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La psicología del odio

Un cartel rotulado en diferentes idiomas, en el centro de Barcelona.

Un cartel rotulado en diferentes idiomas, en el centro de Barcelona. / JULIO CARBÓ

En su artículo “Sobre España, los españoles y lo español” (1959), Camilo José Cela afirma que “el vicio que lastra a la masa española es la envidia” y añade que “Unamuno llama a la envidia la íntima gangrena del alma española”. Reflexionando sobre qué puede mover la sed de venganza y el desprecio hacia la cultura catalana de algunos, he hallado una luz. Quizá esté equivocado y su actitud –en ciertos jueces, policías, periodistas y otros ciudadanos– les mueva el deseo de alcanzar un mayor bienestar común u ofrecer unos principios nobles pero –como diría el humorista José Mota– “¿... y si no?”.

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Los catalanes –frecuentemente con competencia óptima- somos bilingües; de hecho, muchos de los más jóvenes, plurilingües. En cambio, es frecuente encontrar castellanoparlantes –de orígenes bien variados- que no lo son: es comprensible. ¿Podría generar, alguna vez, esa reacción de rebote, de incomodidad o inseguridad? ¿Es una actitud adecuada?

Todos podemos aprender, mejorar, saber vivir en entornos multiculturales (lo experimentamos cada día). Yo no me siento ofendido cuando debo moverme en otro ambiente idiomático. Sé que a un francófono belga o suizo, que no domine el holandés o el alemán, respectivamente, esa situación no crea desprecio. ¿Por qué algunos españoles, en ocasiones, ordenan ese “¡hábleme en cristiano!” cuando te expresas simplemente en catalán? Si se da el caso, uso el español, lógicamente. Sin tensiones.

Dicen que hay una sana envidia que incita a la superación, y una cochina envidia que es como sarna espiritual. Incluso esa no sería tan grave, solo un problema personal. Lo triste es que haya partidos políticos y líderes que hagan de la generación de odio a partir de una posible envidia populista el núcleo de su proyecto: tengo ejemplos, y ustedes los conocen.

No se dejen embaucar: seamos proactivos, constructivos, libres.

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