Entrevista

López Aguilar: "La retórica antiinmigración de la extrema derecha es estúpida e inútil"

La crisis migratoria de Lampedusa dispara de nuevo las tensiones entre los Veintisiete

Nueve países del sur de Europa reclaman esfuerzos adicionales para hacer frente a la migración y la crisis climática

El eurodiputado socialista Juan Fernando López Aguilar, posa para EL PERIÓDICO, frente al edificio de La Pedrera.

El eurodiputado socialista Juan Fernando López Aguilar, posa para EL PERIÓDICO, frente al edificio de La Pedrera. / MANU MITRU

Laura Puig

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El socialista Juan Fernando López Aguilar es presidente de la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos de Interior del Parlamento Europeo y ponente del informe sobre el reglamento de gestión de crisis, el último gran bloque que queda por aprobar para cerrar el pacto de migración y asilo de la Unión Europea (UE). Lleva tres años peleando por sacar adelante este paquete legislativo y atiende a EL PERIÓDICO poco después de que Italia haya pedido más tiempo para decidir si apoya el texto que fijará los mecanismos a aplicar en caso de avalanchas de llegadas, como las registradas recientemente en la isla de Lampedusa.

¿Cuál es el problema ahora?

Es hasta ahora el penúltimo episodio de una secuencia extremadamente dura. Migraciones y asilo fueron tradicionalmente competencias exclusivas distintivas de la soberanía de los Estados miembros. Dejaron de serlo con el Tratado de Lisboa, y algunos todavía no se han dado cuenta. En el Parlamento Europeo llevamos años intentando cumplir no sólo el mandato del tratado, sino su promesa: un sistema común de asilo que se base en los principios de responsabilidad compartida y solidaridad obligatoria y vinculante en situaciones de emergencia y de crisis. Y es una triste ironía que Italia, siendo un estado de primera línea cuyas islas Pelagias, como Lampedusa, están expuestas no sólo a la migración irregular, sino a rescates dramáticos, cuando no a naufragios trágicos, y está requerida de la solidaridad, sin embargo, es el último obstáculo para cuajar la mayoría cualificada que hace falta para que el Consejo adopte su posición.

Y entonces, ¿por qué Italia pide ahora más tiempo?

Migraciones y asilo son el asunto más divisivo entre los Estados miembros. Hay confrontaciones irreconciliables. Lo es geográficamente, ya que no es la misma la perspectiva la de los bálticos, obsesionados con la instrumentalización frente a Lukashenko, que la de los Estados que tienen frontera vulnerable en el Mediterráneo. Y también lo es ideológicamente, pues no es lo mismo la aproximación de la extrema derecha nacionalista que la progresista. Pero las respuestas nacionalistas, cuya expresión última es Giorgia Meloni aunque no la única, escoradas hacia posiciones conservadoras o de extrema derecha, están abocadas al fracaso. Pensar que puedes patrullar militarmente la costa del Mediterráneo y que eso va a evitar que personas desesperadas dispuestas a arriesgarlo todo y a perder la vida en el empeño se arrojen a las manos de traficantes que acaban encontrando alguna ruta por la que poner el pie en Europa; pensar que negar el hecho migratorio los va a frenar, y pensar que renunciar a una escala europea te va a salvar a ti individualmente, en una Europa sin fronteras interiores, es una opción abocada al fracaso.

Una de sus propuestas como ponente del reglamento de crisis es la creación de un mecanismo de salvamento y rescate europeo que coordine los esfuerzos en el mar. ¿Incluyen estos esfuerzos los que realizan las oenegés?

Se trata de que la Comisión tenga la capacidad a través de figuras de nueva creación, entre ellas un coordinador europeo de salvamento y rescates, de poner en común los esfuerzos de las guardias costeras de los Estados miembros. Es imprescindible que haya una coordinación europea que asegure que no se producen violaciones del derecho internacional, que no se producen devoluciones en caliente ilegales, que los retornos son dignos cumplidores del derecho internacional y respetuosos con los derechos humanos. Pero sobre todo, que hay una sinergia positiva porque de otro modo se producen tragedias tan estremecedoras como la de Pilos, en Grecia, donde 700 personas se van al fondo del mar, entre ellas cientos de niños, en una secuencia que sólo se explica porque la Guardia Costera griega constata que la dirección es Italia y decide que el problema sea de Italia y no de Grecia. Hay que acabar con eso, haciendo que el desafío sea europeo.

¿Pero esto incluye a las oenegés?

Incluye, desde luego, no criminalizar a las oenegés. Ese es un mandato constante del Parlamento Europeo y de hecho, hemos aprobado la modificación de la directiva que dio lugar a que algunos estados optasen por criminalizar la cooperación con las organizaciones no gubernamentales bajo el pretexto de que eran instrumentales para las redes de tráfico, es decir, cómplices del tráfico de seres humanos y su explotación. Es una aberración, además de una falsedad.

Organizaciones de derechos humanos denuncian que el reglamento de gestión de crisis dará escenarios a los países miembros para derogar la ley de asilo, lo que puede provocar violaciones de los derechos humanos de los refugiados. ¿Qué les responde?

Nada de eso está en el mandato del Parlamento Europeo ni en el reglamento que hemos aprobado. Está en la posición del Consejo. Los gobiernos de los Estados miembros se han empeñado en injertar instrumentalización, es decir, permitir que un Estado pueda exceptuar las reglas cuando se ve sometido a una presión migratoria ejercida por algún país fronterizo, y esto es cuestionado por el Parlamento Europeo. Ahora llega el momento del pulso entre el Consejo y el Parlamento Europeo para discutir cómo queda al final. El Parlamento Europeo quiere mantener el compromiso de respeto a los derechos humanos y los procedimientos de asilo. Será una pelea a cara de perro, que no es agradable.

Juan Fernando López Aguilar posa para la entrevista con EL PERIÓDICO, en la oficina del Parlamento Europeo de Barcelona.

Juan Fernando López Aguilar posa para la entrevista con EL PERIÓDICO, en la oficina del Parlamento Europeo de Barcelona. / MANU MITRU

Polonia y Hungría son los principales opositores al reparto obligatorio de migrantes que contempla el nuevo pacto. Para estos países, se contempla una aportación de 20.000 euros por migrante rechazado. ¿Se prevé algún tipo de mecanismo en caso de que se nieguen también a esta compensación económica?

El derecho europeo es la regla del juego. Quien se desvincule de las reglas que surjan de este pacto tendrá que responder por ello ante los procedimientos de infracción que debe incoar la Comisión, ante las multas que se les pongan, ante el reglamento de condicionalidad del Estado de derecho que impide el acceso a los fondos europeos y, en su caso, ante las sentencias del Tribunal de Justicia que les condenen por estar fuera de la ley europea. Nadie debe pensar que ignorar o violar el derecho europeo es inane o impune. Ya va siendo hora de que los programas de realojamiento no sean un esfuerzo exclusivamente nacional, porque esas personas no han llegado a El Hierro o a Lampedusa. Esas personas han llegado a la UE y la respuesta tiene que ser solidaria y europea.

El nuevo pacto de migración y asilo plantea un blindaje sin precedentes de las fronteras exteriores y el aumento de las fórmulas para la expulsión de migrantes irregulares. ¿Vamos a una Europa fortaleza?

Como federalista, europeísta, progresista y de izquierdas, no es lo que quiero. Quiero una Europa, en una metáfora que escuché a Pedro Sánchez, que sea un faro que pueda iluminar y dar esperanza, y sea referencia por sus valores y por la coherencia de su derecho legislado. Pero el nuevo pacto consiste en cinco reglamentos. Y hay dos que claramente basculan hacia el pilar de la seguridad, el del control exterior de fronteras y el de identificación biométrica. El Consejo no ha hecho otra cosa que intentar preferir estos dos reglamentos y desplazar o ignorar el pilar de solidaridad. Por eso el Parlamento Europeo puso presión y avisó al Consejo de que no se avanzaría en seguridad hasta que no cediese en la solidaridad. Y la presión ha funcionado, porque el Consejo por fin se ha puesto a trabajar en el reglamento de crisis, que estaba intentando ignorar.

El pasado julio, la Comisión firmó un acuerdo con Túnez que ha generado una gran polémica ¿Es el camino a seguir? ¿Debe la UE externalizar el control fronterizo a países de dudosa calidad democrática?

Mi respuesta es 'no'. En el último debate del Estado de la Unión, Urusla Von der Leyen escuchó muchas críticas de rechazo a estos acuerdos con Turquía, Libia y Túnez, que no han aportado ninguna solución creíble. La prueba está en que Túnez no ha respetado lo supuestamente acordado, ha rechazado desde entonces cualquier visita de delegaciones de la UE, y continúan llegando las embarcaciones desde Túnez. Por lo tanto, es clarísimo que esa no es la vía.

Algunos estados de la UE hacen hincapié en la necesidad de poner el foco en los países de origen o tránsito de la inmigración. El presidente francés, Emmanuel Macron, propuso el otro día condicionar la ayuda al desarrollo al África subsahariana a una política "responsable" en materia migratoria, pero en este caso también tenemos el problema de la poca "fiabilidad" de algunos de estos países.

Se sabe poco que Europa es el campeón mundial de la ayuda al desarrollo y humanitaria. La UE suma más que China, Rusia y Estados Unidos juntos. Y, sin embargo, la influencia de China y Rusia en África es corrosiva, mientras que la europea es insignificante. Es por ello que los gobiernos insisten en la condicionalidad. El Parlamento Europeo no se niega a la dimensión exterior, pero sí se niega a la condicionalidad mecánica que quieren aplicar no sólo a la ayuda al desarrollo, sino también a la extensión de visados e incluso a los acuerdos comerciales. Todo es expresivo de hasta qué punto el Consejo está obsesionado con evitar que los migrantes lleguen. Mientras que el Parlamento Europeo quiere una aproximación más comprensiva de todas las vertientes del hecho, la exterior y la interior también. Cooperar eficazmente con los países de origen y tránsito, pero al mismo tiempo una mirada inclusiva y respetuosa al derecho internacional marítimo cuando se refiere al salvamento y rescate y desembarco en un puerto seguro y una mirada inclusiva cuando ya han puesto el pie en Europa de modo que se cumple el derecho europeo.

La ultraderecha suele cargar contra la inmigración irregular y uno de los argumentos para hacerse con el poder es el de la mano dura, una receta que se ha demostrado ineficaz en el primer año de Giorgia Meloni en el Gobierno de Italia, que ha registrado el doble de llegadas que el año pasado. Ella misma ha admitido que esperaba poder hacer más...

Es exacto y es demostrativo de hasta qué punto esa retórica securitaria y de rechazo, de negación del hecho migratorio está abocada al fracaso. Además de estúpida, es inútil. No tiene resultados y por tanto, se cierra el círculo simplemente en la explotación de un miedo que ellos mismos alimentan, presentando a los migrantes como una amenaza. No lo son. No vienen a depredar nuestros servicios públicos. Y la prueba ha sido la respuesta europea ante la brutal guerra de agresión de Putin contra Ucrania, que ha producido 11 millones de desplazados en la UE, 4 millones de los cuales ya residen aquí indefinidamente. No han desmoronado el modelo social europeo. Lo hemos encajado. ¿Por qué? Porque ha habido voluntad política. Podemos hacerlo. Sólo hace falta querer.

Alemania, otro país con mucha presión migratoria, ha reforzado esta semana los controles fronterizos con Polonia y la República Checa. ¿Supone un golpe para el espacio Schengen?

Claro, pero no es el primero. A propósito de la pandemia, algunos Estados miembros cuestionaron Schengen como nunca antes. Introdujeron medidas restrictivas que erosionan la libre circulación hasta hacerla irreconocible. Por eso en esta legislatura hemos estado trabajando en un código de gobernanza que cree reglas sobre cuándo suspender o restringir Schengen. Y ahora vemos que como consecuencia de que no hemos alcanzado todavía el pacto migratorio los Estados miembros continúan adoptando medidas unilaterales impuestas unos contra otros.

¿Confía en que el pacto de inmigración y asilo se cerrará antes del final de la legislatura, el próximo mes de mayo?

El tiempo cada vez es más apremiante y ya corre en nuestra contra. La gran ventana de oportunidad sigue siendo la presidencia española. Si no lo hacemos ahora, no se hará. No solo por qué en la próxima legislatura, la primera presidencia semestral es Hungría y la segunda Polonia, y evidentemente no habrá ninguna complicidad para volver a poner en marcha ninguna oportunidad, sino porque además, seguramente ya se habrá instalado la idea de que no podemos, de que no lo conseguiremos por más horas que le echemos. Estoy trabajando duro para que no pase, para conseguir un resultado. Y el resultado no será ni mi primera preferencia, ni seguramente siquiera de mi gusto, pero ya será algo mejor que lo que tenemos si logra dar pasos adelante en la dirección correcta.

¿Qué opinión le merecen las declaraciones de la ministra del Interior británica rechazando que la discriminación por ser gay o mujer sea suficiente para recibir asilo y pidiendo una revisión de los convenios internacionales?

Es lamentable que haya tantos gobernantes que crean que pueden pescar en el caladero de votos del rechazo al migrante y la revisión de las reglas de la protección internacional a los asilados y refugiados. Cualquier Estado constitucional desarrollado, y el Reino Unido lo es, debería tener una sensibilidad abierta a todos los supuestos de persecución y de riesgo para la integridad y la vida de las personas.

Ahora que nos acercamos al final de una legislatura del Parlamento Europeo inédita, con la pandemia del covid y la guerra de Ucrania como grandes protagonistas, ¿cuál es su balance?

Europa ha aprendido de sus peores experiencias, y eso ya es cumplir con su deber. No ha repetido la abyecta gestión de la gran recesión, que fue una cruel imposición de las derechas europeas, encabezadas por la derecha alemana, contra la Europa del sur y un ajuste de cuentas contra el modelo social europeo del que todavía nos condolemos y del que, por cierto, son subproductos el populismo y el crecimiento de la extrema derecha antieuropea en todas las latitudes de la UE. Pero queda cumplir con la promesa de una respuesta común y un derecho común de inmigración y asilo. Sin eso, la legislatura no será un éxito.