ANÁLISIS

Muy poca originalidad

QUIM CASAS

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Cuando un actor es nominado al Oscar por interpretar un personaje con algún tipo de minusvalia física o mental, lo más normal es que los otro cuatro nominados decidan ausentarse de la ceremonia. Si no lo hacen es por guardar las formas, por supuesto, y por si suena la flauta. Pero la realidad es que tienen todas las de perder. Ha sido así desde hace años y no tiene pinta de que el tópico, porque ya se ha convertido en un tópico, vaya a cambiar. Así que si el Oscar a la mejor película paraEl discurso del reyestaba medio cantado --entonces, ¿por qué narices nominan aToy Story 3,por ejemplo, si saben que le van a dar el Oscar al mejor filme de animación y ya está?-. el de los mejores actores principales y secundario tenía grabado el nombre deColin FirthyChristian Bale desde que se oficializaron las nominaciones. Y con esto no quiero decir queFirthno esté bien como el tartamudo rey Jorge VI -aunque tampoco es el mejor trabajo del excelente actor inglés- y que Baleno cumpla con creces en su papel de adicto al crack y expúgil alelado, pero desde hace años este tipo de trabajos no son premiados por las estrictas cualidades actorales, sino porque se da por sentado que es más difícil interpretar a alguien con deficiencias que alguien que no las tiene. Y no siempre es así.

Estos dos galardones, y el de mejor película, y aún más el de mejor director -¿alguien en su sano juicio puede creerse que el trabajo de dirección deTom HooperenEl discurso del rey es más original y meritorio que el de los hermanosCoenenValor de leyo incluso el tan barroco comoepatantedeDarren AronofskyenCisne negro?- son, lo siento, un insulto al sentido común, si es que los votantes siguen teniéndolo.

Uno de los pocos premios sensatos, de lógica irrefutable, es el obtenido porAaron Sorkin: David Fincher,cineasta con un concepto visual muy personal, se ha plegado enLa red socialal estupendo guión adaptado deSorkin,así que aquí se ha hecho justicia. Los Oscar este año han sido tan previsibles y ultraconservadores como la propia ceremonia. Al menos, en los Globos de Oro pudo disfrutarse del humor duro y vitriólico deRicky Gervais.