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"Pertenecemos a una generación confundida que ve cómo se destruye el ambiente que respiramos"

Una joven observa varios de los dibujos pintados en la gruta de Chauvet (Francia).

Una joven observa varios de los dibujos pintados en la gruta de Chauvet (Francia). / Patrick Aventurier (EFE)

Decir la verdad entraña peligro, por eso la certeza tiene un coste. "Hay que ser muy valiente para vivir con miedo, hace falta muchísimo valor". Son versos de Ángel González. La idea de que somos el centro de la vida tiene tintes parecidos a lo que dijeron Copérnico y Galileo, que fueron condenados.

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Ahora comprendemos mejor que los cambios de ideas y de conciencias son más evidentes si, honradamente, reconocemos lo frágil de nuestra especie, que hay seres haciendo cosas extraordinarias con sus colores, olores y formas. El reino botánico, comenta Marco Mancuso, botánico, es una forma increíble de inteligencia que representa casi la totalidad de la vida, nos ofrece una posibilidad de futuro si lo imitáramos. En vez de competir y matarse, cooperan; la belleza en vez de la fuerza, sostenía Dostoievski.

Las sociedades siguen la estructura del cuerpo humano: un jefe, el cerebro, a la cabeza de una organización vertical donde desde arriba se gobiernan los órganos. Esto ya no funciona; la aparente ventaja de la velocidad se pierde, inevitablemente, ante tanta duplicación de canales y mensajes, ruido prescindible para soportar la lentitud hacia el progreso. En el orden animal, si un órgano fundamental es dañado todo el organismo muere. Como especie somos estúpidos, pero "la nación vegetal no tiene fronteras, todos los individuos son, siempre, recursos sin costes ni problemas".

Miguel Delibes cumple 100 años. En su discurso en la RAE de 1975 pronunció que era imprescindible administrar la vida comunitaria sobre bases diferentes: "de no hacerlo consumaremos un suicidio colectivo". A diferencia de la utopía de Tomas Moro, el sueño de una sociedad ideal no realizada, surge la 'retropía', una mirada nostálgica a la pérdida, a lo que no podrá ser, una generación confundida que ve cómo se destruye el ambiente que respiramos.

Muchas abuelas nos legaron ese gusto por lo verde, mantuvieron esa tradición de gente sabia que miró, escuchó y habló con las matas, siempre cuidándolas para cuidarnos.

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