Doble cita con un icono de la música metal y el cine de terror

Rob Zombie: "No me cuesta nada entender a los monstruos"

JUAN MANUEL FREIRE
BARCELONA

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Su nombre artístico -el verdadero es Robert Bartleh Cummings-, sus canciones y sus películas pueden dar miedo, pero en la vida real Rob Zombie es un caballero. El antiguo líder del famoso grupo heavy metal White Zombie, ahora artista en solitario y cineasta de terror de culto, conversa con calma, hace bromas y, en general, te hace sentir bien; todo lo contrario que sus escalofriantes películas. Títulos como La casa de los mil cadáveres, Los renegados del diablo y Halloween. El origen, la más taquillera de la saga, son salvajes declaraciones de amor al horror que han apasionado a muchos fans del género. El festival de Sitges ha querido premiar su dedicación a lo macabro con un Gran Premio Honorífico, entregado ayer en los cines Aribau. Hoy, Rob Zombie mostrará sus dotes de shock rocker en Razzmatazz (20.00 horas) con su nuevo show en solitario.

-En sus películas suele mostrar simpatía por el monstruo.

 

-La mayoría de películas que me gustan, de El doctor Frankenstein a King Kong, lo hacen. Debe de ser algo que viene de cuando era pequeño; me sentía incomprendido y apartado de todo. No me cuesta entender a los monstruos.

-Ahora los nerds, los freaks o como queramos llamarlos son populares y controlan la cultura pop. Pero en otras épocas ser así se pagaba con la marginación.

 

-Lo que antaño estaba mal visto y te convertía en un marginado, ahora es masivo. ¿Las películas de Star Trek? ¿El señor de los anillos? Vamos, aquellas cosas no se podían ni mencionar en público. La gente te odiaba. Y ahora es el mainstream. Es extraño. Ahora soy yo quien no se interesa por esas cosas, la verdad [risas].

-¿Quiso ser antes estrella del rock o director? ¿Cuál era el plan?

 

-De chaval me gustaba todo: el rock, las películas de terror, los cómics, todo lo que hago ahora -Zombie ha lanzado varias series de tebeos-. Pero al principio fue la banda. Ese era el plan.

-Al principio de su carrera como director, solía fichar a muchos actores de culto para pequeños papeles. ¿Por qué lo hacía? ¿Para cumplir el sueño de conocerlos?

 

-Sobre todo porque me gustaban. Con que hubieran salido en una de mis películas favoritas ya era suficiente motivo... Cuando hago una película, quiero que sea especial para mí. No me gusta ver una película de terror y no conocer a ningún actor.

-Sus filmes no son irónicos en absoluto, como tanto cine de terror puede serlo hoy en día.

 

-Nunca soy irónico. Soy bastante directo. Y tampoco busco una lectura social que redima la historia [risas].

-¿Ha visto La cabaña en el bosque, la película que reflexionaba con imaginación sobre los tópicos del género de terror?

-No, no la he visto.

-Vaya... ¿Qué le parece que un crítico haya hablado de su última película, The lords of Salem, afirmando que se trata de la respuesta satánica a To the wonder, de Terrence Malick?

-Yo no la veo como una película de terror. Para mí es como una película de drogas, un trip psicodélico. No es terror; o al menos no lo entiendo así en un sentido tradicional. Aquí me salí de mis referencias habituales y quise ir en otra dirección. Mis modelos eran La montaña sagrada, de Jodorowsky, y Tommy, de Ken Russell.

-En sus películas, usted no tiene compasión con los seres humanos, pero odia la crueldad hacia los animales y es vegano. ¿Cómo explica esa dualidad?

-La gente está podrida. De algún modo se ha convencido a sí misma de que puede maltratar a los animales. Y no hay que ser demasiado inteligente para reconocer la inteligencia emocional que los animales pueden tener. A veces cuesta entenderlos, pero igual que a los humanos.

-¿Qué puede contarnos de 31, su próxima película?

-No le he dicho a nadie de qué va. Solo puedo decir que será una cinta de terror muy violenta, directa, nada trippy ni psicodélica.

-Y de su asalto musical de esta noche a Razzmatazz, ¿qué podemos esperar?

-El show es increíble. La banda es mejor que nunca. Y en cuanto a repertorio, hay temas de todas las eras. Nadie quedará insatisfecho.