La Academia sueca distingue a uno de los narradores europeos más influyentes

Modiano, fabulador de la memoria

El autor francés obtiene el Nobel por su evocación de los destinos humanos durante el periodo de la Ocupación

El escritor Patrick Modiano, durante la rueda de prensa en Gallimard, ayer.

El escritor Patrick Modiano, durante la rueda de prensa en Gallimard, ayer.

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Hay una expresión que define muy bien el estilo de Patrick Modiano. Cuando la noche todavía no ha llegado y el día está por irse, los franceses hablan de entre chien et loup (literalmente, entre perro y lobo), lo que nosotros con mucha menos poesía llamamos crepúsculo. En esa atmósfera vaga, reflejo de los orígenes brumosos del propio autor, se desarrollan las concentradísimas novelas de ese francés melancólico llamado Patrick Modiano (Boulogne-Billarcourt, 1945) que ayer obtuvo el gran premio de la literatura, el Nobel 2014. Algo que, conocida su aversión a los focos, le ha dejado sobrepasado por las circunstancias.

El de Modiano es el décimoquinto nobel para Francia, país que encabeza la clasificación del premio. Una literatura, la francesa, por la que los académicos suecos tienen una querencia especial, por delante de Estados Unidos, y aunque su nombre sonaba en las quinielas, muchos lo descartaron por estar demasiado cercano a la designación de Jean-Marie Gustave Le Clezio, en el 2008. Algunas voces se alzaron entonces en defensa de Modiano, con esos libros breves, alejados de la ambición y el músculo que rara vez alcanzan las 200 páginas.

Este es un Nobel sin fisuras que será celebrado por esa troupe de modianistas, de lectores incondicionales que lo admiran desde su primera y deslumbrante novela, El lugar de la estrella (1968), que a sus 23 años le ofreció de repente un lugar propio en la literatura francesa. Lectores que utilizan su amor por el escritor como una consigna para definirse y reconocerse entre sí.

Se le ha reprochado a Modiano que escriba una y otra vez el mismo libro. Y es cierto, en parte. Modiano, en la célebre distinción de Isaiah Berlin entre zorros y erizos («el zorro sabe muchas tretas y el erizo solo una, pero esencial»), tiene lo segundo, un saber único y concentrado a partir de un mínimo puñado de temas. Sus historias están habitadas por jóvenes que viven dolorosamente el paso a la edad adulta, enamorados de mujeres misteriosas, casi soñadas, que muy bien podrían tener el rostro de Anna Karina, mientras leen o escriben ensimismadas en los viejos cafés parisinos. Y París, aunque podría ser el de las fotografías de Robert Doisneau, siempre es un París inventado, fabulado, pero no por eso menos verdadero.

DOLOROSA NIÑEZ / Para entender las novelas de Modiano hay que rebobinar hasta su infancia sin amor. Hijo de un hombre de negocios y de una actriz belga, nació cuando se acababa una guerra que permitió al padre dedicarse a negocios oscuros y ocultar, durante la ocupación, su condición de judío. La pareja se separó pronto y abandonó prácticamente a Patrick y a su hermano menor -que moriría a los 10 años- en manos de los abuelos y posteriormente al mayor en un internado. A los 15 años, la providencial amistad con el escritor Raymond Queneau, amigo de su madre, le ayudó a reconvertir su dolor en creación, algo que, ha confesado, le salvó la vida y propició su primera novela. En el 2006, y después de 23 libros, publicó Un pedigrí, su trabajo menos filtrado por la ficción, donde narró esas experiencias equiparándose a sí mismo con un perro que tuvo su madre y que acabó suicidándose al no soportar estar en casa siempre solo.

Los académicos suecos han destacado la faceta más conocida del autor, su recreación de los años de la ocupación en sus tres primeras novelas (El lugar de la estrellaLa ronda nocturna y Los paseos de circunvalación). La trilogía es un buceo que intenta recuperar la brumosa memoria de su padre ausente, con el tema de la traición de fondo, que también propiciaría el guion de la película Lacombe Lucien rodada a las órdenes de Louis Malle (y que le valió al director la repulsa de los más chovinistas). La búsqueda de la propia identidad es también el motor de Calle de las tiendas oscuras, que en 1978 se alzó con el Goncourt. Sus obras siguientes son también el retrato de los convulsos años 60, con la guerra de Argelia al fondo, aunque sin una voluntad política clara, algo muy atrevido para el revolucionario momento. No hay que olvidar que como periodista le tocó cubrir las manifestaciones del 68 ¡para la revista Vogue!

En la actualidad, Modiano sigue produciendo incansable sus delicadas piezas de orfebrería de luz incierta. En España y desde que en el 2006 Anagrama se ha empeñado en su recuperación, su nombre ya no es un secreto para unos pocos. Desde ayer mucho menos. El pasado mayo apareció La hierba de las noches, una de sus piezas más misteriosas y surrealistas, y a principios del 2015 prometen Pour que tu ne te perdes pas dans le quartier, su nueva novela, que será, sin duda, tan parecida a las anteriores. Y tan distinta.