La 'french connection' de Puigdemont

Puigdemont sabe que si queda relegado a símbolo sin poder real, no es más que un fugitivo cuya arrogada legitimidad quedará triturada por los engranajes de la normalidad

rjulve41933303 catalonia s ousted leader carles puigdemont  r  talks to the180206205317

rjulve41933303 catalonia s ousted leader carles puigdemont r talks to the180206205317 / periodico

Luis Mauri

Luis Mauri

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

«El Estado soy yo», sentenció Luis XIV. El Rey Sol, icono de la monarquía absolutista, la que regía arrogándose un supuesto derecho divino, mandó callar con esta máxima lapidaria cualquier desacuerdo de la corte francesa con sus dictados.

Algún eco de esa idolatría del yo reverbera dos siglos y medio después en el cuartel belga de Puigdemont, conocedor de la lengua y la cultura francesas. Hace ya tiempo que el expresident es percibido como el problema y no la solución por sus aliados de Esquerra, por la dirección de su propio partido (PDECat) y por un tercio aproximadamente del grupo parlamentario de JxCat, la marca personalista con la que Puigdemont y los posconvergentes han logrado evitar contra pronóstico el sorpasso de ERC en el liderazgo nacionalista.

La resistencia numantina de Puigdemont a quedar reducido a un símbolo independentista sin poder real cuenta de momento con la adhesión fervorosa de los dos tercios del grupo de JxCat escogidos personalmente por él sin el concurso del PDECat. Y también con la defensa de la CUP, la extremidad decreciente del cuerpo secesionista, cuyo norte principal tras el 21-D es profundizar en la ruptura unilateral con el Estado. Mambo, qué rico el mambo.

¿Hacia una realpolitik?

realpolitikPor el contrario, Esquerra y la cúpula del PDECat intentan virar hacia una suerte de realpolitik. realpolitikLa respuesta del Estado al desafío independentista, aunque infame con los porrazos del 1-O y de dudosa escrupulosidad con la contraofensiva judicial, es de una contundencia y perseverancia manifiestas, y además cuenta con el respaldo granítico de los socios europeos y del poder económico. 

La vía de la unilateralidad ha llegado hasta donde ha llegado, convienen ERC y el PDECat. Junqueras recuerda desde Estremera que hace siete años el independentismo contaba con poco más del 10% de los votos y desde hace cinco está aupado en el 47%. Es hora de recuperar el autogobierno intervenido, consolidar posiciones y reagrupar y ampliar fuerzas. Vendrán más batallas.

El veloz ostracismo

El viraje posibilista hacia una realpolitik requiere, en primer término, una investidura legal. Sin esta, el autogobierno catalán seguirá en manos de Rajoy, vía 155. Y aquí es donde el plan topa con los intereses personales del jefe de filas de JxCat. Refugiado en Bélgica, Puigdemont sabe que en cuanto la Generalitat tenga un nuevo president comenzará una veloz cuenta atrás para su olvido. En el sector de la política, el ostracismo engulle con  asombrosa rapidez a todo aquel que representa un estorbo en cuanto pierde pie.

De ahí el empecinamiento de Puigdemont contra el plan de ERC y la cúpula posconvergente. Su única fuerza radica en blindar su yo con  una porción suficiente de poder real en la nueva etapa. Sin él, no es más que un fugitivo cuya arrogada legitimidad quedará triturada por los engranajes de la normalidad.

A Luis XIV le sucedió en el trono su bisnieto. El impopular Luis XV, no menos ególatra que su antecesor, también quiso esculpir una frase para la historia: «Después de mí, el diluvio».