Un rico rey de los pobres

Pese a su preocupación por la pobreza, Mohamed VI lleva una vida de lujo extremo

ANTONIO BAQUERO
BARCELONA

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En el 2006, el semanario Al Jarida Al Ujra hizo una encuesta para el elegir al marroquí del año. El hecho de que Mohamed VI quedara segundo desató una polémica y llevó al Gobierno a plantear una nueva ley de sondeos donde se vetarían preguntar sobre el rey. «El rey no puede estar en competencia con nadie», clamó un consejero real dejando claro que, aunque su régimen está lejos de la maquinaria brutal de Hasán II, Mohamed VI sigue siendo intocable. Así lo constató el estudiante que, en la pizarra, manipuló el lema nacional «Dios, patria y rey» por el de «Dios, patria y Barça». Pasó varios días en prisión.

Episodios como este ilustran como, tres lustros después de su llegada al trono, hay cosas que se perpetúan. «El poder tradicional del sultán, en lo que se refiere a su arbitrariedad, se mantiene», comenta el periodista Alí Ammar, autor del libro Mohamed VI. El gran malentendido. Lo que tampoco cambia es la ingente cantidad de dinero que el estado marroquí destina a la monarquía: cerca de 300 millones de euros al año.

«El presupuesto de la Casa Real representa el 2% de gastos del Estado», comenta el periodista, que detalla: «Mohamed VI gasta 40 millones de euros al año en viajes, seis millones en el mantenimiento de sus coches (tiene un parque móvil de 3.000 vehículos), y dos millones en vestuario». Así, la firma Holland and Sherry anunció en el 2008 que el rey Mohamed VI era una de las 18 personas que encargó el traje más caro del mundo: un traje de lana de lama de los Andes que costaba 44.000 euros.

Amigo de los famosos

«Mohamed VI es un rey epicúreo que, tras haber sido en su juventud aplastado por un padre autoritario, aprecia las escapadas a París y Roma, donde le encanta frecuentar a las estrellas», dice el periodista, que relata sus gustos: esquiar en los Alpes, visitar el santuario de Ferrari en Maranelo o hacer esquí acuático en los trópicos. Ese suntuario modus vivendi contrasta con la imagen de Rey de los Pobres que él mismo se forjó. Aunque su preocupación por las clases desfavorecidas parece sincera, sus acciones van más ligadas a obras de caridad que al desarrollo social.

La personalidad de su padre le ha dejado huella. Nacido en 1963 y criado en el palacio real, en seguida su padre le sometió a pruebas para forjar sus carácter. Así, cuando era un niño, Hasán II le obligó a presenciar la ejecución de varios militares golpistas. Quizás por eso ha marcado distancias con su padre. Ordenó desmantelar el harén real y dejar libres a varias decenas de mujeres, muchas de las cuales llevaban recluidas desde la adolescencia. Además, no vive en el palacio real de Rabat, si no que reside con su esposa, Lalla Salma, y sus dos hijos en su palacio de Salé.

El papel de su mujer también es distinto. Con Hasán II no existía ni la figura de reina ni la de esposa del rey. Solo la de madre de los hijos del rey, que nunca aparecía en público. Lalla Salma sí tiene el título de alteza y de esposa del monarca.

Mohamed VI tiene una fortuna que Forbes calculó en 1.100 millones de euros y que se nutre de la presencia tentacular de las empresas del rey en casi todos los sectores económicos. Para muchos, esa omnipresencia frena el desarrollo del país. «Es el primer banquero, el primer asegurador, el primer constructor, el primer productor agrícola», señala la especialista francesa en el Magreb Catherine Graciet en su libro El rey depredador.

Eso hace que contribuir a una liberalización real de Marruecos pueda deteriorar su monopolio. Así lo sostiene en su libro El príncipe prohibido, Mulay Hicham, primo del monarca, que señala: «El gran problema de esta monarquía es su relación con la economía. Antes que el respeto de los derechos humanos o la democratización, su implicación en la esfera económica es el problema que bloquea la transformación».