Crisis sanitaria global

La emblemática calle Florida de Buenos Aires, en ruinas por la pandemia

• La calle Florida se ha convertido en un desierto como consecuencia del covid

•La crisis económica ha obligado a echar el cierre a centenares de comercios

Calle Florida, en Buenos Aires.

Calle Florida, en Buenos Aires. / ABEL GILBERT

Abel Gilbert

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La ciudad de Buenos Aires se ha quedado al menos temporalmente sin su calle Florida, que es como decir, de algún modo, que le extirparan Las Ramblas a Barcelona y, en su lugar, quedara una mueca urbana de su esplendor. La pandemia la ha machacado, ya que la economía se contrajo más de 10 puntos en 2020. Según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa, el año pasado cerraron en todo el país 90.700 locales y 41.200 pequeñas y medianas empresa. Algunas de las cicatrices del desplome se exhiben en el pasaje más emblemático de la capital. Todavía quedan algunos bares y comercios abiertos. Pero la entrada de gran parte de sus establecimientos fue tapiada o cuelga el cartel de Se alquila. La Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires calcula que unos 500 locales bajaron sus persianas en los 1.200 metros de peatonal y sus calles lindantes.

Un silencio ensordece a ese tramo que bullía y se regodeaba de su historia de distinción. Florida fue el nombre del grupo literario de vanguardia que desplegó su imaginación en las primeras décadas del siglo XX. Un joven Jorge Luis Borges formó parte de esa camada que se reunía en la confitería y billar La Richmond y, bajo un aura de cosmopolitismo, se mofaba de los poetas y narradores decimonónicos. Creían que el futuro les pertenecía, justo en esa calle a la que ahora solo le queda el pasado. La Richmond había cerrado sus puertas años atrás fruto de la especulación inmobiliaria. Ahora es parte de del mismo paisaje.

La peatonal lleva a la sede del Ejecutivo. Sus adyacencias marcan el pulso financiero de este país. En algunos bares, como el Florida Garden, se conspiraba hasta que caía el sol: alrededor de sus mesas se sentaban políticos, periodistas y espías. Ya no hay nada que husmear ni hipótesis que desbrozar: todo está a la vista. En 1952, al morir Eva Perón, la calle se convirtió en el camino obligado hacia el velatorio de la "Abanderada de los humildes". La poeta y escritora Maria Helena Walsh dejó en uno de sus textos las impresiones de ese peregrinaje. "Calle Florida, túnel de flores podridas/ Y el pobrerío se quedó sin madre llorando entre faroles sin crespones/ Llorando en cueros, para siempre, solos". Quince años más tarde, cuando una dictadura sustituyó los adoquines coloniales por baldosas, fue uno de los epicentros de efervescencia cultural y juvenil.

La fiebre del dólar

 La calle ha sido también un termómetro recurrente de los vaivenes del dólar que, desde hace décadas, es un desvelo nacional. Los "arbolitos", como se llamó en los años ochenta a los vendedores informales de la moneda norteamericana, pululaban entre la gente como peces en el agua. En los tiempos de tolerancia, alzaban la voz para ofrecer la cotización del día. "Cambio, cambio", susurraban, furtivos, durante los días de mayores restricciones cambiarias y absurdas penalizaciones. En la actualidad, los "arbolitos" son migrantes colombianos o venezolanos. Pareciera que hablaran solos. Casi nadie pasa alrededor.

Se hacía difícil atravesar Florida en tiempos de "normalidad" (400.000 personas cada día) que parecen irrecuperables. El enjambre humano dificultaba las caminatas. Había que andar a veces en zigzag. Pero además del trasiego, en alguna esquina se bailaba tango para los turistas o alguna estatua viviente desafiaba las posibilidades de petrificación. Florida ha sido un recorrido obligado de los visitantes de otros países, especialmente brasileños, que se compraban de todo en las tiendas. Con el covid-19 vino el cierre de fronteras. El turismo cayó en picado. La Asociación Amigos de la calle Florida calcula que los comercios de la zona se nutrían en un 70% por de extranjeros que no se sabe cuándo retornarán. El otro 30% de la actividad provenía de las oficinas. Las ventas en total cayeron un 75% y los locales disponibles para alquiler o venta se incrementaron un 760% en relación al también penoso 2019. Los que todavía sobreviven se nutren de la escasa actividad que queda alrededor.

Calle Florida, en Buenos Aires.

Calle Florida, en Buenos Aires. / ABEL GILBERT

Desierto de cemento

"El centro porteño murió", dijo el escritor Martín Rodríguez después de recorrer lo que era una de las zonas más activas de la ciudad. Su descripción es estremecedora. "Humo a los costados: bancos, oficinas públicas, cajeros automáticos rotos, bares viejos y modernos abandonados o con una mesa cortando el acceso para vivir de un delivery (venta telefónica) que le permita pagar la luz, el gas, oficinas sin trabajo. Un desierto vertical y horizontal”. ¿Hasta cuándo? Nadie lo sabe.

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