75º aniversario del Estado judío

Itamar Rabinovich: "El sueño sionista está amenazado por la falta de una solución a la cuestión palestina"

Los cristianos palestinos de Jerusalén, en riesgo de desaparecer por las políticas de Israel

Embajador de Israel en EEUU en tiempos de Isaac Rabin y jefe del equipo negociador con Siria entre 1993 y 1996, acusa a la extrema derecha israelí de querer imponer las ideas radicales de una minoría

Itamar Rabinovich

Itamar Rabinovich

Andrea López-Tomàs

Andrea López-Tomàs

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Itamar Rabinovich ha sido testigo privilegiado de la historia del país que él mismo ayudó a construir. Nacido en 1942 Jerusalén, por entonces bajo el Mandato Británico, vio, a muy tierna edad, cómo parte de aquella Palestina colonial se convertía en el Estado de Israel. Acompañó al difunto Yitzhak Rabin, el primer primer ministro nativo del Estado hebreo, como embajador de Estados Unidos en los años noventa. Y juntos creyeron en la posibilidad de una paz con Siria, nunca conseguida, ya que Rabinovich fue el jefe negociador con el país vecino entre 1993 y 1996. Historiador de profesión y profesor aún en ejercicio, dirigió la Universidad de Tel Aviv a principios de este siglo, donde sigue dando clases de Historia de Oriente Próximo. A sus más de 80 años, dirige el Instituto de Israel en Washington. Autor de varios libros, habla con EL PERIÓDICO un par de días antes del 75º aniversario de la independencia de Israel para hacer balance de estas décadas tan exitosas como convulsas.

¿Cómo ha cambiado Israel durante estos 75 años?

La historia de Israel es una gran historia de éxito. Hace 75 años, Israel era un país de menos de un millón de habitantes, muy pobre, totalmente boicoteado por el mundo árabe y sus vecinos árabes, con una relación compleja con el mundo, pero particularmente con Estados Unidos en ese momento. No podríamos haber proyectado entonces la estrecha relación que tenemos ahora en comparación con la relación tan tensa del principio. Ahora, el país cuenta con una población de nueve millones, una economía fuerte, un establecimiento de defensa y seguridad muy potente. Hemos concluido dos acuerdos de paz con dos países árabes que eran antiguos enemigos y hemos normalizado relaciones con otros cuatro. Hay una relación de facto con otros países árabes y gozamos de una alianza muy estrecha con EEUU. Somos la nación 'start-up' y somos culturalmente muy vibrantes. 

Aún así, Israel vive una de las peores crisis domésticas de su historia reciente. 

Hay muchos elementos de una historia de éxito, pero también persisten muchos problemas subyacentes. Todavía hay un conflicto en curso con partes del mundo árabe y musulmán; por supuesto, la cuestión palestina sigue preocupando y afectando a Israel; las relaciones entre la minoría secular y ortodoxa y ultraortodoxa son complejas de gestionar; las tensiones dentro de la población judía entre aquellos que son de origen europeo o los mizrajís, cuyo origen está en Oriente Próximo. Es una historia de éxito marcada por problemas marcados y, por supuesto, irónicamente en este año del 75º aniversario, muchos de estos problemas subyacentes salieron a la superficie, intensificados y exacerbados por el actual plan del gobierno de Binyamín Netanyahu al que llaman reforma judicial, pero nosotros y muchos israelíes en la sociedad civil lo calificamos como golpe judicial. 

¿Era este el Israel que soñaban los sionistas?

La base del movimiento sionista era “normalizar la existencia judía”. El pueblo judío es uno de los pocos pueblos de la antigüedad que ha sobrevivido, ya que la mayoría de las personas que coexistieron con los judíos hace más de 2.000 años han desaparecido. Pero el pueblo judío no tuvo patria y se dispersó entre muchos países. Por eso, la idea del sionismo era normalizar la vida judía estableciendo un hogar nacional en la patria histórica. Palestina en ese momento [durante el siglo XIX] no tenía la noción de una entidad árabe. Los judíos hablaban de la tierra de Israel, Palestina o Tierra Santa que era un término usado por los cristianos. La tierra de Israel y la tierra de Palestina se usaban indistintamente. Fue en el siglo XX cuando el término Palestina se asoció más con árabes y judíos. Más adelante, a finales de los años veinte y treinta, hubo una creciente sensación de peligro. La gente no predijo el Holocausto, pero existía la siniestra sensación de que la existencia judía en Europa estaba en gran peligro, por lo que el sionismo no suponía solo un retorno, sino también una salvación.

Parte del Estado judío nació en los kibbutzim. ¿En qué consistían?

La idea del kibbutz era una utopía, que la gente pudiera vivir en un asentamiento colectivo. Cuando la gente piensa en un asentamiento colectivo, se refieren a Rusia o China donde esta idea no tiene muy buena reputación, porque mucha gente allí se vio obligada a aceptar la idea de la vida colectiva. Los kibbutzim, en cambio, eran una cuestión de elección y la idea era crear una sociedad ideal o utópica. En el caso israelí, dado que hubo un retorno judío a Palestina y comenzaron a asentarse judíos en el país, particularmente en áreas remotas del norte y del sur, la forma de instalarse fue estableciendo kibbutzim. Fueron un elemento pionero de la sociedad, que luego proveyó una élite de servicio, ya que tanto en los partidos políticos, particularmente en el movimiento laborista, y las fuerzas de seguridad, particularmente en el Ejército, muchos de los que se ofrecían como voluntarios en unidades de élite, aeropuertos, paracaidistas y comandos eran de la generación joven de los kibbutzim. Ayudaron a determinar las fronteras del futuro Israel en función del lugar donde se establecían. 

Los primeros años de Israel fueron dominados por una ideología progresista.

Incluso antes. Bajo el mandato británico, la comunidad judía en Palestina comenzó a establecer un proto-Estado con instituciones como la Agencia Judía, la Haganá [organización paramilitar de autodefensa judía creada en 1920], y un largo etcétera. Muchas instituciones del futuro Estado ya se habían establecido bajo el Mandato Británico. Políticamente hablando había tres bloques: el movimiento laborista, la derecha y los partidos ortodoxos. En ese momento, las comunidades ultraortodoxas eran abiertamente antisionistas porque pensaban que el regreso a Sión debía ser un acto de Dios y que los seres humanos no tenían el papel de acelerarlo, pero había un movimiento sionista religioso. Desde principios de la década de 1930, la hegemonía en el movimiento sionista siempre estuvo a cargo de los laboristas, del cual los kibbutzim formaban parte. Fue una hegemonía que duró más de 40 años hasta el primer cambio de gobierno en 1977, cuando los laboristas perdieron ante Menahem Beguin.

Todo cambió en 1967, ¿no?

Sí, con la Guerra de los Seis Días, lanzada por Siria, Jordania y Egipto. Esta fue la guerra que convenció a los árabes de que no podían derrotar militarmente a Israel, que tenían que llegar a un acuerdo de alguna manera. Y proporcionó los bienes territoriales para hacer la paz porque hasta 1967 no había mucho con qué comerciar. Los árabes se sintieron humillados por la derrota de 1948, por lo que querían algo para compensar la pérdida de Palestina y la pérdida de la guerra, pero Israel no tenía bienes para dar. Pero en 1967, tenía el Sinaí para dárselo a Egipto, como hizo en 1977, tenía los Altos del Golán para devolverlos a Siria, pero eso no funcionó y, por supuesto, estaba la cuestión de Cisjordania. Pero desde el punto de vista israelí, Cisjordania no era como el Sinaí o los Altos del Golán, era realmente parte de la patria histórica. Su soberanía sigue siendo una cuestión abierta. Hemos estado atrapados con el problema palestino desde entonces y yo diría que este es hoy el problema número uno al que se enfrenta Israel.

¿Aún sigue creyendo en una solución de dos Estados?

Desde mi punto de vista, una solución de dos Estados nos permitiría separarnos de los palestinos. Si eso no sucede y nos mantenemos junto a los palestinos, eso crearía una realidad de un Estado. Los palestinos estarán en igual número entre judíos y árabes al oeste del río Jordán.

Entonces, ¿el Israel que soñaban los sionistas se ha cumplido?

La visión del sueño se ha cumplido. Somos nueve millones de israelíes y, excepto dos millones de árabes israelíes, somos siete millones de judíos viviendo en Israel. Todavía hay grandes comunidades en los Estados Unidos, en Europa, en Francia y en Rusia, pero Israel es un Estado judío que manifiesta la importancia de las ideas del judaísmo, la nación judía, etc. Esta visión se ve amenazada por la incapacidad de encontrar una solución a la cuestión palestina y, más recientemente, por la toma política de la extrema derecha, que trata de imponer ideas muy radicales provenientes de una minoría muy pequeña. Tienen 64 escaños en una Knesset de 120. No es como si ganaran 80 escaños y tuvieran un mandato masivo para implementar la idea. Tratan de forzarlo en el país y la sociedad civil, de una manera muy impresionante, se ha unido y les ha hecho retroceder por ahora.

¿Cómo puede Israel salir de esta y salvar su democracia?

La sociedad israelí no es la única sociedad del mundo contemporáneo que está profundamente dividida. Lo vemos en EEUU, en Francia hasta cierto punto, en Gran Bretaña con el Brexit... Hay una crisis de la democracia que es global, pero la clave para tratar este tema en Israel es el liderazgo. Cuando tienes una sociedad tan dividida, la mejor manera de lidiar con ella es tener un líder nacional cuya misión sea unir a la sociedad. Una de mis quejas de Netanyahu es que hace todo lo contrario: sobrevive dividiéndonos. Tuve el privilegio personal de trabajar cuatro años con el primer ministro Rabin, el mejor ejemplo de un líder que unía a la gente y no la dividía. Lo que el país necesita tener ahora es un líder unificador. No veo una personalidad específica en la escena actual, pero está claro que lo que necesitamos es un liderazgo fuerte.

Suscríbete para seguir leyendo