Conflicto en Oriente Próximo

Demoliciones, arrestos y violencia contra los palestinos de Jerusalén Este: "Vivimos sin ley"

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Policías israelíes montan guardia durante el rezo del viernes noche en el barrio de Ras al-Amud, en Jerusalén Este.

Policías israelíes montan guardia durante el rezo del viernes noche en el barrio de Ras al-Amud, en Jerusalén Este. / AHMAD GHARABLI / AFP

Andrea López-Tomàs

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Hace 400 años que los Abu Jibna habitan una misma tierra en una colina de Jerusalén. En su posesión, Ishaq Abu Jibna cuenta con papeles otomanos, británicos, jordanos e israelíes. Estos documentos acreditan que sus antepasados y, ahora, también su familia son los dueños de este preciado territorio. Pese a esta legalidad centenaria, Ishaq Abu Jibna se ha quedado sin casa. El atardecer nublado sobre el barrio de Sheij Jarrah, en la parte ocupada de Jerusalén Este, se puede ver desde su sofá desde que, hace un par de semanas, la policía israelí arrasó con una excavadora su hogar. "Vivimos sin ley", afirma, resignado. "Desde que ha empezado la guerra, los israelíes se amparan en el estado de emergencia para hacer lo que quieren", confirma Mohammad el Sabbagh.

En su diminuto hogar de una sola habitación que hace las veces de dormitorio, cocina y comedor, El Sabbagh aguanta la respiración cada vez que llama a sus familiares por teléfono. Viven en Gaza y hace un mes que no sabe nada de ellos. Desde el mismo barrio en el que creció y en el que batalla por quedarse, sigue insistiendo y marca los números de sus primos por todos los canales posibles. "No hay respuesta…", constata por enésima vez. "Aquí la cosa está más calmada", explica a EL PERIÓDICO desde Sheij Jarrah, "pero los palestinos de Jerusalén Este seguimos sufriendo los crímenes de la ocupación israelí". El mundo esta vez no les mira. Las muertes de sus hermanos en la ocupada Cisjordania y la asediada Gaza se cuentan a centenares, a miles. Desde el corazón de su patria, les acompañan.

Pero la agresiva campaña israelí contra todo lo palestino les alcanza. Los palestinos de Jerusalén Este son detenidos de forma masiva, igual que sus compañeros en la Cisjordania ocupada. Sus cuerpos también reciben el impacto de las balas de las fuerzas de seguridad israelíes. La semana pasada les arrebataron tres jóvenes vidas. Además, sus casas, como la de Ishaq Abu Jibna, son demolidas. En muchos casos, obligan a sus propios habitantes a tirar abajo las paredes de su hogar para evitar pagar fuertes multas financieras que les impone la municipalidad israelí en Jerusalén, si sus vehículos llevan a cabo la demolición. "Después de que arrasaran con mi casa, ahora me piden 40.000 shekels [unos 9.675 euros] como sanción", lamenta Abu Jibna, que, antes de la guerra, trabajaba como taxista en la industria turística.

Sin permisos de construcción

"Sin trabajo y sin casa, ¿cómo voy a pagarlo?", pregunta al cielo abierto en que se ha convertido su comedor. Allí mismo tomó su último café cubierto cuando, una mañana cualquiera, la policía israelí llamó a su puerta. Le dio unos minutos para sacar sus muebles y despertar a su mujer que aún dormía tras haber dejado a sus hijos en la escuela. De nada sirvieron las medidas judiciales tomadas una semana antes. Ni los 12 años de vida bajo ese techo. Ni los cuatro siglos de posesión de esta tierra. Tampoco importaron los tres menores que vivían allí. Lo único que valía es que Abu Jibna había construido su casa sin permiso. "¿Qué opciones tenemos si no poseemos las enormes cantidades de dinero necesarias para conseguir uno?", afirma.

Las construcciones de edificios palestinos en Jerusalén Este siguen la tónica del área C de la Cisjordania, donde entre 2009 y 2018 sólo se aprobaron el 2% de las peticiones, según la organización israelí Peace Now. En el primer trimestre de 2023, casi 300 estructuras fueron demolidas o incautadas y 413 personas fueron desplazadas. Esto representa un aumento del 46% y el 78%, respectivamente, en comparación con el mismo período de 2022, en el que ya se registró el mayor número de demoliciones en Cisjordania, incluida Jerusalén Este, desde 2016. Ahora que los ojos miran hacia los barrios arrasados de las ciudades gazatíes, Israel avanza sobre el terreno sin esperar a sus tribunales que, a veces, sí amparan a la población palestina de Jerusalén Este. 

"Una prisión"

"Nuestras vidas son como una prisión ahora", denuncia El Sabbagh. Desde el inicio del conflicto el pasado 7 de octubre, la libertad de movimiento de los palestinos se ha visto gravemente restringida. "Además, las autoridades israelíes impiden a los hombres más jóvenes ir a rezar cada viernes, nuestro día sagrado, a la mezquita de al Aqsa ni les dejan entrar la Ciudad Vieja", se queja a este diario. "La policía les lanza bolas de goma, gas lacrimógeno y agua sucia a los centenares de musulmanes que se concentran cada viernes a las puertas de la Ciudad Vieja", explica. Los palestinos de Jerusalén Este también sufren la persecución de sus opiniones cuando expresan apoyo a la ciudadanía de Gaza, que ya ha perdido a 11.000 vidas bajo las bombas. "Estamos preocupados todo el rato", confiesa este palestino de 73 años. 

Hace siete años, Abu Jibna sufrió el ataque de los colonos israelíes que le valió la consideración como "víctima de hostilidades" por el Gobierno israelí. "Me sacaron del taxi y me rompieron la mano y el pie, sólo por ser árabe", rememora. Bajo el tiempo primaveral del otoño jerosolimitano, aún le cuesta aceptar que su hogar ha dejado de existir. "Hace un mes, tenía trabajo, tenía una casa; ahora no tengo nada, cero", lamenta. Rodeados por las amenazas latentes de Israel, en forma de la violencia ejercida por colonos, soldados y policía, los palestinos de Jerusalén Este saben que no son los únicos bajo esta presión. Convencidos de la importancia de resistir, son conscientes de que no hay un horizonte final a su sufrimiento. "No es una cuestión de Hamás o de cualquier otra organización, es un tema de la ocupación: si presionas a alguien durante mucho, mucho tiempo, va a explotar", concluye Sabbagh.

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