'Jotes de combat', protesta con alegría en Barnasants

El concierto realzó el fondo comprometido del género popular en el estreno del festival

Barnasants

Barnasants / periodico

JORDI BIANCIOTTO / L'HOSPITALET DE LLOBREGAT

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Familiarizados con una larga tradición de canción protesta airada, de dientes apretados, fue refrescante asistir, el jueves en el teatro Joventut de L'Hospitalet, a un arranque de Barnasants que casó la denuncia con la alegríaLas “jotes de combat”, con Quico el Célio, el Noi i el Mut de Ferreries, Eliseo Parra, Miquela  Lladó (Música Nostra) y Eva Dénia, recordaron que denunciar injusticias sin estar, o parecer, muy enfadado es posible, y que por la vía del júbilo compartido, los mensajes revolucionarios quizá sean más invencibles.

La apertura de la 21ª edición del festival contó, como es costumbre, con unas palabras de su director, Pere Camps, que felicitó al Joventut en su 25º aniversario, que celebra este año, cargó contra los bajos presupuestos culturales y contra el IVA, y se despidió recordando que “sin cultura ganan ellos”. Nos había dado la bienvenida, desde el vestíbulo, Guardet ‘Lo cantador’, fenómeno de Amposta, con su rondalla y sus ‘jotes de ronda’, y todo ello, palabra crítica y verso popular, se fundió con la entrada en escena de los ‘quicos’ y compañía en una ronda de ‘cants de treball’ con felices mensajes subversivos bañados en ironía: Gaya (‘el Célio’) dijo haberse hecho jotero “per poder-me queixar”, y la valenciana Dénia se rebeló contra el matrimonio: “perquè no m’agrada que em manen”.

TAN CATALANA COMO LA SARDANA

Apuntaron hacia la proximidad rítmica de la jota con otros palos, como en el ‘Fandango dels tres amors’ (Lladó), la granaína ‘Jo pensava que em volies’ (Dénia) y la seguidilla ‘Van por el aire’, interpretada esta Eliseo Parra, vallisoletano que, dijo, llegó a L’Hospitalet, a la Rambla Catalana, en 1966. “La Torrassa és el meu barri”, afirmó entre aplausos. Gaya habló de la jota como “uno de los primeros movimientos de canción protesta”, alimentando esa leyenda que sitúa sus orígenes en la figura del valenciano medieval Aben Jot, y la reivindicó por ser “tan catalana com la sardana i el porró”.

Cantos amables, de ritmo envolvente, sonrisas y momentos de mayor intensidad lírica a través de textos de Maria Mercè Marçal (‘Cançó de les dones’) y Vicent Andrés Estellés (‘Els amants’, que Dénia convirtió en un imponente ‘cant d’estil’). Y un poco de melancolía en ‘El silenci d’estimar’, de Parra, antes de devolver el género al territorio de la improvisación en unas rondas finales con citas sarcásticas al Congreso, el delta del Ebro, los recortes en sanidad y educación, y los aeropuertos sin aviones. Son los duraderos, transformables, poderes de la jota.