La UE se encierra en sí misma

REUNIÓN ESPECIAL CON TURQUÍA

REUNIÓN ESPECIAL CON TURQUÍA / H0 bjw CB

ALBERT GARRIDO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La decisión de la Unión Europea de convertir a Turquía en un contenedor de refugiados contra el pago de 6.000 millones de euros ha dañado de forma casi irreversible el compromiso europeo con los derechos humanos y con los valores democráticos. Mientras el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan –¿habría que decir régimen?– ha sabido exprimir la crisis de los refugiados hasta la última gota para acelerar su incorporación a Europa sin menoscabo de su programa regresivo, los europeos han decido cerrar los ojos a la reaildad turca: injerencia del poder en la libertad de expresión, agresiones a la división de poderes, islamización de la vida civil, aprovechamiento descarado de la guerra en Siria para arremeter contra la comunidad kurda, etcétera, etcétera. Acabar con el incordio de los refugiados bien vale un ataque de ceguera.

Acelerar el mecanismo de ingreso de Turquía en la UE sin que el aspirante a socio cumpla con muchos de los requisitos consustanciales a la organización equivale a claudicar, a hacer ostentación de una debilidad extrema y a alimentar el euroescepticismo, el ultra y el progresista, que también lo hay, por razones no intercambiables, pero igualmente eficaces.

Utilizar a los refugiados que huyen de los desastres de la guerra, de la inseguridad crónica y del acoso permanente para obtener contrapartidas políticas –el juego de Turquía– es tan poco honorable como aceptar el trato –el juego de la UE– para desembarazarse del problema. Si una comunidad de 500 millones de habitantes, con áreas refulgentes de prosperidad, no acepta pechar con la responsabilidad de gestionar la crisis, cabe preguntarse cuál es el proyecto político de futuro de la UE y cómo piensa influir a escala internacional si se encierra en sí misma en cuanto debe afrontar un gran reto.

El vaticinio de Umberto Eco un año antes de su muerte cobra cada vez más sentido: “Europa va a cambiar de color. Y este es un proceso que requerirá mucho tiempo y costará mucha sangre”. Ahí está el final del efecto Aylán para corroborarlo.