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"Las obviedades no tienen por qué ser simples"
La Torre Agbar, reflejada en un espejo de un lote de subasta matinal. /
FERRAN NADEU
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Por un lado la emoción, aquello que sentimos es, a menudo, lo que dicta nuestro pensamiento que es, en general, el capacitado para definir. Así, por ejemplo, pasar hambre no es lo mismo que estar mal alimentado. Si quiero perder 20 kilos que me sobran, probablemente sentiré hambre al iniciar la dieta, aunque será un hambre muy diferente al de un niño desnutrido.
Por otro lado, están las identificaciones incorrectas de nuestro intelecto. ¿Cuántas veces identificamos como 'amor' estados de codependencia o sumisión? Y, por último, está nuestra resistencia a redescubrirnos y redefinir nuestro mundo. No, las obviedades no tienen porqué ser simples.