Conflicto en Oriente Próximo

Arrestos, despidos y acoso: el McCarthismo se instala en Israel ante la menor sospecha de solidaridad con Gaza

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Manifestación en Tel Aviv para reclamar al Gobierno de Netanyahu que declare un alto el fuego para negociar la liberación de rehenes, el pasado sábado.

Manifestación en Tel Aviv para reclamar al Gobierno de Netanyahu que declare un alto el fuego para negociar la liberación de rehenes, el pasado sábado. / AHMAD GHARABLI / AFP

Ricardo Mir de Francia

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Bayan Khateeb era estudiante del prestigioso Instituto de Tecnología de Haifa, también conocido como Technion, hasta que la semana pasada fue arrestada por sospechas de incitación al terrorismo y conducta capaz de provocar desórdenes públicos, un arresto seguido por su suspensión como estudiante en la universidad. El delito de Khateeb no fue otro que un vídeo de cocina publicado en su cuenta de Instagram un día después del ataque terrorista de Hamás sobre el sur de Israel que puso en marcha esta guerra. En el vídeo, mientras cocina un plato de shakshuka, uno de las muchas recetas que comparten israelíes y palestinos, aparece una bandera palestina sobreimpuesta y un mensaje: "Muy pronto nos comeremos nuestra shakshuka de la victoria"

Khateeb pertenece a la minoría árabe de Israel, cerca de una quinta parte de su población, también conocidos como árabes-israelíes o palestinos del 48, aquellos que se quedaron dentro de las fronteras del nuevo Estado judío tras la guerra de 1948 que siguió a la fundación de Israel. El suyo está lejos de ser un caso aislado. Desde el pasado 7 de octubre más de un centenar de árabes-israelíes han sido arrestados, y muchos más suspendidos de sus empleos, por expresar en las redes sociales o en el trabajo cualquier cosa que pudiera interpretarse como un gesto de solidaridad con Gaza o la causa palestina. Esa política de "tolerancia cero" hacia la "incitación al terrorismo" también está afectando a los judíos israelíes, aunque no hay constancia de arrestos entre ellos. En algunos casos ha bastado un 'Me gusta' en un post para que llegaran las represalias. 

"La persecución política hacia cualquier palestino que exprese una opinión discordante es extrema. Nunca habíamos visto nada igual", asegura Noa Levy, abogada de los derechos humanos y miembro de Hadash, un partido que aboga por los dos Estados y la convivencia entre judíos y árabes. "Están bastando cosas como llamamientos a detener la guerra o la expresión de cualquier gesto de dolor o empatía con Gaza para que la gente sea arrestada o suspendida", añade Levy. No son despidos formales porque en Israel el trabajador tiene derecho a una audiencia para responder a los motivos de su cese. 

Funcionarios y profesores, los más afectados

En otro caso conocido, la actriz árabe-israelí, Maisa Abd Elhadi, fue detenida por comparar en las redes la voladura del muro de Gaza con la caída del Muro de Berlín y hacer comentarios de mal gusto sobre una de las ancianas israelíes secuestradas por Hamás. "Esta señora va a tener la aventura de su vida", escribió en Instagram. Ahora no solo espera a ser juzgada por "incitación al terrorismo", sino que el ministro del Interior ha pedido que se le retire la ciudadanía. En muchas ocasiones no son las autoridades las que dan el primer paso, sino son compañeros de trabajo, grupos organizados de estudiantes o vecinos en grupos de WhatsApp los que denuncian cualquier comentario o conducta 'sospechosa'. 

"Hay un clima feroz de McCarthismo", asegura Daniel Peretz, un historiador judío con una larga trayectoria como activista por la paz. Peretz no quiere dar su nombre verdadero porque teme ser expulsado del instituto universitario donde da clases como profesor. "Compañeros míos que expresaron comprensión por la situación de la gente en Gaza están amenazados con perder su trabajo". En su universidad, explica, una organización derechista se está dedicando a vigilar las cuentas sociales de los profesores, el grupo más afectado junto a los funcionarios municipales en esta caza de brujas contra la libertad de expresión. "Desde hace 20 años no es nada fácil ser pacifista, sobre todo en Jerusalén, pero desde que tomó posesión el último Gobierno de Natanyahu y comenzó esta guerra es mucho más difícil", dice Peretz.

La ‘vigilancia’ va acompañada a menudo de acoso en las redes, distribución pública de la dirección donde vive la persona señalada y,  y, en algunos casos, violencia. El caso más conocido es el del periodista Israel Frey, un judío ultraortodoxo que tuvo que encerrarse en su casa después de que una turba de ultraderechistas lanzara petardos contra su apartamento y le esperara abajo llamándole "traidor". Frey había emitido un vídeo recitando una plegaria judía por las víctimas en Gaza, incluidos los miles de niños y mujeres abatidos por las bombas, en lo que describió como una "masacre". 

Las familias de los rehenes

"La gente en la calle solo quiere venganza y los que no piensan así están callados", asegura Sahar Vardi, otra pacifista judía muy activa contra la ocupación de los territorios palestinos. "Los que más se han atrevido a hablar son las familias de los rehenes, que tienen un mayor espacio y legitimidad para decir lo que piensan. Pero aun así están siendo atacados con mucho odio en las redes", añade Vardi desde un café de Jerusalén. En la primera manifestación convocada para exigir la liberación de los rehenes en poder de Hamás, menos de una semana después del Sábado Negro, la policía cargó "salvajemente" contra algunos de los manifestantes, según Sahar.

Todo eso ha hecho que en más de tres semanas no hubiera una sola protesta en Israel para demandar un alto el fuego, una tónica que se rompió el pasado sábado, cuando unas 200 personas se concentraron en Tel Aviv. Eran tan conscientes de los riesgos que no llegaron a convocarla públicamente por temor a ser atacados por los colonos y otros grupos de extrema derecha, y se unieron a otra concentración contra Netanyahu para pasar algo más desapercibidos. 

Ahora pretenden repetirlo semanalmente, pero no olvidan las palabras del jefe de la Policía israelí, Kobi Shabtai, quien dijo hace dos semanas que habrá "tolerancia cero" para cualquier manifestación en apoyo de Gaza. "Cualquiera que quiera identificarse con Gaza es bienvenido. Lo pondré en un autobús y lo mandaré allí con ellos", dijo Shabtai. Pero si algo tiene esa pequeña izquierda pacifista irredenta es valor. "Tiene que haber un espacio para hablar de un alto el fuego en la sociedad israelí. Ahora mismo no existe porque el precio a pagar es muy alto y porque sentimos que nadie nos escucha", concluye Sahar Vardi.

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