Relaciones Washington-Pekín

China exige a Estados Unidos que elija entre diálogo y confrontación

El secretario de EE.UU.  Antony Blinken (izquierda), y el presidente de China, Xi Jinping, en Pekín.

El secretario de EE.UU. Antony Blinken (izquierda), y el presidente de China, Xi Jinping, en Pekín. / LEAH MILLIS / EPC

Adrián Foncillas

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"Es necesario tomar una decisión entre diálogo y confrontación, entre cooperación o conflicto". El dilema que le ha planteado Pekín a Antony Blinken, secretario de Estado, sintetiza el hastío chino tras tanta reunión estéril y su urgencia de que Washington sintonice sus acciones con su discurso. Las partes han descrito las conversaciones de estos dos días con la ya litúrgica fórmula de "profundas, sinceras y productivas".

También lo había sido la charla telefónica de julio pasado entre Xi Jinping y Joe Biden, líderes de China y Estados Unidos, y cuatro días después aterrizaba en Taiwán la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy pelosi, en la más estruendosa bofetada que ha recibido Pekín en años. Precedentes como ese han limado las expectativas chinas sobre este viaje.

A Blinken le costará olvidar esta maratón diplomática. En dos días ha hablado con Qin Gang, ministro de Exteriores, con Wang Yi, máximo cargo de la diplomacia china, y finalmente con Xi Jinping, presidente. Ronda la quincena de horas, según las cuentas de Washington. Se había especulado mucho sobre si Xi le concedería audiencia a Blinken. El asunto tiene más de cortesía que de sustancia porque ya se lo habían dicho todo con Qin y Wang pero China quiso subrayar que, si todo se tuerce de nuevo, no será por su desinterés. El escenario de la reunión se movió con Xi desde Diaoyutai, la casa de huéspedes estatal, a la noble Sala Fujian del Gran Palacio del Pueblo con el imponente fresco del monte Wuyi de fondo.

El escollo de Taiwán

Las charlas han servido para que ambas partes repitieran sus posturas ya sabidas. China ha aclarado, por si era necesario, que la salud de las relaciones bilaterales pasa por Taiwán. "En ese asunto no hay ningún espacio para las concesiones", recalcó Qin. Washington ha subrayado la necesidad de mantener abiertas las vías de comunicación para evitar los malentendidos fatales. No es un asunto menor cuando la densidad de barcos y aviones de guerra en el estrecho de Formosa y el Mar del Sur de China facilita el choque involuntario.

El comunicado chino sienta que Blinken reafirmó los compromisos acordados en Bali meses atrás por Xi y Biden: que Estados Unidos no busca la guerra fría, que no pretende cambiar el sistema político chino, que sus alianzas no se dirigen contra Pekín y que no apoya la independencia taiwanesa. Ocurre que las élites políticas chinas piensan que Estados Unidos hace exactamente eso.

Desespera a Pekín que Washington prometa que no pretende frenar el auge de China mientras aumenta las sanciones a sus compañías, embarca a sus aliados en las prohibiciones a venderle semiconductores, apadrina alianzas militares en su patio trasero y lidera los comunicados hostiles en el G7. Pocas cuestiones alimentan más su indignación, según varios diplomáticos consultados en Pekín, que los repetidos anuncios desde Washington de inminentes envíos de armas chinas a Rusia y otras calumnias con las que pretende socavar su mediación en el conflicto. A China le cuesta digerir que Washington le pida diálogo en ese cuadro.

Languidecía ya la paciencia china en febrero cuando Washington derribó un globo, presuntamente espía, y quedó cancelada la inminente visita de Blinken. Los más de cuatro meses que tardó China en concederle una nueva cita certificaron el viraje de sus prioridades diplomáticas a Europa y el Sur global. Su viaje ha merecido una microscópica atención en la prensa, con los escasos editoriales pidiéndole a Washington menos cinismo, y los focos apuntando a la misión en Alemania del primer ministro, Li Qiang.

Ni China ni Estados Unidos confían en que dos días de Blinken en Pekín arreglen la problemática larvada. Pekín entiende la visita como la última oportunidad para que Washington muestre su sinceridad. Otro acto inmediato que Pekín interpretara como agresivo, como aquel viaje de Pelosi, podría sentenciar sin remedio las relaciones bilaterales y congelarlas en espera de que las elecciones del próximo año en Estados Unidos ofrezcan nuevos interlocutores.