Ucrania-Rusia

10 años de la mecha
que prendió la guerra

Por Irene Savio

EL PERIÓDICO recorre las etapas del inicio del conflicto armado en Ucrania, que hace ahora exactamente 10 años supuso el fin del orden internacional establecido entre Rusia y Occidente desde el ocaso de la Guerra Fría. 

Item 1 of 5

Un par de frases de Olexsandra Lutsak, una joven de 21 años desplazada de Crimea, bastan para colarse en la vida de alguien que ha vivido la mitad de su existencia en guerra.

Dice, cuando es preguntada por la anexión de la península por parte de Rusia, que lo primero que recuerda es el miedo. "Tenía apenas 10 años y no entendía bien qué pasaba, pero tenía miedo", afirma. También explica que, al final, su familia encontró el dinero y pudo huir; solo quedaron atrás algunos parientes con los cuales ahora ya no se habla. Y que en Kiev le costó adaptarse. "Tuve que repensar mi identidad", reflexiona esta ucraniana originaria de Sebastopol.

Brigasdas de autodefensa ucranianas

Brigasdas de autodefensa ucranianas

El caso del Olexsandra es en muchos sentidos un ejemplo en carne y hueso de la tragedia que supuso hace una década el inicio del conflicto ruso-ucraniano. Un ejemplo de cómo la guerra –no la de los despachos de la política internacional–  ha asomado al infierno a personas que vivían como cualquiera con lo que tenían.

Gente que lo ha perdido todo –su casa, sus relaciones personales–, o mantiene el contacto también entregándose a redes clandestinas que se lucran con la desdicha. 

En 2014, la periodista que firma este reportaje cubrió para EL PERIÓDICO, con crónicas desde el terreno, primero la anexión rusa de Crimea y luego el levantamiento prorruso en el este de Ucrania, con sus incendiarias consecuencias para el mundo. La culminación bélica del periodo de desestabilización que se inicia con la revuelta de Maidán y la toma del poder en Kiev de un Ejecutivo interino prooccidental, que el Kremlin vio cómo un peligroso alejamiento de Ucrania, un país al que consideraba de su órbita.

CRÓNICAS QUE PUBLICÓ EL PERIÓDICO SOBRE LAS PROTESTAS DE 2014

La guerra psicológica

Ucrania deja Crimea

«Esperamos al Kremlin»

La muerte sin nombre

La anexión
de Crimea

Las imágenes de unos encapuchados armados que en la madrugada del 27 de febrero de 2014 ocuparon el Parlamento de Crimea izando banderas rusas fueron el pistoletazo de salida de la caída de esta península en manos rusas. La secesión de Ucrania, apoyada por una parte de la población mayoritariamente ruso-hablante de Crimea y que contó desde el inicio con un apoyo militar abierto de fuerzas de la Federación Rusa (los célebres "hombrecillos de verde"), ocurrió de forma vertiginosa y sin apenas derramamiento de sangre, como recuerdan estudiosos como Paul D'Anieri, autor de Ucrania y Rusia, de un divorcio civilizado a una guerra incivilizada.

"Dos factores hicieron imposible una defensa militar [de Ucrania]. Uno fue la velocidad de la operación [rusa] que tomó por sorpresa a las fuerzas ucranianas, que se encontraron enfrentadas a fuerzas superiores. El segundo fue que la mayoría no estaba inclinada a luchar. Muchas unidades militares ucranianas en Crimea se rindieron o cambiaron de bando en masa", ha resumido D'Anieri, catedrático de la Universidad de California.

En estas circunstancias, los insurgentes prorrusos de Crimea convocaron un referéndum en el que, según sus organizadores, participó el 83% de la población y el 96% de los votantes se pronunció a favor de la independencia e integración a Rusia. Posteriormente, el 18 de marzo, el presidente Vladímir Putin y los representantes de Crimea, que hasta 1954 había sido parte de la Unión Soviética, sellaron la incorporación de este territorio a Rusia. Tan solo un día antes, Reshat Ametov, de la minoría tártara, se había convertido en la primera víctima civil fallecida durante esta anexión a día de hoy no reconocida por la casi totalidad de la comunidad internacional.

El espectro
del conflicto

No obstante, en esa primavera de 2014, Crimea no fue el único frente que se le abrió al Gobierno interino de Kiev. Durante semanas, violentos choques entre los partidarios de la integración europea (el Euromaidán) y de una mayor vinculación a Rusia (el llamado Antimaidán) también se sucedieron en distintas regiones del país, como Járkov y Odesa. A día de hoy, no hay un consenso unánime sobre el papel de Rusia y de las autoridades locales en estos enfrentamientos, escasamente investigados judicialmente por Ucrania.

Járkov

En esta ciudad, la segunda más importante de Ucrania, insurgentes prorrusos ocuparon en abril la Administración de la ciudad y proclamaron la autodenominada República Popular de Járkov. Sin embargo, la asonada duró apenas 48 horas, tras las cuales las fuerzas ucranianas retomaron el control de la ciudad.

Odesa

El 2 de mayo, manifestantes prorrusos que habían arremetido contra una marcha por la unidad de Ucrania se refugiaron en la Casa de los Sindicatos, a la que luego partidarios de Kiev prendieron fuego. El balance final del trágico suceso, y otros enfrentamientos en la ciudad, fue de 48 personas muertas, según constató la ONU. La mayoría de los fallecidos fueron identificados como prorrusos.

La revuelta
del Donbás

En la primavera de 2014, al activista proucraniano Evgeni Semekhim le pusieron en una lista de personas buscadas y por eso tuvo que escapar -como les pasó a muchos- del Donbás, la zona del este de Ucrania que aquel año vivió el conflicto más sangriento. No obstante, del caos de esos días Evgeni guarda también la memoria de una peculiar conversación. "Estaba con un amigo cuando uno de los líderes insurgentes nos llamó y nos dijo que no tenía suficientes hombres ni la situación bajo control, lo que demuestra que quizá aquello se podía haber parado en sus primeros días", cuenta ahora este hombre originario de Mativska, en la provincia de Donetsk. "Yo lamentablemente tuve que huir. Así me perdí incluso los funerales de mis abuelos", añade.  

Pasado el tiempo, existe la sensación de que había señales de una posible ruptura del Donbás. "El sentimiento prorruso era bastante alto en el industrializado Donbás", afirma Serhii Plokhy, autor de The Gates of Europe: A History of Ukraine.

Según este estudioso, en esta zona de Ucrania "muchos ciudadanos se sentían apegados a la ideología soviética", una nostalgia alimentada por la acentuada decadencia socioeconómica de la zona -que relató entonces este diario- y también por la polémica en torno al idioma ruso azuzada por el anterior presidente ucraniano Viktor Yanukóvich

En este caldo de cultivo, animados por la secesión de Crimea y estimulados por Moscú, los insurgentes prorrusos ocuparon en abril algunos edificios públicos de Donetsk y Lugansk y convocaron el 11 de mayo sendos plebiscitos para separarse de Ucrania (tampoco reconocidos internacionalmente), en los que triunfó la alternativa separatista. Algo que "no sólo precipitó la escalada del conflicto", sino que también "atrajo un flujo de combatientes del extranjero" empleados "por todas las partes", con una "significativa repercusión sobre los derechos humanos", como constataría luego la Misión en Ucrania del Grupo de Trabajo sobre el uso de mercenarios de la ONU

Un elemento diferencial fue, en este sentido, la reacción de Kiev y la de Moscú. Los primeros pusieron en marcha (abril) una "operación antiterrorista", luego impulsada (mayo, junio) por Petro Poroshenko, tras el nombramiento del oligarca como nuevo presidente ucraniano. Los segundos rechazaron el reconocimiento oficial de la secesión prorrusa, aunque había habido indicios sobre el apoyo económico y militar (una especie de invasión fantasma, con combatientes y arsenal bélico) de la Federación Rusa desde las primeras semanas.

De este modo, lo que había al principio fue descrito como un conflicto "mitad guerra civil, mitad guerra proxy de Rusia", se convirtió en un enfrentamiento armado real entre milicianos apoyados por Moscú y fuerzas ucranianas.

Las consecuencias para Ucrania

Lugansk bajo ocupación rusa en 2014. FOTO: Leticia Álvarez

Lugansk bajo ocupación rusa en 2014. FOTO: Leticia Álvarez

De esta manera, quedó claro que en el Donbás no se iba a repetir el guion de Crimea. Iba a ser peor. 

Tan solo en el primer año de conflicto, la ONU documentó más de 6.000 muertos y casi 16.000 heridos en el este de Ucrania. Los datos subrayan también la grave situación de los civiles, atrapados en una ruleta rusa de actividades bélicas, con momentos de menor y mayor iniciativa de ambos bandos.

Niñas ucranianas juegan en el exterior de una tienda en un campo de refugiados en la localidad de Izvarino, en la región Rusa de Rostov. FOTO: Yuri Kochetkov

Niñas ucranianas juegan en el exterior de una tienda en un campo de refugiados en la localidad de Izvarino, en la región Rusa de Rostov. FOTO: Yuri Kochetkov

Bombardeos indiscriminados, ejecuciones extrajudiciales y malos tratos de prisioneros fueron parte de esta etapa y lo serían en el futuro, según diversas organizaciones. En paralelo, en ese mismo plazo de tiempo, Ucrania alcanzó la cifra de más de un millón de desplazados internos, más de dos tercios de los cuales originarios del Donbás y el resto de Crimea.

El coste económico también fue altísimo. Según el Banco Mundial, el PIB ucraniano se contrajo un 6,6% en 2014 y un 10% el año siguiente, como resultado no solo de los daños sufridos, sino también a causa del esfuerzo para profesionalizar un Ejército hasta ese entonces vetusto y disfuncional. Consecuencia de ello fue también la escasez de medicinas en hospitales públicos, según informes internacionales.

Manifestante proucraniano en Donetsk en la primavera de 2014. FOTO: Leticia Álvarez

Manifestante proucraniano en Donetsk en la primavera de 2014. FOTO: Leticia Álvarez

Las consecuencias para el mundo

Han pasado 10 años desde el inicio del conflicto rusoucraniano y, para muchos, la hostil relación entre Rusia y Occidente no sólo empieza a ser un capítulo para los libros de historia, sino que parece ser la única realidad que se recuerde. Pero no era así antes de 2014. Entonces, Rusia y la OTAN incluso habían organizado sus primeros ejercicios militares conjuntos (que nunca se llevaron a cabo) y diversos países europeos mantenían -especialmente Alemania e Italia- un significativo intercambio comercial con Rusia, que desde esos días ha ido progresivamente disminuyendo, con sus repercusiones. 

Cumbre de la OTAN en Varsovia en 2016, con el presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, el de España, Mariano Rajoy, y el primer ministro de Reino Unido, David Cameron. FOTO: Diego Crespo

Cumbre de la OTAN en Varsovia en 2016, con el presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, el de España, Mariano Rajoy, y el primer ministro de Reino Unido, David Cameron. FOTO: Diego Crespo

En este sentido, después de la inicial tibieza en la respuesta de los países occidentales, la anexión de Crimea y la rebelión en el este ucraniano supusieron una continuada dinámica de represalias entre los dos bloques y un aumento de la actividad de la OTAN cerca de la frontera de Rusia. Fruto de ello, después de la cumbre de Varsovia de 2016, fue la apertura de nuevas bases de la Alianza Atlántica como la de Adazi en Letonia, uno de los países del Báltico hoy en máxima alerta ante la posibilidad de un nuevo crescendo de esta guerra iniciada hace una década.

Un reportaje de El Periódico

Textos:
Irene Savio
Fotos:
Irene Savio, Leticia Álvarez, Photomig
Infografías:
Ricard Gràcia
Diseño:
David Jiménez
Coordinación:
Rafa Julve, Laura Puig y Jose Rico