Conflicto en Oriente Próximo

Menores palestinos presos en Israel, tras ser liberados: "Solo quiero estar cerca de mi madre"

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Recibimiento al joven Jalil Awar a su llegada a su casa, en Jerusalén Este, el pasado domingo.

Recibimiento al joven Jalil Awar a su llegada a su casa, en Jerusalén Este, el pasado domingo. / AHMAD GHARABLI / AFP

Andrea López-Tomàs

Andrea López-Tomàs

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Nashat se despertó el domingo sin saber que ese sería el día de su libertad, que podría cumplir su mayoría de edad en casa. Aún le queda medio año para tener los 18. Medio año que, junto a otro año más, tendría que haber pasado entre rejas, pero ahora descansa en su casa de Silwan, convertido en una pequeña celebridad local. "Solo quiero estar cerca de mi madre", dice este niño forzado a crecer. Nashat Bassem Talib Dawabsha es uno de los 39 presos palestinos liberados este domingo como parte del tercer intercambio de rehenes en el marco del acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás. Este joven de 17 años y medio habla abrazado a su madre, con los ojos enrojecidos, mientras decenas de vecinos entran en su casa en este castigado barrio de Jerusalén Este para darle la enhorabuena. Traen amplias sonrisas, muchos agradecimientos a Dios y a Hamás, y son recibidos con dulces, té y café. Es el momento de felicidad plena.

Unas empinadas calles más arriba, donde coches de policía y furgonetas de colonos se respetan su turno para circular, hay una celebración masiva, aunque algo secreta. La familia Awar está de enhorabuena. Cuatro adolescentes con este mismo apellido han sido liberados. Después de que la policía israelí entregara a Jalil a su familia sin permitirles demostrar el menor atisbo de alegría ni grabar el emotivo reencuentro, los agentes estuvieron durante un par de horas custodiando la casa. Cuando se fueron, decenas de vecinos, amigos y familiares llegaron al hogar familiar para celebrar la buena nueva. "Gracias a Dios, ya estoy en casa", expresa el protagonista de la velada, Jalil Ahmad Awar, a un mes de cumplir la mayoría de edad. "No hice nada y me metieron en la cárcel hace 13 meses", explica a este diario rodeado de todos sus amigos. No tiene muchas ganas de hablar. Y es lógico, la gente hace una paciente cola para abrazarle.

"Ojalá los mayores salgan pronto"

Horas antes de su llegada, en Silwan, había habido nuevos enfrentamientos entre la policía y la juventud. "Todos los chavales de Silwan están en prisión, no hay chicos jóvenes en las calles del barrio", cuenta Ahmed Jalil Awar, el padre de Jalil, cuando es cuestionado por los motivos que han llevado a su hijo a la cárcel. En este disputado barrio a orillas de la Ciudad Vieja, miles de palestinos autóctonos del lugar son forzados a vivir con los colonos más radicales. Nashat explica que había al menos otros 50 jóvenes del barrio en la sección de menores de la prisión de Meggido, donde pasó el último año y medio. Durante la jornada del domingo, siete de los 39 liberados eran de Silwan. Unos 8.000 presos palestinos continúan en cárceles israelíes.

Aunque las autoridades hebreas les habían prohibido las celebraciones y mostrar cualquier atisbo de alegría por la liberación de sus familiares, los vecinos de Jalil y de Nashat se acercan a dar un breve abrazo al recién llegado y se marchan rápido, con el júbilo reprimido en el cuerpo. "Hoy es un día muy importante para toda Palestina", celebra Ahmed, en medio de efusivos saludos. "Los niños han salido de la cárcel; ojalá pronto los mayores salgan también", añade. Cuando se le pregunta a Jalil, el mediano de cuatro hermanos, dice que su primer deseo es casarse, pese a su joven edad. "Trabajaré cuatro años y luego me casaré", anuncia, con picardía, antes de escaparse a charlar con sus amigos.

39 presos libres cada día

Desde el pasado viernes, cada día 39 presos palestinos, mujeres y niños, han salido de la cárcel. "Hasta esta mañana no sabía que había este acuerdo con Israel para liberarnos", confiesa Nashat a EL PERIÓDICO. A diferencia de Jalil, que responde un escueto "bien" cuando se le pregunta por la situación en la cárcel, su vecino no tiene reparos en denunciar el agravamiento de sus condiciones desde el inicio de la guerra el pasado 7 de octubre. "En estos 51 días, no nos han dado más que un conjunto de ropa, nos han hacinado a entre ocho y diez personas en una misma celda, y no hemos podido recibir ninguna visita", explica. "Los funcionarios de prisiones nos atacaban, insultaban y gritaban mucho más", añade. Sin noticias del exterior, los jóvenes de la cárcel Meggido recibían información gracias a los nuevos detenidos. En los últimos dos meses, han sido más de 3.800, muchos de ellos menores.

Volver a casa no significa quedarse. "Claro que tengo miedo de que me vuelvan a detener", constata Nashat. "Pero ahora lo que quiero es estar al lado de mi madre, hace tanto que no la veo", dice, sin pudor alguno, este aún niño. La última visita que recibió fue en septiembre y la siguiente ya fue cancelada por la guerra. Nadie se olvida de Gaza. Nadie hace una fiesta del todo. Las casi 15.000 muertes en la Franja están presentes en cada celebración, en cada reencuentro. "Son nuestros hermanos a los que están matando", denuncia una familiar de Jalil. Las palabras de agradecimiento a Alá se repiten, junto a las que dedican a Hamás. Pero nadie se entrega a la alegría. "Los israelíes nos prohíben hablar y nosotros no les contestamos, porque tenemos miedo de que se lo vuelvan a llevar", explica el padre de Jalil, sin quitarle la mirada de encima. Estos niños ya han dormido en su cama, aunque, entre rejas y hacinados, quedan otros 200 menores más que ansían el mismo destino.

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