Desmontando el 'mito Colau'

La huelga del metro durante el Mobile quiebra el aura de Colau, conminada desde bandos opuestos a elegir entre el activismo y el papel de gobernante

ENRIC HERNÀNDEZ

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La huelga de metro y autobús que tanto ha complicado la movilidad en Barcelona durante el Mobile World Congress ha quebrado el aura política de Ada Colau, en estado de gracia tras su inesperada victoria municipal de mayo y la de En comú Podem en las generales. Pese a la fragilidad de su gobierno, que pide a gritos una alianza con el PSC (y a poder ser ERC) que brinde estabilidad al proyecto, Colau había sorteado hasta ahora numerosos obstáculos sin sufrir ningún traspié de gravedad. El primer percance, y no menor, le ha llegado con el conflicto laboral de TMB.

Por de pronto, no haber evitado los paros del transporte público durante el acontecimiento ferial más importante del año, que aporta a la ciudad millonarios beneficios y enorme proyección mundial, constituye un fracaso en sí mismo. Se podrá discutir si la estrategia negociadora de TMB fue la correcta, o si Colau debió implicarse personalmente en la negociación con los sindicatos sin garantizarse antes el éxito de la maniobra. Pero esa es la letra menuda.

El debate de fondo ha tomado otro derrotero: el cuestionamiento de si una líder política procedente del activismo social, combativa y solidaria con todo tipo de huelgas y protestas, está en condiciones de gobernar y ejercer de patrona de una empresa, pública en este caso, como TMB. ¿Activista o alcaldesa?

El interrogante interpela a Colau y delata a quienes, desde bandos opuestos, lo formulan con el objetivo compartido de desmontar el 'mito Colau'. Los sindicatos han radicalizado su estrategia, en defensa de intereses corporativos y seguramente más legítimos que los medios empleados, para poner a prueba el compromiso social de la alcaldesa: a ver si de verdad es una de las nuestras. Y la Barcelona biempensante ha hallado la prueba de que, como sospechaba, a la alcaldesa le falta un hervor.

¿Populismo o pragmatismo?

Si prometer una cosa y hacer la contraria fuera síntoma de populismo, Felipe González con el referéndum de la OTAN y Mariano Rajoy con la subida de impuestos se llevarían la palma. El trecho que separa los deseos de la realidad, que todo gobernante acaba por transitar, se denomina pragmatismo.