Los intereses de Trump en Rusia preceden a su admiración por Putin

El candidato republicano lleva tres décadas intentando hacer negocios con Moscú

Trump, en un acto electoral en Panama City Beach (Florida), el martes.

Trump, en un acto electoral en Panama City Beach (Florida), el martes.

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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Antes incluso de que la Unión Soviética fuera historia, Donald Trump expresó su interés por hacer negocios en Rusia. Como él mismo contó en ‘The Art Of The Deal’, en 1987 viajó a Moscú con su primera mujer y visitó media docena de emplazamientos para construir un hotel de lujo a medias con el gobierno de Mijaíl Gorbachov. El proyecto nunca prosperó, pero el magnate lo volvería a intentar en numerosas ocasiones a lo largo de los años. “El mercado ruso me atrae. Tengo una gran relación con muchos rusos y casi todos los oligarcas estaban en la reunión”, dijo en el 2013 al abordar sus planes para levantar un complejo de apartamentos en la capital rusa. Ese mismo año, Trump llevó a Moscú el concurso de Miss Universo.

Los intereses empresariales en Rusia del candidato republicano a la presidencia de EEUU han cobrado relevancia a raíz de la constante admiración que ha expresado hacia Vladimir Putin en un momento de máxima tensión entre los dos países, cuando la Casa Blanca acusa al Kremlin de “tratar de influir” en las elecciones de noviembre mediante el robo de información y la posterior filtración a organizaciones como Wikileaks, de la que han salido numerosos 'e-mails' comprometedores para Hillary Clinton. Trump ha dejado claro que quiere redefinir la relación con Moscú y cooperar con sus fuerzas en Siria, algo que ha tratado de hacer sin éxito la Administración Obama. “¿No estaría bien si pudiéramos llevarnos bien con Rusia?”, ha repetido durante la campaña.

"INGENUO E IRRESPONSABLE"

“Su tendencia a considerar los intereses nacionales de Rusia y a abordar la relación desde un punto de vista pragmático lo sitúa en la tradición realista de las relaciones internacionales, en la línea de George Kennan o Henry Kissinger”, asegura el profesor Thomas Remington, autor de varios libros sobre Rusia. “Pero el tono que utiliza y algunas cosas que ha dicho, sumadas a su ignorancia en política exterior, sugieren que es peligrosamente ingenuo e irresponsable”. Los poderes fácticos en la capital lo consideran esencialmente una “marioneta de Putin”, por utilizar el título de un reciente editorial del Washington Post.

Lo cierto es que muchas de sus propuestas encajan a la perfección con los intereses del Kremlin y su estrategia para desestabilizar Occidente, una actitud que desde Moscú se vende como una reacción defensiva al acoso occidental. Trump ha dicho que se planteará reconocer la anexión de la Crimea ucraniana. Ha sugerido que no acudirá al rescate de los aliados de la OTAN en caso de invasión rusa a menos que paguen más por su defensa. Ha discutido que fuera Rusia quien 'hackeó' los correos del Comité Nacional Demócrata y, durante la Convención Republicana, logró que sus aliados tumbaran una propuesta para armar a Ucrania en su guerra contra los rebeldes prorrusos.

PROYECTOS FRACASADOS

A lo largo de los años, el magnate ha intentado en al menos cinco ocasiones llevar su nombre a Moscú, San Petersburgo o Sochi, pero todos sus proyectos inmobiliarios fracasaron. Eso no quita que su empresa haya hecho negocios con inversores rusos para comprar propiedades alrededor del mundo. “La representación rusa en nuestros activos es bastante desproporcionada”, dijo su hijo Trump Jr. durante una conferencia inmobiliaria en el 2008. “Nos está lloviendo mucho dinero desde Rusia”. A esos vínculos empresariales, habría que añadir los de algunos asesores de la campaña de Trump.

El más notorio es Paul Manafort, quien fuera su jefe de campaña hasta finales de agosto. Antes de trabajar con Trump, el avispado lobista ganó millones de dólares asesorando a varios oligarcas ucranianos y al Partido de las Regiones del defenestrado presidente proruso Victor Yanukovich. Otro de ellos es Carter Page, asesor en política exterior, quien dirigió la oficina de Merryl Lynch en Moscú y trabajó como asesor para la gasística Gazprom. La tercera pata de estas conexiones es el ex jefe de la Inteligencia Militar, Michael Flynn, también asesor en política exterior. Flynn es un contertulio habitual de Russia Today, el canal en inglés financiado por el Kremlin, y el año pasado viajó a Moscú para celebrar su décimo aniversario. Aparentemente se sentó a dos sillas de Putin.

CLINTON, "DEMASIADO DURA"

Trump insiste en que todas estas sospechas no son más que una conspiración: “Tengo cero inversiones en Rusia”. Y no le teme al coste electoral. Este mismo martes ha acusado a Clinton de ser “demasiado dura” con el Kremlin y ha dicho que se plantea reunirse con Putin si resulta elegido antes de que eche a andar su Administración. En Washington la incomodidad es manifiesta. “Sus continuos halagos a Putin y el grado en el que parece modelar a su imagen y semejanza sus propuestas y su aproximación a la política no tienen precedentes en la política estadounidense”, ha dicho el presidente Barack Obama..

Pero desde Rusia la lectura es distinta. “Los analistas cercanos al Kremlin insisten en que Trump sería realista y acomodaticio con Rusia, mientras que la posición, el estilo y la historia de Clinton sugieren que sería beligerante y podría abocar al mundo al borde de la guerra nuclear”, dice el profesor Remington.