LA OCUPACIÓN DE CRIMEA

En plena guerra psicológica

Soldados rusos sin insignias instigan a los militares ucranianos para que dejen sus bases en Simferópol

Un militar ruso, en el exterior una base ucraniana en Simferópol.

Un militar ruso, en el exterior una base ucraniana en Simferópol.

IRENE SAVIO
SIMFERÓPOL

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Al apacible tráfico de la calle

Pavlienko, en el centro de Simferópol, se sumaba un carro blindado BTR, con sus lanzacohetes y ametralladoras de fabricación rusa y una bandera de Crimea pintada de mala gana. Ninguno de los vecinos sabía decir con exactitud cuándo y cómo había aparecido el vehículo, al igual que otro idéntico situado  pocos metros más allá, justo delante de una de las entradas de la base de la Armada ucraniana en la capital de Crimea.

En una guerra psicológica y de desgaste, los paramilitares y soldados sin insignias, que ahora todo el mundo cree que son rusos, han apretado el acelerador para echar a los ucranianos de las bases militares de Ucrania en Crimea. En el útlimo incidente de este tipo, ayer, una veintena de hombres armados asaltaron un buque de guerra ucraniano amarrado en el puerto de Sebastopol.

A pesar de que la situación es

desesperada -los ucranianos están completamente sitiados- todavía hay quien se niega a rendirse. Como es el caso de la base de Simferópol  y de un puñado de otras sedes en la península. Pero pocos, a esta altura, apuestan por morir. A pesar de que la desproporción de fuerzas es abrumadora, los ucranianos mantienen la calma como boxeadores sonados, mientras los rusos -que ahora vagan aquí y allá, sin estar en formación de asalto y algunos ya sin sus pasamontañas- se limitan a trasmitir las órdenes de sus jefes, enviando emisarios para discutir con sus enemigos.

Negociación

«Estamos en una fase de negociación entre nosotros, Kiev y los soldados rusos», decía el coronel ucraniano Igor Vadimovich Mamchur, el segundo en el mando del batallón ucraniano de Simferópol, al añadir que también había recibido la visita de un oficial ruso. «Nos han dicho que si nos vamos nos darán garantías», agregaba, mientras a pocos metros la impotencia de estos soldados se visibilizaba en la conversación entre un marino y su novia, ambos unidos por un teléfono móvil y separados por un oxidado alambrado. «Él es crimeano, por eso no sé adónde podrá irse», explicaba la pareja del soldado.

Con todo y con eso, paradójicamente, los militares ucranianos no maldicen a los rusos, repiten que son sus hermanos; gente con la que antaño compartieron la extinta URSS. De ahí que haya quien crea que una parte de estos militares se pasará al bando ruso.

Inestabilidad internacional

Según la agencia Kryminform, el 90% del personal de la base de Saki le podría jurar fidelidad a los nuevos dueños de Crimea incluso hoy. Y eso que la partida está todavía abierta. «Este conflicto es global, acaba de empezar y pondrá en riesgo la seguridad internacional», decía ayer en Kiev el exembajador ucraniano en EEUU, Yuriy Shcherbak. «Se puede pronosticar un enfrentamiento militar», agregaba la experta en seguridad Valeriy Chaly.  Así, ante la mirada perpleja de Europa y las garras de Moscú, Ucrania retrocede y Rusia prospera en Crimea. Así, nadie se sorprende de ver cambiadas las insignias del Parlamento crimeano. Soviet Supremo de Crimea, se lee ahora.