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"Pero sigo siendo el rey"

El rey Juan Carlos I en su tercera jornada en Sanxenxo.

El rey Juan Carlos I en su tercera jornada en Sanxenxo. / EFE / LAVANDEIRA JR.

Se marchó sin decir por qué y regresó a bombo y platillo en avión privado a una regata. Una provocación a Felipe VI –su hijo– que había acordado discreción, y un desafío a la monarquía –vestigio medieval– que, avanzado el siglo XXI y por (e)mérito propio, ve trepidar la tierra bajo sus pies.

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Ni explicaciones, ni perdón. Como en la ranchera, el emérito cree «seguir siendo el rey». La edad, la soberbia y los palmeros que lo acompañan le impiden ver sus despropósitos. Tampoco ayudan, dañan más bien, los monárquicos que legitiman y celebran los pelillos a la mar.

Si la monarquía añora un futuro, debe impulsar una ley de la Corona que acabe con la inviolabilidad modelo 'barra libre' y obligue a una transparencia total y ejemplar.

Juan Carlos I, que para no rendir a la Hacienda española tiene su residencia en el paraíso fiscal de Emiratos, mantiene sus honores: es emérito. Pero el honor, según la RAE, es el «cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo». ¿Qué honor existe, pues, en haberse librado por prescripción o inviolabilidad de diez delitos fiscales, uno de blanqueo de capitales y dos de cohecho pasivo impropio? Por menos, le revocaron el título de duquesa de Palma a su hija Cristina.

El rey Felipe VI mostrará hoy hasta qué punto quiere marcar distancias con Juan Carlos I

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