Al contrataque
Los debates y la gente
Hay que animar las iniciativas en que representantes y representados se vuelvan a ver las caras y se hablan de tú a tú
Sílvia Cóppulo
Periodista y psicóloga.
Licenciada en Psicología y Doctora en Comunicación. Profesora de Comunicación en la Universitat de Barcelona
Sílvia Cóppulo
Al poder no le gusta debatir, pero a los candidatos no les queda más remedio que tener que enfrentarse con sus desiguales, que aquí radica el atractivo de la cuestión. Desde que en 1960 en Chicago, un Kennedy tranquilo, que se había preparado muy bien la intervención, ganó a aquel Nixon cansado, mal afeitado y un punto espeso, y dio la vuelta al resultado electoral por 100.000 votos de nada pero suficientes, en cada contienda electoral decimos que los debates modifican poco la intención de voto ya tomada por la mayoría de electores, pero a menudo este poco acaba siendo decisivo. Es por eso que los candidatos acuden a ellos, los preparan e intentan ganarlos. Debates televisivos y radiofónicos donde el espectáculo juega un papel fundamental, y debates impulsados por la prensa escrita, como el que EL PERIÓDICO ha organizado esta semana en el CCCB con un valor que lo enriquece: los lectores podían preguntar a sus representantes. Otras veces este diario organiza encuentros de lectores que entrevistan a mandatarios. Es magnífico que haya estas oportunidades, pero en pleno 2015 eso sigue siendo algo extraordinario y no debería serlo. En la época en que todo el mundo tiene acceso a hacer oír su voz, crear estados de opinión y comunidades vivas a través de las redes, sigue siendo difícil que los políticos acepten escuchar las preguntas que con tono crítico les hacen lo que llamamos «la gente». Gente que puede ser imprecisa en el planteamiento, no disponer de datos macroeconómicos, ni saber colocar una metáfora rebuscada para no decir las cosas por su nombre, pero que sabe de lo que habla porque le afecta de lleno a su vida .
Paradojas
En estos últimos tiempos vivo una paradoja. En los años 80, en la radio situábamos cada día a los mandatarios bajo la lupa y el cuestionamiento de la población, que a través del teléfono se dirigía a ellos libremente. Tengo bien presente por ejemplo el 'Fil Directe' que hacíamos en Catalunya Ràdio. Era tarea de los equipos intentar ordenar las intervenciones para escuchar buenas preguntas que acercaran la realidad de los oyentes a la torre de marfil de los mandatarios. Haciéndolo cada día, este ejercicio se convertía en 'ordinario' en aquellos primeros años de reinstauración de la democracia.
Poco tiempo después, con la placidez que otorga hundirse en los asientos del poder, se prescindió de la gente. Los políticos salían poco de sus despachos y 'concedían' entrevistas solo a periodistas elegidos. Han tenido que pasar muchos años, una crisis económica salvaje, que ha supuesto también una nueva implicación de la ciudadanía en la política, y una revolución tecnológica inimaginable entonces, para que representantes y representados se vuelvan a ver las caras y se hablen de tú a tú. Animamos estas iniciativas. Reclamamos la foto. Son 'extraordinarias'.
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