Palestinos en lucha

El Teatro de la Libertad, escenario de resistencia a la ocupación israelí

Este centro cultural en el campo de refugiados de Yenín lucha por la liberación palestina a través de las artes escénicas

Internacional reportaje El Teatro de la Libertad, escenario de resistencia a la ocupación israelí. Este centro cultural en el campo de refugiados de Yenín lucha por la liberación palestina a través de las artes escénicas. La estudiante del Teatro de la Libertad, Chantal, se prepara para ensayar. FOTO: Andrea López-Tomàs

Internacional reportaje El Teatro de la Libertad, escenario de resistencia a la ocupación israelí. Este centro cultural en el campo de refugiados de Yenín lucha por la liberación palestina a través de las artes escénicas. La estudiante del Teatro de la Libertad, Chantal, se prepara para ensayar. FOTO: Andrea López-Tomàs / Andrea López-Tomàs

Andrea López-Tomàs

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Su nombre puede parecer osado. Incluso, hasta algo pretencioso. Pero su ubicación geográfica, y además simbólica, lo justifica. El Teatro de la Libertad está en el campo de refugiados de Yenín, situado en la Cisjordania ocupada. Tras recorrer las callejuelas dispares, coronadas por una maraña de caóticos cables que acumulan décadas de existencia, se abre el espacio para dejar lugar a un escenario donde los sueños se elevan por encima del enredo, más allá de las fronteras. Miles de colores tiñen las grises paredes con retratos de actores y dramaturgos, con instantáneas de una vida resistiendo a través del arte. Antes de entrar, los carteles se superponen anunciando festivales próximos y pasados que combinan teatro feminista o experiencias de realidad virtual. Todas ellas nacidas por el deseo de contar una historia.

“Todas las personas que trabajan aquí son luchadoras por la libertad”, cuenta su director, Mustafa Sheta. “Cuando hablamos de libertad, no nos referimos solo a la ocupación israelí, incluimos todo aquello que implica la necesidad de preservar nuestra libertad individual y colectiva”, explica a este diario desde su dilatado despacho. La palabra libertad, hurriya en árabe, impregna cada rincón de su oficina, que incluso alberga una estelada. “Tenemos el derecho a decidir lo que queramos y, para lograrlo, se necesita un corazón valiente y una voz crítica contra todas las ocupaciones que sufre el pueblo palestino”, añade Sheta. El Teatro de la Libertad existe para luchar contra todas ellas. 

“Somos parte de la revolución y de la resistencia y levantamos el título de resistencia cultural”, defiende su director 

Creado en el 2006, este centro usa la resistencia cultural en su batalla por la justicia, la igualdad y la autodeterminación palestinas. “Nosotros, los palestinos, usamos todas las vías para resistir: la acción militar, los planes de secuestro, los enfrentamientos, las rocas, la negociación, la búsqueda de la atención de la comunidad internacional, pero, ¿qué hemos obtenido hasta ahora?”, se pregunta. “Nada”. Por eso, desde este espacio en medio del que se considera el bastión de la resistencia armada palestina, Sheta defiende todo tipo de resistencia. La suya es a través del arte. 

Aunque la crisis económica y la reducción de donaciones les ha forzado a reducir su plantilla de 12 a cuatro empleados, siguen produciendo más de 14 obras profesionales al año. Además, cuentan con un curso de tres años para formar a jóvenes actores que quieren adentrarse en el incipiente mercado cinematográfico palestino. También son el patio donde se divierten decenas de niños y niñas. “Juntamos a niños del campo de refugiados y de la ciudad de Yenín para que tengan un espacio donde jugar y expresar toda esa energía que tienen”, explica el director del teatro a EL PERIÓDICO. “Necesitamos proteger su salud mental en este difícil contexto”, añade Sheta.

Internacional reportaje El Teatro de la Libertad, escenario de resistencia a la ocupación israelí. Este centro cultural en el campo de refugiados de Yenín lucha por la liberación palestina a través de las artes escénicas. Mustafa Sheta, el director del Teatro de la Libertad. FOTO: Andrea López-Tomàs

Mustafa Sheta, el director del Teatro de la Libertad. / ANDREA LÓPEZ-TOMÀS

Invasiones y detenciones

Y es que el campo de refugiados de Yenín ha sido uno de los lugares más castigados por la violencia del Ejército israelí últimamente. El pasado 26 de enero sus residentes vivieron una de las matanzas más letales en los últimos años, con 10 palestinos muertos en una redada de soldados israelís. De los 150 palestinos asesinados por fuerzas israelís durante el 2022, la mayoría provenían de las ciudades de Nablus y Yenín. En el Teatro de la Libertad, conocen la violencia de cerca. Este centro cultural es el heredero del Stone Theatre, creado tras la Primera Intifada por la activista israelí Arna Mer Khamis. Durante la invasión de Yenín de la Segunda Intifada, el teatro fue destruido por el Ejército israelí.

En 2006, fue su hijo, Juliano Mer Khamis, quién creó el Teatro de la Libertad. Un fatídico día de abril del 2011, Juliano fue asesinado a las puertas del centro al que había dedicado su vida. Aún se desconoce quién apretó el gatillo. La persecución continúa hasta hoy. “En septiembre, nuestro presidente fue detenido y está, desde entonces, bajo detención administrativa, un miembro de la asamblea general también fue arrestado hace unos días, y yo tengo prohibido viajar”, cuenta Sheta. Sabe que no sólo son incómodos para los israelís, sino que también molestan a una Autoridad Palestina complaciente con sus ocupantes. 

Uno de los grandes retos del Teatro de la Libertad es que se convierta en un lugar para la gente, para su gente. “La relación entre el pueblo y las organizaciones culturales depende de la realidad, de lo que sucede a su alrededor”, cuenta el director. “Cuando las personas tienen buenos trabajos, tienen dinero, viven en espacios tranquilos sin ningún tipo de estrés, entonces seguro que quieren tratar de encontrar ese lugar para la alegría y la diversión, para la educación y la cultura, pero si no tienen nada de eso, no pueden pensar en el teatro, porque no tienen nada que compartir”, constata Sheta. 

'Artivismo'

Aún así, las generaciones más jóvenes sí se atreven a acercarse al teatro y, de alguna forma, a sí mismas. “El Teatro de la Libertad es el lugar donde vengo a expresar mis sentimientos, mi rabia, para así transmitir al mundo lo que experimentamos en Palestina”, cuenta Chantal, de 22 años. Esta estudiante de enfermería de Nazaret, al norte de Israel, sueña con ser actriz y bailarina. Lleva seis meses estudiando en el Teatro de la Libertad, donde práctica danza oriental, bachata, danza contemporánea y dabke, el baile folclórico palestino. 

Desde un escenario adornado con telas de colores, Sheta está convencido de la misión de este templo de la libertad. “Si no quieres venir al teatro, el teatro vendrá a ti”, proclama frente a una sala vacía. Pero no es un teatro cualquiera. Movidas por el 'artivismo', que combina arte y activismo, el Teatro de la Libertad es un engranaje más de la maquinaria que trabaja para la liberación palestina. “No somos lo opuesto a los combatientes militares, nosotros tenemos una misión y ellos otra, pero tenemos el mismo interés en la autodeterminación”, insiste el director. “Somos parte de la revolución, somos parte de la resistencia y levantamos el título de resistencia cultural”, concluye entre banderas palestinas. 

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