‘Dulce muchacha triste’, el himno ‘A cántaros’) y buscando la luz en ‘Dame un día feliz’, pieza que compuso con Jabier Muguruza y con la que nos mandó sus mejores deseos en el sereno clímax de su primer adiós en el Barradas.