Tensión en un país europeo

Ucrania, la brecha que no se cierra

Un hombre contempla el paso de un convoy militar ucraniano cerca de Donetsk.

Un hombre contempla el paso de un convoy militar ucraniano cerca de Donetsk.

IRENE SAVIO
KIEV

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«Me importa un rábano lo que digan Maidán y Kiev». A finales de febrero, pocos días después de las primeras revueltas en Crimea y en el este de Ucrania, Alla Kiryazeva descendía de un avión en el aeropuerto de Kiev con una maleta cargada de resentimiento. Originaria de Krivói Rog (sudeste del país) y afincada en Nueva York desde hace una década, Alla regresaba a Ucrania para dar algo de ánimo a su familia. «Mi madre, que es enfermera jubilada, no podría sobrevivir si no fuera por el dinero que le enviamos mi hija y yo, que hemos tenido que emigrar a EEUU por culpa de la corrupción e ineptitud de Kiev», explicaba Alla, poniendo cara y voz al enfado de la gente del este, de mayoría rusohablante.

Pero la brecha entre el este y el oeste de Ucrania no es solo lingüística y étnica sino también económica. Y es profunda. Según el informe Desigualdades regionales en Ucrania, publicado a finales del 2013 por la experta Yelizaveta Skryzhevska, el este de Ucrania fue la región más afectada por la grave crisis económica de los años 90, cuando el país sufrió el declive más pronunciado de producción de todas las repúblicas exsoviéticas (-45% entre 1991 y 1998). «En la época soviética, la mayoría de la población en el este trabajaba en el sector minero (en la provincia de Donetsk) y en la industria pesada (en Lugansk, Zaporizhyia y Dnipropetrovsk). Pero en los 90, muchas de estas fábricas fueron cerradas, lo que provocó un empeoramiento de las condiciones de vida en toda la región», dice Skryzhevska.

Los datos analizados a partir de estudios del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) lo exponen de una forma muy gráfica. Muestran que las industrializadas Donetsk y Lugansk pasaron en menos de una década, de 1994 a 2001, de ser la primera provincia y la tercera provincia con el mejor Índice de Desarrollo Humano (IDH) de Ucrania a ocupar, respectivamente, los puestos 26 y 27. Es decir, ahora son las que tienen el peor nivel de todo el país, situación que no ha cambiado en la actualidad, como muestran los datos de PNUD del 2008.

ESPERANZA DE VIDA MÁS BAJA / Los años posteriores en los que la economía ucraniana mejoró —en el 2004 el país creció un 12% para luego volver a hundirse—, muestran en parte la otra fisura que atraviesa este territorio: la económica. El este sigue siendo el pulmón industrial de Ucrania, pero los beneficios y los costes se han repartido de forma desigual. Organismos como la PNUD dibujan un panorama aterrador en esta zona este de Ucrania, donde se conjugan «bajos índices de esperanza de vida y altas tasas de mortalidad infantil», debido a la «extremadamente alta contaminación ambiental» y un entorno en el que ha arraigado el alcoholismo y alarma la criminalidad.

Las minas de carbón de la cuenca de Donetsk figuran entre las más peligrosas del mundo. Ayer mismo fallecieron siete mineros, en una zona donde en el 2007 los muertos fueron 100. Pero además, este sector es ahora uno de los más expuestos a las pugna entre Rusia y Ucrania. «Muchas empresas del este temen la quiebra pues sus clientes históricos son los rusos y ha habido cancelaciones de pedidos», cuenta el economista ucraniano Alexánder Narbut. Las otras industrias de la zona están en situación similar. Si bien la UE es el segundo socio comercial de Ucrania, el primero es Rusia. El 26% del total de las exportaciones ucranianas van a Rusia. «En el oeste y centro, hay menos inquietud pues allí la economía se apoya mucho en la producción y exportación de cereales, gran parte de los cuales van a Europa», explica Narbut.

En Donetsk y Lugansk, mientras, sigue el pulso entre los manifestantes prorrusos y las autoridades del Gobierno de Kiev, a las que desafían con la ocupación de edificios oficiales desde el pasado domingo.

El primer ministro ucraniano, Arseni Yatseniuk, y varios miembros de su Gobierno, visitaron ayer la la ciudad de Donetsk, con promesas de diálogo para desactivar la revuelta, una vez vencido el ultimátum del Ministerio del Interior para que desalojaran las dos sedes gubernamentales.

«Solo existe una salida, y es pacífica. Hay que hacer todo lo posible para que estas personas entreguen las armas y abandonen los edificios que han tomado ilegalmente» dijo Yatseniuk a la televisión nacional ucraniana.