Foco de conflictos

Jerusalén, la ciudad eternamente disputada

Desde hace milenios, la ciudad santa ha sido escenario de coexistencia y pugnas al ser el hogar de las tres grandes religiones monoteístas

Jerulasén, la ciudad eternamente disputada.

Jerulasén, la ciudad eternamente disputada. / Andrea López-Tomás

Andrea López-Tomàs

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Su laberinto de estrechas callejuelas engaña. Las voces de insistentes vendedores de souvenirs y artesanía distraen. A veces, enredan. Las decenas de personas concentradas en angostos pasadizos despojan de romanticismo cualquier paseo. Pero hay un aura difícil de explicar que permea el ambiente. Adoquines milenarios emanan dosis intangibles de trascendencia. Cantos de todos los credos elevan al visitante un par de palmos sobre el suelo, el mismo sobre el que Jesús arrastró su cruz. Algunas banderas izadas, y otras pisoteadas, dan una pista sobre el porqué de la presencia abrumadora de armas y cámaras. En Jerusalén, ciudad santa donde las haya, el pasado castiga al presente tiñendo de sangre sus antiquísimas paredes. 

Cada uno ve en Jerusalén su propia causa. "Nadie podría subestimar la importancia de esta ciudad", subraya el profesor Yitzhak Reiter, presidente de la Asociación de Estudios Islámicos y de Oriente Medio de Israel. "Cuando Jerusalén pasa a estar en el ojo del huracán y sirve como punto de reunión para reclutar gente que luche por el futuro de esta ciudad, se convierte también en el símbolo del conflicto palestino-israelí", añade Reiter para este diario. Para Nada Awad, palestina jerosolimitana, su urbe natal va más allá. "La situación en Jerusalén es un microcosmos de la situación contra el pueblo palestino en su conjunto", cuenta a EL PERIÓDICO.

Y así lo prueban los hechos ocurridos en las últimas semanas. Ante la violencia perpetrada por la policía israelí contra los fieles palestinos que intentaban rezar en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén en pleno mes sagrado del Ramadán, prendió la región entera. Por eso, Israel ha prohibido el rezo judío en este recinto hasta el final del mes más especial para los musulmanes. "La comunidad internacional está muy pendiente de lo que pasa en Jerusalén, ya que cualquier fricción, enfrentamiento o violencia entre israelís y palestinos allí se extiende a Cisjordania, a todo Oriente Medio y al mundo árabe y musulmán, y crea inestabilidad en la zona", explica Reiter. 

Sinagogas, iglesias y mezquitas

En apenas el kilómetro cuadrado de la Ciudad Vieja de Jerusalén, se concentran edificios de las tres principales religiones monoteístas del mundo. Sinagogas, iglesias y mezquitas son custodiadas por diferentes banderas en una compleja convivencia. Entre sus paredes, ese aura pesada que cae sobre los adoquines resulta combustible que puede arder con una pequeña mecha. Para los musulmanes, Jerusalén es el hogar del tercer lugar más sagrado del islam, después de Meca y Medina. "Los musulmanes palestinos que viven en Jerusalén creen que nacieron para defender la mezquita de Al Aqsa, y esta es la razón de muchos enfrentamientos y violencia que estallan en la zona", señala Reiter. 

"La situación en Jerusalén es un microcosmos de la situación contra el pueblo palestino en su conjunto", denuncia Nada Awad de Al Shabaka

A su vez, judíos de todo el mundo proclaman su anhelo en cada liturgia: "el próximo año en Jerusalén". "Es el epicentro del judaísmo, donde nació el reino de Israel y transcurrió la mayor parte de la historia del pueblo judío", concreta el también profesor universitario. Por eso, las recién estrenadas autoridades israelís decidieron establecer su capital política en la ciudad santa tras la creación del Estado en 1948. Pero, en esas tierras, ya había un pueblo que las habitaba. Por aquel entonces, los abuelos de Nada Awad eran una familia jerosolimitana de toda la vida. Siempre habían vivido en la parte oeste de Jerusalén que hace 75 años, durante la Nakba, la catástrofe palestina, cayó en manos de las fuerzas y el control israelí. 

¿La demografía decidirá?

"Recibimos un permiso de residencia [y no la ciudadanía] porque Israel era muy consciente de que lo que necesitaban hacer para crear un Estado judío era transferir a los palestinos, eliminarlos, y reemplazar a la población nativa", cuenta la analista de Al Shabaka, la red de expertos palestinos. "Esta es la ideología sionista", remarca. La familia de Awad se convirtió en otra de las miles desplazadas internas. A día de hoy, han resistido contra viento y marea en la ciudad santa y son 350.000 los palestinos que viven con un permiso de residencia en Jerusalén. Las leyes israelís permiten revocar estas licencias bajo el ambiguo concepto de "incumplimiento de la lealtad" hacia el país que las ocupa. Desde 1967, unas 14.500 han sido anuladas, convirtiéndolos en apátridas.

 Jerulasén, la ciudad eternamente disputada. 

 Jerulasén, la ciudad eternamente disputada.  / Andrea López-Tomás

Si la demografía se mantiene, la población palestina superará a la mayoría judía en 2045. Actualmente, los descendientes de los oriundos de la ciudad están divididos por el muro de separación iniciado en 2002 y por multitud de puestos militares de control. Además, Israel ha construido asentamientos judíos ilegales en el este de Jerusalén que albergan unos 230.000 habitantes. La ausencia de lugares donde encontrarse entre palestinos eleva al complejo de la Explanada de las Mezquitas a ser el último remanente de la patria palestina que no está bajo el control total de Israel. Es en Jerusalén donde la identidad nacional palestina ha florecido desde inicios del siglo pasado.

"Heridas del 1967"

"Todavía estamos lamiendo nuestras heridas por lo que pasó en 1967", lamenta el profesor israelí. "Los grupos religiosos judíos creyeron que Dios nos ayudó a obtener la victoria sobre los palestinos y los estados árabes, como si fuera un signo del Mesías, así que desde entonces, Israel, bajo la presión de estos grupos, decidió triplicar el tamaño de Jerusalén, incluir más espacio en la parte israelí e imponer su ley y administración en la totalidad de la ciudad, que es otra palabra para hablar de anexión", denuncia. Durante las últimas décadas, la discriminación sobre la población palestina ha aumentado a medida que incrementaba la presencia de judíos radicales venidos de países extranjeros para instalarse en la tierra soñada. 

Awad lamenta una realidad que le impacta de lleno: "Lo que Israel ha hecho desde su creación es institucionalizar un régimen de dominación y opresión racial como herramienta del colonialismo de colonos, a la vez que se aseguran de sofocar la resistencia". "Al fin y al cabo, nos dirigimos hacia una situación en la que cada vez es más difícil sobrevivir para los palestinos", añade. En ese intento de salir a la superficie a respirar, de preservar la tierra de sus ancestros, el aura de Jerusalén eleva sus esfuerzos. El eco de sus últimos alientos traspasa las difusas fronteras del pueblo palestino. Reflejados en la cúpula dorada del Domo de la Roca, los adoquines milenarios cuentan su historia, una más compartida de lo anhelado.

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