ANÁLISIS

El tigre de Puigdemont

Tanto ERC como buena parte del PDECat ven en Puigdemont el problema, no la solución. Lo quisieran desactivado, pero para eso hay que atreverse a cabalgarlo

Torrent y Puigdemont, en la reunión que mantuvieron el día 24 de enero en Bruselas.

Torrent y Puigdemont, en la reunión que mantuvieron el día 24 de enero en Bruselas. / periodico

LUIS MAURI

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Rajoy se desespera y yerra con torpeza manifiesta. Puigdemont apura con ardorosa teatralidad su relato legitimista. Y Torrent y sus compañeros en la Mesa del Parlament se enfrentan al dilema de impedir una investidura por control remoto del expresident o exponerse a ser encausados por desobedecer al Tribunal Constitucional. 

Un nuevo laberinto de argucias jurídicas, argumentos bizantinos y espejos deformantes está servido en Catalunya. La política catalana entra hoy, por enésima vez, en fase de enredo. ERC y buena parte del PDECat ven a Puigdemont como el problema y no la  solución. ¿Pero quién será el valiente que se atreverá a cabalgar ese tigre, por más que la fiera sea en realidad de papel? ¿Quién aceptará el desafío y el riesgo consiguiente de ser arrojado al escorial de la traición por los juglares de la épica nacionalista?

Hoy, la respuesta es: nadie. Torrent expuso con claridad la semana pasada que el futuro president y su Govern deben estar capacitados para gestionar con efectividad el país «desde el minuto uno». El eufemismo invitaba a Puigdemont a ceder el paso a un presidenciable sin cuentas pendientes con la justicia, única vía factible para detener la intervención estatal de la autonomía catalana y recuperar las instituciones de autogobierno. Pero Torrent no solo no logró auparse a la grupa del tigre, sino que este cobró a renglón seguido mayor fiereza gracias al error de Rajoy al recurrir sin aval jurídico contra la investidura ante el TC.

Tibios y traidores

La presión sin tregua de Puigdemont aboca a ERC y al PDECat a quebrantar hoy el veto del TC a una investidura a distancia. Tanto ERC como buena parte del PDECat entre la que se incluye su cúpula directiva quisieran a Puigdemont desactivado. Pero para eso hay que atreverse a cabalgarlo. ¿Pero cómo iban a hacerlo, si ni siquiera osan balbucear en público lo que confiesan en privado? El temor a ser tildados no ya de traidores sino solamente de tibios es más poderoso que el dictado de sus coincidentes razones políticas. 

La fuerza de Puigdemont emana del más elemental y poderoso instinto de supervivencia. En el momento en que otro político independentista sea aupado a la presidencia de la Generalitat, él será un cadáver político despojado de cualquier baza para tratar de negociar con el Estado el regreso. En la política, el olvido de los perdedores o de los estorbos es veloz, inclemente. Desaparecen bajo una losa de hormigón armado. Por eso la única e inquebrantable apuesta de Puigdemont es: o yo o nadie.

Puigdemont y sus circunstancias

Pero ni siquiera estas circunstancias le permitirán alcanzar de nuevo la presidencia. La mayoría independentista puede entregarse otra vez a la desobediencia, aumentar la lista de sus representantes encausados e incluso complicar la situación de estos, pero una investidura anticonstitucional nacerá muerta.

Tras el revés del TC a Rajoy, Puigdemont instó a este a rectificar o dejar paso. Un emplazamiento realmente atrevido, viniendo de él y de sus circunstancias.