NOVEDAD EDITORIAL

Viaje a otro planeta llamado Corea del Norte

El experto en manga y enamorado del Lejano Oriente Marc Bernabé publica la crónica de sus dos desplazamientos al hermético país de Kim Jong-un

zentauroepp51200867 icult marc bernabe191205201800

zentauroepp51200867 icult marc bernabe191205201800 / periodico

Mauricio Bernal

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No fue hasta el último día, la víspera de su regreso a Barcelona, cuando a Marc Bernabé le dijeron que podría entrevistarse con una familia típica norcoreana, tal y como había pedido. Los miembros de la unidad familiar representativa de Corea del Norte, según la decisión de alguien, vivían en la planta 31 de un rascacielos de Pyongyang, en un piso de 220 metros cuadrados con vistas a la estación central, y allí lo llevaron. Al final de un viaje que podría ser descrito como una sucesión de escenas y situaciones extrañas, propias de un país hermético y diferente en casi todos los sentidos, Bernabé estaba a punto de vivir, acaso, la más extraña de todas.

Bernabé relata los viajes que hizo en septiembre del 2018 y en abril de este año

La idea de visitar la Corea socialista lo rondaba desde hace años. Traductor de manga, amante de la cultura japonesa, de Japón en general y en general del Lejano Oriente, al mapa de sus viajes por la región le faltaba el enigmático país modelado a partir de 1948 por Kim Il-sung, hoy Presidente Eterno de la República; el último país rigurosamente socialista, el país impermeable al mundo, de fama pésima, dictadura para la mayoría, denunciado repetidamente por su política represiva y sus campos de reeducación –o de concentración, o trabajo–; un extraño e inquietante planeta aparte en pleno planeta Tierra. Ese agujero en el mapa Bernabé lo llenó finalmente en septiembre del 2018. Luego volvió, con la intención de escribir un libro, en abril pasado. Hace ocho meses. El relato lo ha plasmado en el pedagógico 'Corea del Norte, puerta abierta al país más enigmático del mundo' (Norma), un libro que sigue la estela de la famosa 'Pyongyang', la novela gráfica de Guy Delisle, y de otras obras hechas con voluntad de echar luz sobre el gran misterio sociopolítico de nuestro tiempo. Corea del Norte. Cómo, por qué. Qué demonios.

Un señor tomando notas

La escena en el apartamento es paradigmática de la condición extraña –extra planetaria– del país asiático. Padre, madre e hijo constituían la unidad familiar. Ellos eran profesores de universidad y ella ama de casa, pero para atender la visita estaba ella sola. "Mi intención era sentarme a hablar con una familia sobre su día a día, y pensaba que estarían también el marido y el hijo, pero de repente me encuentro solo con esta señora –recuerda el autor–. Además, aparte de mis guías y de la traductora, había otro señor sentado a un lado escuchando la conversación, un señor que en ningún momento me presentaron y que estaba tomando notas. La señora estaba muy tensa. Encontrarse en su casa con un extranjero que venía a hacerle preguntas, mientras un señor, que probablemente era del Gobierno, iba apuntando todo lo que decía… Evidentemente la señora estaba cohibida, y se notaba".

–¿Cómo ve el futuro de Corea de ahora en adelante? –le pregunta Bernabé hacia el final de la entrevista.

–Siempre con la máxima lealtad posible hacia nuestro líder supremo, el camarada Kim Jong-un, nuestro país va a prosperar para siempre y muchas naciones de todo el mundo nos envidiarán por nuestro brillante futuro.

Algo extraterrestre

Siete días en septiembre y seis en abril configuraron una imagen del país que el autor expresa con las palabras que otro seguramente emplearía para describir un viaje a Marte. "Es lo más parecido que he visto en la Tierra a algo extraterrestre", dice. "Es como estar metido en una película de política ficción, de esas que empiezan con una hipótesis como: ¿Qué pasaría si los nazis hubiesen ganado la guerra? En este caso: ¿qué pasaría si un régimen de corte estalinista hubiera sobrevivido hasta nuestros días? Pero no es una ficción. Es la realidad". Puede que el gran valor del libro de Bernabé esté en el amor por el detalle. Es un libro costumbrista. Limitado por la presencia constante de dos guías que lo acompañaban a todas partes, una agenda inflexible y una libertad de movimiento que sería generoso tachar de relativa, Bernabé ha puesto un particular empeño en subrayar las diferencias, trasunto, al fin y al cabo, de un estado mental que de nuevo sería generoso calificar sencillamente de distinto. No son, simplemente, distintos. En cierto modo, sí: viven en otro planeta.

En Pyongyang los coches deben circular impolutos y hay túneles de lavado en todas las entradas a la ciudad

Según cuenta Bernabé, en el planeta norcoreano es obligatorio que los coches que circulan por la capital estén, no limpios: impolutos. De lo contrario, se corre el riesgo de ser multado. Puesto que hay túneles de lavado en todas las entradas de la ciudad, nadie puede decir que venía del campo, donde llovía y había lodo. El celo oficial por la higiene vehicular puede dar lugar a escenas como la que vivió el propio autor, cuando volvía con sus guías y un conductor de una excursión por el oriente del país. De repente, el conductor aparcó en un arcén y todos se bajaron, sacaron sus bayetillas y limpiaron el coche. Siendo extraño, al menos es coherente: la ciudad en sí misma es impoluta, como un escenario o un decorado, o al menos la parte que se deja ver a los turistas: "Durante el primer viaje ocurrió que el autobús nos llevó por una calle fea, realmente una calle fea. Nos paró la policía y hubo una conversación con el guía, y entonces nos dejaron marchar. Yo estaba convencido que le estaba diciendo que qué hacía un autobús de guiris por ahí. Tenía la sensación de que nos habían llevado por una calle por la que no debían habernos llevado, pero no lo sé con certeza porque no sé coreano. Le pregunté después al guía y me dijo que nos habían parado porque el conductor no llevaba el cinturón".

En Pyongyang no hay vida nocturna. "Los coreanos solo salen a cenar, y no salen mucho". No hay, o se supone, ni prostitutas ni drogas. Es habitual ver camiones militares por las calles.

La insignia de lealtad

Dicho todo esto, es probable que sea en la órbita política donde la singularidad de Corea del Norte sea más acusada. "El culto a los líderes yo lo comparo con una religión, por mucho que digan que en Corea del Norte no le dan importancia a la religión", dice Bernabé. "Desde el punto de vista occidental, resulta un poco inquietante". Todos los coreanos llevan en el pecho la "insignia de lealtad", un pin en forma de bandera con el retrato de Kim Il-sung o Kim Jong-il; hay pines con los retratos de ambos. En realidad, hay imágenes de los líderes por todas partes, tanto en el espacio público como en el privado, y hay un lugar en Pyongyang donde se levantan dos colosales estatuas de los Kim que son para un coreano lo que para un musulmán visitar La Meca. Algunos turistas son conducidos a la casa natal de Kim Il-sung e invitados a beber agua de su pozo, con la promesa de que cada trago les dará 100 años más de vida.

"El ambiente a veces es tan solemne que, bueno, Guy Deslile lo describe como que es muy fácil que se te escape la risa, y es cierto, es tan extraño, tienes que hacer la reverencia… A mí no se me escapó la risa, pero entiendo que haya gente a la que se le pueda escapar. A mí, al contrario, se me contagió bastante este ambiente de solemnidad. Estás allí y piensas, Kim Il-Sung, por supuesto, hay que respetarlo, el padre de la patria, pero lo piensas luego y…"

"Mi intención", explica el autor, "era contar lo que había visto, sentido y oído"

Quizá se le pueda echar en cara a Bernabé cierta complacencia con un régimen al fin y al cabo acusado de graves violaciones de los derechos humanos. Él responde así: "Creo que me pasa como a los equidistantes de la política catalana. El que quiera pensar que estoy a favor de ellos encontrará cosas para pensar que es así, y al contrario también". "Mi intención con este libro –explica– era simplemente contar lo que había visto, sentido y oído".

A Bernabé lo llevaron a visitar el museo 'Casa de Exhibición de Material Militar del Ejército Popular de Corea', donde vio tanques, aviones, cañones y lanzacohetes, entre una abundante muestra de material militar. También visitó los edificios (algunos dicen que búnkeres) donde se guardan los 166.000 regalos que han recibido los mandatarios norcoreanos desde que existe el país. El complejo incluye un hangar diseñado para albergar un avión regalo de Stalin.