La ciudad alemana de Francfort del Óder y la polaca de Slubice vuelven a acercarse después de haber vivido de espaldas durante 60 años

Las reticencias son grandes

NATHALIE VERISIEUX / FRANKFURT DE L'ODER

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El tímido sol de invierno se transforma en destellos rosados al reflejarse sobre el Óder, mientras los peatones que cruzan el río atraviesan como autómatas esta simbólica frontera. Es aquí, en Fráncfort del Óder (Brandemburgo), donde acaba el espacio Schengen.

Pero eso ya es parte del pasado. El último control de pasaportes se realizó ayer a medianoche. Polonia y los restantes países del antiguo bloque del Este que se adhirieron a la UE en el 2004 se han integrado ya en la zona de libre circulación. Coches, barcos y peatones pueden atravesar el río sin restricción alguna, una perspectiva que no suscita gran entusiasmo en la región.

Gasolina y súper

Los embotellamientos son frecuentes, sobre todo durante los fines de semana, cuando llegan los berlineses para una pequeña gira de gasolina, supermercado y peluquería. Slubice, de 16.000 habitantes, la hermana gemela polaca de Fráncfort del Óder, con 62.000 almas, se ha adaptado a los nuevos tiempos: los primeros carteles tras la frontera indican el mercado.

Las dos ciudades, unidas antes de la guerra, se dan la espalda desde hace 60 años, pese a que la frontera está abierto desde 1989. Del lado alemán, las reticencias son grandes por ese miedo tradicional al este, desde donde llegaron los rusos al final de la guerra. "Las dos ciudades no se conocen", admite Sven-Henrik Häsecker, portavoz municipal alemán.

"Entre el 80% y el 90% de los habitantes de Fráncfort ni siquiera son originarios de la ciudad; son desplazados de Prusia oriental" (territorio incorporado a Polonia después de 1945), afirma. "En el lado polaco sucede lo mismo: sus habitantes vienen de otras regiones que fueron polacas en el pasado pero que se encuentran hoy en Ucrania; durante el comunismo, la frontera estaba cerrada habitualmente, sobre todo tras el auge del sindicato Solidaridad, ya que la RDA quería evitar que las protestas se extendieran. Debemos elaborar una nueva forma de pensar", añade.

Pero aún queda mucho. La tentativa de instaurar una vía para tranvías con los de enfrente se sometió en el 2006 en el lado alemán a un referendo: un 83% de los votantes rechazaron el proyecto, financiado casi todo por la UE.

Patrullas germano-polacas se pueden ver en Slubice y de Fráncfort del Óder. Adam Tomasko, de 29 años, con uniforme negro de la Policija --y un reducido salario mensual de 400 euros-- y Jörg Müller, de 57 años, con uniforme verde de la Polizei recorren el mercado de Slubice.

Patrullas bilingües

Ambos han aprendido lo básico del idioma del otro y la población se ha habituado a ver a este extraño dúo. "El objetivo es estimular la sensación de seguridad de la población", explica un superior jerárquico del lado alemán. Pero las declaraciones tranquilizadoras de autoridades y policía no cambian nada. "Los ciudadanos no quieren creer en las cifras", afirma, desolado, Peter Salender, portavoz de la policía regional. "Se desató el pánico cuando Polonia entró en la UE en mayo del 2004, todo el mundo pensaba que la criminalidad iba a dispararse; se ha producido todo lo contrario; antes había que esperar días enteros en la frontera. Ahora toda una generación de delincuentes ha desaparecido, porque no hay robos de carga".

La empobrecida región tiene mucho que ganar. Fráncfort del Óder, cuya economía ha experimentado un verdadero descalabro tras la caída del telón de acero, ha visto emigrar a un tercio de la población. "Por vez primera tras la guerra, la circulación será libre en la región", cuenta Martin Patzelt, alcalde de Fráncfort del Óder, que espera con impaciencia el 2009 y la posible supresión del permiso de trabajo para los polacos.

f Libération