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"Somos los jóvenes a los que no nos dejan levantar un país"

Una camarera atiende a unos clientes en un restaurante de Barcelona.

Una camarera atiende a unos clientes en un restaurante de Barcelona. / Ferran Nadeu

Irene Miau

Viendo cómo está toda mi generación, así como la que viene detrás y la que está por delante, he llegado a la conclusión de lo injusto que es el proceso para encontrar un trabajo.

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Para empezar, me parecen ridículas las páginas web de búsqueda de trabajo (partimos de la base de que ya no se aceptan currículums 'físicos'). Son webs en las que para una vacante se inscriben tres mil personas desde el sofá de su casa y donde alguien decide, leyendo un currículum, quién sí y quién no, sin ver ni tratar personalmente a la persona interesada. Y las preguntas que te hacen para acceder, como "¿Por qué te interesa este trabajo?"... pues fíjese usted, tengo la rara necesidad de querer comer, conseguir una casa y avanzar en la vida. Ni teniendo estudios ni experiencia les interesa un perfil.

¿Y el sector hostelero? Nos están quemando. Casi todas las personas hemos pasado por ahí porque no tienen filtro, si sabes andar me vales, y eso tampoco es, porque baja la calidad del sector tanto a nivel trabajador como a nivel empresa, porque si tú no aceptas trabajar 58 horas semanales por 800 euros, hay quien sí lo va a hacer, así que tu eliges; es verano, aquí no se libra porque hay que hacer caja suficiente para pasar el invierno, invierno que tú no vas a ver, porque te voy a despedir porque no me da para mantener tu puesto.

Es injusto y cansa. Cansa verte capaz de hacer mil cosas y que esta situación que España alimenta haga que te tengas que conformar, que con 25, 30 o 35 años sigas viviendo con tus padres porque no puedes acceder a un contrato fijo; que salir una vez a la semana nos parezca un lujo y que comprarte unos zapatos sea algo que solo puedas hacer si es una necesidad.

Nos están destruyendo las metas para llegar a ser alguien en esta vida, están haciendo que nos apoltronemos en un sofá con un teléfono en la mano. España se hunde porque nos están obligando a nadar con un ancla en los pies.

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