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Metallica en el Estadi Lluís Companys: contundencia escénica vs un público avatar

James Hetfield y Kirk Hammett, de Metallica, durante el concierto en el Estadi Olímpic.

James Hetfield y Kirk Hammett, de Metallica, durante el concierto en el Estadi Olímpic. / FRANK VINCENT

Lidia San Emeterio

Es posible que Metallica no sean los mejores representantes para muchos de nada. Para algunos, solo serán un logotipo que han visto infinidad de veces en los lugares más inverosímiles (incluso en camisetas de algunos de los imperios textiles más conocidos). Para otros, es posible que hayan sido la puerta a la maravillosa heterogeneidad de la "metalurgia".

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Las luces se apagan con Ecstasy of Gold y una marea de pantallas luminosas. Es desoladora la desconexión cuando un alto porcentaje del público está más interesado en retransmitir en directo lo que está viviendo en lugar de vivirlo. Es agotador tener que escuchar a personas hablando, a un volumen muy por encima de la música, asumiendo que han pagado por la entrada bastante más de lo que cuesta pasar la tarde en los aledaños del recinto.

James Hetfield, plantado en medio del escenario con su característica pose, reflexiona sobre el hecho de tocar canciones que escribió hace casi cuarenta años. Ese histórico es el que consigue que, hasta el día que decidan que "las campanas doblen por ellos" (en honor a For Whom The Bell Tolls), merezca la pena quedarse hasta que se enciendan las luces después del protocolario reparto de púas, de los saludos y agradecimientos, de las pantallas con mensajes e imágenes personalizados por ciudad.

Cuando alguien es un profesional del escenario, cuando uno entrega lo que hace a ese espacio y lo lleva haciendo prácticamente toda la vida con esa seguridad y contundencia escénica, los avatares del sonido -viento mediante- se convierten en minucias que no pueden ensombrecer la música.

Inevitablemente, ver a Metallica implica volver a ver un alto porcentaje de una setlist anterior. The Thing That Should Not Be o Frantic son el pequeño "tic" que hace la diferencia. Sin embargo, Enter Sandman o Nothing Else Matters son las únicas que levantan a muchos de sus asientos en masa con riadas de pantallas (en paz descansen los mecheros). Si todo se acabara cataclísmicamente, mañana no me parecería un epitafio justo.

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