Pau-Marí Klose: «La pobreza deja en los niños cicatrices que pueden no cerrar»

Pau Marí-Klose

Pau Marí-Klose / FERRAN NADEU

CARME ESCALES / BARCELONA

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Nacer es una lotería. Y el lugar donde se nace, el hogar, los genes, el vecindario, el juego, los estímulos que se reciben, dentro y fuera de casa, y los que habrán faltado en la infancia, abren a pico y pala toda una vida por delante. Pau Marí-Klose (Santa Eulària des Riu, Eivissa, 1972) ha fijado su mirada en la niñez y adolescencia para reconocer en ellas aquello que puede decidir muy fácilmente, y ya no por azar, la prosperidad y el bienestar futuros. Los análisis de pobreza infantil e inclusión social de este profesor de Sociología de la Universidad de Zaragoza, que fue responsable científico del Institut d'Infància i Món Urbà, ayudan a dibujar las diferentes trayectorias del trampolín que desde la niñez propulsa la sociedad.

-¿A qué llamamos pobreza?

-A nivel académico, la definición operativa que utilizamos de pobreza tiene que ver con los recursos económicos, pero solo como la punta de un iceberg que permite identificar situaciones potencialmente problemáticas o situaciones de exclusión social más amplias, que tienen consecuencias en el bienestar psicológico de las personas.

-No tener dinero deprime.

-La pobreza normalmente está asociada al malestar, al riesgo, a la depresión y a la ansiedad, y todo ello predispone a desarrollar problemáticas más graves. La dimensión de las carencias materiales es una privación. No puedes consumir, lo cual quiere decir renunciar a bienes asumidos como necesarios para llevar una vida digna. Y ya cuando se incurre en deudas porque aparecen gastos imprevistos puede generar malestar psicológico, insomnio...

-Como una bola de nieve, cada vez más grande...

-Sí, un carro que cada vez rueda con mayor dificultad, una experiencia de acumulación de situaciones de adversidad que pueden redundar en efectos sobre la salud, el progreso educativo y el bienestar psicológico. En Estados Unidos algunos estudios se han llegado a plantear hasta qué punto la pobreza afecta a las capacidades intelectuales.

-Cuando, por lo general, son las capacidades intelectuales las que ayudan a dejar atrás la pobreza.

-Es un pez que se muerde la boca. Si nuestra capacidad intelectual tiene que ayudarnos a disolver la situación de pobreza pero nos vemos rebasados por las circunstancias, la pobreza puede acabar restando capacidad operativa de nuestro nivel de inteligencia. En India se hizo un estudio que demuestra que cuando hay recursos, los niveles de inteligencia son mayores. Allí se pasó un test de inteligencia en época de cosecha y en el momento de esperarla, cuando la gente está casi sin recursos. Y en ese momento es cuando el test confirmó un nivel más bajo.

-Usted estudió Historia, Antropología y Sociología, y ha trabajado cuatro años en Estados Unidos. ¿Por qué eligió la pobreza infantil como materia principal de análisis?

-Yo centré mi tesis en la transición a la vida adulta y los problemas de gestión de la adversidad en esa etapa de cambio. Incluí en ella en qué medida las políticas de bienestar olvidan la situación de la gente joven. Siempre con mucha vocación, me preocupó que aquello que yo estudiaba fuese útil a las personas, que pudiera servir de algo para ellas. Y no necesariamente comprometido personalmente con el tema, pero sí con mucha sensibilidad hacia él. No he ejercido la militancia en la reivindicación social, pero sí me he involucrado en ella, hasta cierto nivel, a partir de la constatación.

-Pau Marí-Klose hizo su tesis en la Universidad de Chicago y luego en Catalunya fue director científico del Institut d'Infància i Món Urbà, al cargo de estudios de pobreza e infancia. La pobreza infantil tiene aspectos invisibles que solo investigaciones como en las que usted participa pueden mostrar. ¿Cuáles son?

-Para empezar, la probabilidad de ser un bebé de bajo peso es más alta en hogares donde la pobreza está presente. Y el bajo peso incrementa las posibilidades de desarrollar enfermedades. La pobreza en la infancia es una mochila con piedras que impiden ascender de la misma manera que lo hacen el resto de niños. No es un efecto determinista, pero, si eres más pobre, eso te marcará la vida. Hay personas que, aun así, salen exitosas, pero es la excepción la que confirma la regla. Y a esos debemos valorarlos mucho.

-¿Cómo se mide el sufrimiento que cargan los niños y niñas pobres?

-El fracaso escolar habla de ello. Yo he hecho entrevistas a niños que dormían en el comedor de su casa. Eso significa allí donde está la televisión. Por lo tanto, duermen mientras alguien mira la televisión o cuando se termina de mirar. También esos niños muchas veces tienen que estudiar con la tele encendida. El comedor es su dormitorio y su estudio.

-¿Pasan hambre esos niños?

-No necesariamente. La comida se ha magnificado mucho, como el hambre, pero no es, en el primer mundo, una dimensión de la pobreza. Sí lo son las condiciones de infrahabitabilidad de un hogar. Humedades, ventanas que no cierran bien y causan corrientes de aire, todo eso se asocia a la salud porque predispone a desarrollar infecciones.

-Más motivos para fracaso escolar.

-Entre el 40% y el 45% de fracaso escolar se da en alumnos cuyos padres han tenido un nivel educativo bajo, o sin estudios. Ellos tienen hijos que no superan la ESO. Prácticamente no se da en hijos de padres universitarios. Es una asociación evidente porque ya se parte de déficits. Además, padres más o menos estresados estimularán cognitivamente más o menos a sus hijos. Y padres con recursos educativos bajos, no tienen la misma capacidad de despertar a los niños en el estudio. Se ha visto que la estimulación cognitiva es mayor, se escuchan más palabras diferentes y desde muy temprana edad, en un hogar con recursos, acomodado, que en otro más desfavorecido.

-Si te tocan cartas buenas...

-La pobreza siempre es un drama, personal y familiar, pero deja en los niños cicatrices que pueden no cerrar bien. A parte de ser una injusticia, la pobreza afecta a la desigualdad de oportunidades.

-En el tercer Congreso de Ocio Educativo, que se celebró en octubre en el Caixafòrum y en el que usted fue ponente, quedó clara la inclusión social de las actividades extraescolares.

-Las actividades de ocio educativo son un mecanismo igualador en la medida en que se benefician de ellas los grupos más desfavorecidos, porque son realmente un mecanismo de compensación.

-¿Es consciente de su valor la sociedad, padres, hijos, gobiernos...?

-El problema es que los resultados no se evalúan bien porque las herramientas para hacerlo que tenemos aquí son muy justitas. Los administradores públicos no tienen la capacidad de evaluar con rigor su eficacia. Se fundamentan en evidencias muy frágiles sobre si funciona o no. Faltan criterios objetivos, como sí tienen en otros países como EEUU.

-¿Cree que unos buenos resultados permitirían potenciar más el ocio educativo como inversión social?

-Sí, y discriminación positiva, focalizar los recursos en los grupos que más lo necesiten. Si las colonias son positivas, debería preocupar que accedan a ellas quienes acostumbran a quedar fuera del radar.

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