Drama humanitario

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El primer ministro húngaro, Viktor Orban, y la italiana, Giorgia Meloni, durante una cumbre en Bruselas.

El primer ministro húngaro, Viktor Orban, y la italiana, Giorgia Meloni, durante una cumbre en Bruselas. / Olivier Hoslet / Efe

Laura Puig

Laura Puig

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Política migratoria y discurso de extrema derecha van cada vez más de la mano en Europa. En los últimos meses, varios gobiernos del viejo continente han aprobado o se encuentran tramitando nuevas leyes más restrictivas para los migrantes y solicitantes de asilo que replican los postulados de la ultraderecha, incluso en países donde los partidos de este espectro político no gobiernan, y que apuntalan el modelo de la Europa fortaleza. Unas leyes, no obstante, que no evitan que las personas que quieren buscar un futuro mejor lo sigan intentando y que, según algunos estudios, tienen como resultado la normalización y legitimación de los postulados de la ultraderecha y, en consecuencia, el engrosamiento de su base electoral.

En el Reino Unido, el Gobierno conservador de Rishi Sunak ha sacado adelante una norma para agilizar las deportaciones, ha puesto en funcionamiento la 'Bibby Stockholm', la llamada "cárcel flotante" en la que los solicitantes de asilo deben aguardar la resolución de sus peticiones, y ha presentado una ley de emergencia para implementar su plan para trasladar inmigrantes a Ruanda tras el revés del Tribunal Supremo. En Alemania, el Ejecutivo del socialdemócrata Olaf Scholz también busca acelerar las expulsiones "a gran escala" y ha alargado de 10 a 28 días el periodo de detención preventiva de los inmigrantes irregulares. Mientras, Francia inicia este lunes el debate en la Asamblea Nacional de una ley que prevé facilitar las deportaciones, dificultar el asilo y endurecer las condiciones del reagrupamiento familiar.

Estos tres ejemplos se suman a años de medidas destinadas a evitar la llegada de inmigrantes irregulares, con vallas y muros en los confines de la Unión Europea (UE), centros de detención a imagen y semejanza de prisiones y la externalización del control fronterizo en terceros países como Túnez, Libia o Turquía, donde el respeto a los derechos humanos es cuanto menos dudoso.

Tres décadas

La asimilación de las políticas migratorias de la ultraderecha se remonta a hace más tres décadas, desde el auge de estos partidos en la década de los 90, según explica Tjitske Akkerman, investigadora de la Universidad de Ámsterdam, en 'Partidos de extrema derecha y políticas de inmigración en la UE', artículo recogido en el 'Anuario CIDOB de la Inmigración 2018'. Y en la mayor parte de los casos, estas medidas han sido implementadas por partidos tradicionales a raíz de la "presión" que sienten ante los buenos resultados de los ultras en las urnas, subraya Akkerman. 

Capítulo aparte merece España, puesto que las medidas restrictivas son anteriores a la eclosión de la extrema derecha. Blanca Garcés, investigadora del CIDOB, considera que España ha sido un "laboratorio" de las políticas migratorias europeas desde finales de los años 80. Y prueba de ello son la valla de Melilla o el Plan África de 2006, un ensayo de externalización de fronteras para "ordenar los flujos migratorios" procedentes del África Subsahariana.

La tendencia a replicar la agenda migratoria ultra se acentuó con la crisis de los refugiados de 2015. Se estima que un millón de personas que huían de los conflictos de Siria, Afganistán e Irak llegaron al continente y muchos países, sobre todo de Europa del este, viraron hacia un discurso y unas legislaciones más duras. "En Alemania costó mucho más. Hasta ahora era uno de los países más abiertos en acogida de refugiados", señala Garcès, quien recuerda el lema que popularizó la entonces cancillera Angela Merkel: 'Wir schaffen das', lo conseguiremos. En la retina todavía permanecen las imágenes de ciudadanos con carteles de "refugees welcome" en estaciones de tren de Frankfurt o Múnich. Hoy en día, el Ejecutivo de Berlín sigue la misma dinámica que sus vecinos e impone duras restricciones.

La policía de fronteras de Polonia monta guardia en la valla levantada en el límite con Bielorrusia, en febrero de 2022.

La policía de fronteras de Polonia monta guardia en la valla levantada en el límite con Bielorrusia, en febrero de 2022. / GRZEGORZ DABROWSKI / AGENCJA WYBORCZA / REUTERS

La batalla por el relato

"La extrema derecha ha ganado la batalla por el relato. Nos ha hecho creer que es una situación inmanejable. Se presenta la inmigración como una amenaza a nuestros valores, nuestra economía, nuestra cultura; algo que debe ser erradicado por completo y detenido a cualquier precio", sostiene Claudio Francavilla, abogado especializado en UE de Human Rights Watch (HRW). Y, según coinciden todos los expertos consultados, esta asimilación de los postulados ultras ocurre tanto en partidos de la derecha tradicional, en la mayor parte de los casos, como en progresistas. Paradigmático es el caso de la nueva fuerza de izquierdas alemana, una escisión de Die Linke liderada por Sahra Wagenknecht, defensora de las esencias comunistas y con posiciones extremistas en el derecho al asilo.

Francavilla se muestra muy crítico con la política migratoria de la UE, que ahora está intentando forjar, con grandes dificultades, el pacto de migración y asilo, y los acuerdos firmados con Libia o Túnez. "Demuestran que la UE prefiere la muerte, los malos tratos y el sufrimiento de los migrantes a la presencia de estos migrantes en Europa", subraya. Xavier Crombé, coordinador de las operaciones de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Francia, destaca el "aumento de la violencia" en estos países de tránsito. "Muchos de los migrantes que acuden a nuestros centros relatan historias de violencia sexual, de tortura y traumas relacionados con el miedo de morir en el mar o cruzando el desierto del Sáhara, o sobre el encierro y los malos tratos sufridos en los centros de detención", añade. Por su parte, Felix Braunsdorf, responsable de Incidencia Política de MSF en Alemania, denosta que estos pactos no contengan "salvaguardias en caso de violaciones de derechos humanos, a pesar de que acuerdos similares anteriores han demostrado un aumento de los abusos contra los migrantes". Por este motivo, a juicio de Braunsdorf, la UE es "una vez más, cómplice de abusos".

Resultados dudosos

El resultado de todas estas políticas, sin embargo, no es una reducción de las llegadas. Según Frontex, el número de cruces irregulares detectados en las fronteras exteriores de la UE en los 10 primeros meses del año aumentó un 18%, la cifra más alta en este periodo desde 2015. Y en el Reino Unido, entre junio de 2022 y junio de 2023 se registró un 17% más de migrantes irregulares que en el periodo anterior. "Si la gente está desesperada, no hay quien la pare. Tenemos datos que demuestran que, incluso cuando lo pones muy, muy difícil, los que quieren llegar a Europa siguen intentándolo", avisa el abogado de HRW.

En cambio, la legitimación de los postulados de la extrema derecha a través de este tipo de políticas provoca que los ciudadanos ya no consideren a estas formaciones como marginales y que los vean como opción en las urnas. "Los partidos tradicionales creen que optar por medidas duras en lugar de efectivas les garantizará votos. El problema es que a pesar de que llevan décadas adoptando esos argumentos, la ultraderecha sigue en alza", señala Crombé, coincidiendo con lo que apuntó en su día el líder del Frente Nacional francés, Jean-Marie Le Pen, de que los votantes preferían el original a la copia. 

Así lo demuestra un estudio realizado por Werner Krause, Denis Cohen y Tarik Abou-Chadi y publicado por la Universidad de Cambridge en 2022. "No hay seguridad de que políticas de inmigración más duras disminuyan el respaldo electoral a la extrema derecha. En lugar de desarrollar soluciones para una inmigración e integración exitosas, estas políticas tienden, hasta cierto punto, a confirmar la demanda de la extrema derecha de limitar la inmigración. Como consecuencia, existe un riesgo genuino de que tales medidas puedan normalizar aún más el discurso de la extrema derecha y, en última instancia, contribuir a un aumento de su apoyo popular en el futuro", explica Krause a EL PERIÓDICO.

Francavilla, Crombé y Braunsdorf también abogan por cambiar el actual discurso contra la inmigración. "No estamos en el final de la historia. Podemos volver a una narrativa positiva sobre la inmigración, volver a políticas migratorias que tengan sentido", señala el abogado de HRW. "Como organización humanitaria, somos testigos de una tendencia muy preocupante, pero no podemos resignarnos", apunta Crombé. "Lo que vemos hoy en Europa no es una crisis de refugiados, sino una crisis política. Se necesita urgentemente un cambio de rumbo. La UE debe adoptar políticas que protejan las vidas humanas y minimicen los riesgos para la salud y el bienestar de las personas", remacha Braunsdorf.

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