Análisis

Un nuevo tifón en la 'perla de Oriente'

Un nuevo tifón en la 'perla de Oriente'_MEDIA_1

Un nuevo tifón en la 'perla de Oriente'_MEDIA_1

RAMON VILARÓ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La isla de Leyte, una de las 7.000 del archipiélago filipino, por donde entró el mortífero supertifón Haiyan, fue escenario histórico de la batalla naval entre japoneses y estadounidenses hacia el final de la segunda guerra mundial. En sus playas desembarcó el general Douglas MacArtur cumpliendo su promesa  -«Volveré»- hasta llegar a Manila y dar la estocada mortal al militarismo nipón.

Filipinas, que había sido durante más de tres siglos colonia española y durante medio siglo más colonia asociada a Estados Unidos -periodo en el que se convirtió en el país más próspero de Asia-, obtuvo finalmente la independencia el 4 de julio de 1946. Fue el inicio de la consolidación de una docena de grandes fortunas familiares, muchas de ellos de origen hispano. Los Soriano, Zóbel de Ayala, Roxas, Lobregat, Elizande Inchausti multiplicaron sus patrimonios. Eran tiempos en los que la Compañía General de Tabacos de Filipinas, con sede en Barcelona y hoy desaparecida, tenía fama de ser tan poderosa como el propio Gobierno filipino. Eran tiempos en los que la República de Filipinas era conocida como la perla de Oriente.

El cambio de rumbo en el mercado internacional de productos como el azúcar, el tabaco, la copra y la nipa, principales partidas de la exportación filipina, junto con la ausencia de un proceso de industrialización similar al de los llamados   tigres asiáticos (Corea del Sur, Tailanda y Taiwán, en especial), perjudicó el crecimiento económico filipino. Tampoco ayudó la etapa autoritaria y corrupta del presidente Ferdinand Marcos, cuya dictadura cayó tras una revuelta popular, People Power, que en febrero de 1986 dio el poder a Corazón Cory Aquino, viuda del senador Benigno Ninoy Aquino, asesinado por los esbirros de Marcos en 1983.

Clanes políticos familiares

Actualmente Benigno Aquino júnior es el presidente de Filipinas, un país donde los poderes políticos se suceden dentro de los clanes familiares. Incluso en el clan de Marcos, en el que su esposa, Imelda, es hoy senadora a pesar de su fama por el cobro de comisiones durante la dictadura y por sus 2.000 pares de zapatos, que pude contemplar en el palacio presidencial de Malacañang horas después de que los helicópteros de la Navy evacuaran al dictador  y sus secuaces la noche del 25 de febrero de 1986. Un hijo de Marcos es diputado y probable aspirante a candidato presidencial en las próximas elecciones.

Desde principios de este siglo XXI la economía filipina comenzó a dar un vuelco positivo, con crecimientos sostenidos anuales de entre el 4% y el 6 % del PIB que han convertido a Metropolitan Manila, la capital urbe de 10 millones de habitantes, en un enjambre de rascacielos análogo al de cualquier capital de los pujantes países del Sudeste Asiático. La etnia chino-filipina, con excelente guanxi (las relaciones de clanes familiares), ha desarrollado una industria manufacturera que va desde los zapatos hasta los microchips.

Con una población joven y bien formada -el inglés es casi la lengua oficial, junto al tagalo, gracias al medio siglo de presencia estadounidense-, los filipinos eran optimistas cara al futuro, porque el presente ya es mejor que el pasado. Incluso la población agraria, que ha visto mejorar su renta y la obligación de que sus hijos sean escolarizados.

Y en eso llegó el supertifón Haiyan a una tierra donde, por desgracia, están acostumbrados a una veintena de tifones anuales, sin olvidar terremotos y erupciones volcánicas, lo que nos recuerda que el paraíso no existe ni en este país de maravillosas gentes y paisajes. Filipinas, el pueblo filipino, con una colonia de cuatro millones de expatriados cuyas remesas son la principal fuente de divisas del país, superará está tragedia como superó los tiempos coloniales españoles y estadounidenses. O como superó aquella ocupación japonesa que solo en la batalla de Manila dejó más de 100.000 muertos en un mes, febrero de 1945, antes de que MacArtur, desde Leyte, volviese a pisar la capital de la perla de Oriente. Una perla siempre sometida a desastres naturales o políticos que los filipinos superan con tesón y con una solidaridad internacional donde debería destacar la española por los lazos históricos que nos unen.