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"No tiene sentido discriminar al otro porque todos tenemos un origen común"

Habitantes de la multicultural Almere, sentados en un banco.

Habitantes de la multicultural Almere, sentados en un banco. / CARLES PLANAS BOU

Les escribo esta carta desde Génova (Italia). Desde siempre mi ciudad ha sido un lugar de acogida de personas, culturas, lenguas diferentes y creo que todo ello ha dejado su rastro dentro de nuestro modo de vivir. Preparando mi tesis de fin de grado, tuve la ocasión de descubrir algo verdaderamente fascinante sobre las identidades culturales.

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Leí una novela autobiográfica de Raquel Cepeda, autora dominicana-norteamericana, la cual trata el tema de su propia identidad en calidad de estadounidense, americana, dominicana, latina: al final, no consigue identificarse con ninguna de estas etiquetas.

Para conseguir encontrar su propia definición, Cepeda decide someterse al test del ADN mitocondrial -la parte de ADN contenido en la mitocondria- trasmitido a los hijos por la madre. Este test sirve para determinar el parentesco de dos o más personas a través de la línea materna.

Pero no es solo esto: dicho test revela nuestro haplogrupo -es decir, nuestra ascendencia en la prehistoria, nos indica de qué pueblo de la antigüedad descendemos- y gracias a esto conseguimos también "ubicar" nuestra genealogía en el mundo.

Documentándome, descubrí que en todas las personas de todas las nacionalidades resulta un porcentaje de descendencia africana, ya que -como sabemos- el ser humano nació en el territorio de Pangea que hoy corresponde al africano.

Al fin y al cabo, es verdad que no somos todos iguales a nivel físico, pero sí somos similares desde el punto de vista genético porque todos compartimos por lo menos un origen común.

Así que, fuera de todo populismo, de verdad no tiene sentido discriminar a los que a menudo se consideran "diferentes", porque el elemento que nos empuja a desvalorizar al otro es a lo mejor algo que nosotros tenemos en nuestra misma sangre.

Y qué bueno sería llegar a la misma conclusión de Cepeda: después de su viaje en busca de su identidad, ella consigue entender que no es ni dominicana, ni estadounidense, sino "ciudadana del mundo".

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