El nuevo salto de Manel

El cuarteto mostró un sonido y repertorio renovados en el arranque de la gira de 'Jo competeixo' en Banyoles

Manel, en el primer concierto de la gira de 'Jo competeixo'

Manel, en el primer concierto de la gira de 'Jo competeixo'

JORDI BIANCIOTTO / BANYOLES

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Si hace tres años el ukelele dio paso a endurecidas guitarras eléctricas en la presentación de 'Atletes, baixin de l'escenari', ahora Manel da un nuevo paso al frente y entra en otra dimensión, situando la electrónica y los ritmos exóticos al servicio de una narrativa reconocible aunque cada vez más caudalosa. Sonido expandido y repertorio renovado, este viernes en el primer concierto de la gira de 'Jo competeixo', en Banyoles.

La amenaza de lluvia de estos días aconsejó el cambio de escenario, del Claustre del Monestir, al aire libre, al Auditori de l'Ateneu, cuyas entradas volaron en su momento para un estreno que se situó en el contexto de la presentación del festival (a)phònica. Casi ocho años después del efecto que produjo su primer disco, locomotora de toda una nueva escena, da la impresión de que hay una clientela estable de Manel que crece con el grupo y sigue con deleite sus evoluciones. También la más reciente, que se apreció en Banyoles desde la primera canción, 'Les cosines', intimidante, de corpulentas guitarras y con un teclado manejado intermitentemente, a lo largo de la noche, por el bajista Martí Maymó.

ROMANCE FUERA DE LA LEY

Luego, 'BBVA', con su historia de amor y asaltos bancarios, y sus oleajes electrónicos inspirados, según confesión del grupo, en 'The ballad of Lucy Jordan', la pieza que popularizó Marianne Faifhfull. Endurecida en su tramo final, en línea con el tratamiento general de la noche. También la rescatada 'Desapareixíem lentament', del tercer disco, alzó el tono de sus inflexiones dylanianas, rumbo 'Ai Yoko'.

Tocaron todas las canciones del nuevo disco menos una, 'Avança, vianant', y cinco del anterior, con lo cual la representación de la primera vida de Manel, los dos primeros trabajos, quedó reducida a la mínima expresión. Ya es otro grupo, pero, a la vez, sigue siendo el mismo, con sus inflexiones melódicas deudoras de la tradición folk, aunque las vistan de otro modo ('Cançó del dubte', sobre una ocurrente línea de bajo suministradora de un groove resultón), y con la pastoral vocalización de Guillem Gisbert. Sigue ahí su parquedad al dirigirse al público: un chollo, ya que diga lo que diga, siempre hay alguien ahí que se desternilla. Como cuando aludió al ensayo con público de la semana pasada en la sala Salamandra (L'Hospitalet) y anunció que el de Banyoles era su primer concierto de gira con todas las letras. "Sou el primer públic que té dret a enfadar-se oficialment".

CANTAUTOR DISFRAZADO

A medio recital, 'Boomerang', un poco subida de revoluciones, y la novelesca 'Mort d'un heroi romàntic', una de esas canciones en las que Gisbert más parece un cantautor camuflado en una banda (según la atinada observación que hizo Sisa a este cronista la otra noche, tras el recital de Quimi Portet), como en 'L'espectre de Maria Antonieta' y 'Arriba l'alba a Sant Petersburg'. Es curioso que, cuando más moderno y cool se pone Manel, más literario y trovadoresco se ve, en una doble evolución en paralelo que quizá marque un hito en los anales del pop.

TOQUE TROPICAL

Superados los puertos de montaña, una cuesta abajo gratificante, deportiva, con un 'Ai, Dolors' (soltaria cita al primer disco) un poco transformado, con audaz trama afrolatina, 'Quin dia feia, amics', y de vuelta al nuevo trabajo con la ocurrencia más excéntrica del disco: 'La serotonina', o Guillem Gisbert en modo animador caribeño, quién lo iba a decir, guiñando un ojo a Juan Luis Guerra. Y reservando para el cierre del 'set' el primer sencillo del disco, 'Sabotatge',Sabotatge' de guitarra surafricana y,atención, pasos de baile sincronizados de Gisbert, Maymó y Roger Padilla. Eso sí que es revolucionario.

Antes de las últimas salvas, otro ejercicio de senderismo con la canción que da título al disco. Ocho minutos de intrincada divagación alrededor del fracaso, acaso natural en un grupo que desde el principio de su carrera ha actuado como si el éxito le causara terror o, cuando menos, un prudentísimo respeto. Quizá sea ese el mejor modo de alcanzarlo y mantenerse en él, y de que canciones como 'Benvolgut' y 'Teresa Rampell', que remataron la sesión, no paseen por escenarios como el de Banyoles como víctimas de un fenómeno, sino alzándose con vigor. Quienes creyeron ver en Manel a una ocurrencia efímera deberán tomárselo con calma. Lo suyo está aquí para durar.